Quizá si el gran ganador de los comicios regionales del pasado 5 de octubre en el Perú, haya sido Gregorio Santos, aún encarcelado, quien postulara a la reelección del Gobierno Regional de Cajamarca, en el norte del país, una zona apetecida por la minera Yanacocha. El líder Cajamarquino, saltó a la palestra en el escenario […]
Quizá si el gran ganador de los comicios regionales del pasado 5 de octubre en el Perú, haya sido Gregorio Santos, aún encarcelado, quien postulara a la reelección del Gobierno Regional de Cajamarca, en el norte del país, una zona apetecida por la minera Yanacocha.
El líder Cajamarquino, saltó a la palestra en el escenario político el 2010, cuando logró hacerse del máximo cargo en la gestión administrativa local, luego de una dura campaña.
La resistencia de su pueblo a la imposición del proyecto minero Conga, alentó diversos liderazgos y confirmó la idea que, donde hay lucha, hay figuras que las encarnan. Y allí asomó él, pero también Wilfredo Saavedra y el ex sacerdote Marco Arana. En el sur andino, hubo otros casos; pero en el plano nacional, no surgió nadie.
Para ganar en el 2010, Santos debió romper el escepticismo y la desconfianza; derrotar prejuicios, revertir la crisis de su movimiento, y de la izquierda; y alentar una vía racional que pudiera ser aceptada por sus electores.
Una vez en el gobierno, se vio ante del reto de optar por: la defensa de los recursos mineros, particularmente el oro, afectados porque horas antes de concluir su gobierno, en el 2011, García Pérez suscribió el contrato y entregó «Conga» a la empresa norteamericana que hoy busca retenerlo.
Santos tuvo el acierto de comprender que ése, era el eslabón de la cadena al que debía aferrarse. Y lo hizo con empeño. Desde un inicio se trazó la tarea de preservar la riqueza del suelo y del subsuelo, el agua de las lagunas, y la intangibilidad de los cerros, comenzando por el Quillish.
Percibió que esa defensa, no podría hacerla solo; que debía incorporar a todo el pueblo en esa batalla, y así lo hizo. Para horror de los mercachifles del Imperio, decenas de miles de pobladores de todos los valles de la localidad, se movilizaron tras una sola bandera: ¡Conga, no va!
En otras palabras, el dar luz verde al proyecto entreguista diseñado por García no podía estar en los planes del pueblo, ni en las acciones de la nueva gestión local. Goyo, fue consecuente en la tarea que le granjeó apoyo de muchos y odio desenfrenado de otros; solo que estos últimos representaban los intereses antinacionales de la empresa yanqui.
Voceros de la empresa aseguran que la paralización de Conga (US$4.800 millones) afecta a un grupo específico de proyectos que incluye a Galeno (US$2.500 millones), Tabaconas, Tambogrande y Rio Blanco (US$1.500 millones). No solo es oro, entonces, también es plata, es decir, dinero contante y sonante. Para ellos, la catástrofe…
A partir del 2011, se sucedieron episodios que demostraron la precariedad e inconsistencia del gobierno central. El Presidente Humala, que se había identificado con la causa de la población cajamarquina; se vio acorralado por el compromiso contraído por su antecesor, y no tuvo fuerza para denunciar ese acuerdo. En otras palabras, no se atrevió a cruzar esa suerte de Rubicón, que lo hubiera instalado con fuerza al lado del pueblo.
Vacilante, dubitativo, el mandatario peruano dijo en unas ocasiones «Conga, va». Y en otras, que había que salvar el agua y las lagunas. Negoció, así, algunos acuerdos con la Yanacocha con la esperanza de no tener que enfrentarse a ella. Exceso de cautela, o temor ante lo desconocido, hizo que Humala no se atreviera a enarbolar una idea soberana, como le correspondía hacerlo. Santos, continuó.
A fines del 2013 y a comienzos del 2014 arrecio la campaña contra el Presidente del Gobierno Regional de Cajamarca. Esta vez, las notas de prensa vinieron envueltas en cargas letales. Se le acusó por ilícitos penales en la administración de las cuentas locales. Cohecho, receptación, malversación de fondos, uso de partidas no autorizadas y otros delitos, fueron denunciadas por «la prensa grande». En acatamiento a esa campaña, el Poder Judicial hizo lo suyo, y Gregorio Santos fue a dar con sus huesos, en la cárcel.
El pueblo no se amilanó ante estos hechos. Y, ante el reto de las nuevas elecciones programadas para este año, optó por alentar y promover su candidatura. Y, para horror de los cipayos del Imperio, obtuvo casi el 50% de los votos en las ánforas. Quedó, de ese modo, confirmado en su gestión.
Hasta ahí, una victoria indiscutida. Ahora, hay que diseñar el escenario del futuro.
Actualmente el Presidente Regional de Cajamarca, continúa encarcelado. Viene cumpliendo la sentencia que dictó para él 18 meses de prisión preventiva, mientras continúan las investigaciones y el procedimiento judicial definitivo.
En otras palabras, Santos no es, aún un condenado. Es un inocente que debe probar que lo es. Porque en el Perú de hoy, los delincuentes no prueban nada. Simplemente, los eligen, porque aunque roben, hacen obra. Los inocentes, deben probar que lo son, para que los dejen gobernar.
Como las elecciones recientes son consideradas una suerte de antesala a los comicios nacionales del 2016, comenzaron las especulaciones en torno a las figuras del futuro inmediato, Y el nombre de Santos ha sido puesto en pantalla.
Unos lo ven con temor, y suplican al cielo que sea condenado antes de fin de año, a fin que no pueda asumir el gobierno para el que fuera electo y, mejor aún, que quede inhabilitado de por vida. Ellos, que no tuvieron empacho en respaldar a Castañeda, se desgañitan proclamando que «un acusado», «no debe ser confirmado en su elección». Es una cuestión de principios, aducen.
Otros, ven en Santos la «carta presidencial» de la Izquierda, el hombre providencial, que debe «llenar el vacío» que existe en el campo popular.
Lo primero que debe ocurrir, es que Santos confirme su inocencia. No es ése un deber sólo ante la ley, sino también una responsabilidad ante el país. Y un compromiso moral con sus electores. A inversa de la mujer de Cesar, Goyo no solo debe parecer inocente, sino que también debe serlo.
Si confirma racionalmente su honradez; bien puede ser una figura del movimiento popular, a condición que él -y los suyos (El MAS / PR)- tomen en cuenta que nada le hará más daño que el sectarismo y el hegemonismo, la soberbia de quien se cree depositario del alma ciudadana y la vanidad de los que presumen con una fuerza que no tienen.
Diversos elementos reunidos permiten comprender que la victoria de Santos no fue propiamente la confirmación del «apoyo a la izquierda». En el país, los resultados obtenidos por la «izquierda oficial» fueron simplemente catastróficos. Salvo el caso que abordamos, la provincia de Urubamba en el Cusco y tres localidades de la costa de Arequipa, ajenas a la «izquierda oficial»; el resto quedó en nada.
En Cajamarca, incluso, muchos de los que votaron por Santos para Presidente del Gobierno Regional, votaron por el candidato fujimorista para la alcaldía de la ciudad. Y lo eligieron. Eso, es verdad.
La votación de Cajamarca induce a pensar. Para la reciente consulta Santos obtuvo algo más de 276 mil votos, contra 113 mil de su principal adversario, pero alrededor de 250 mil personas optaron pos viciar su voto, votar en blanco o abstenerse de sufragar. Y es una cifra alarmantemente alta.
La gente eligió a Santos porque encarnó una bandera sentida. Y, además, justa. Y por considerarlo víctima de una injusticia. Y optó por alternativas para otras funciones por razones más bien específicas: buena imagen, regular gestión, intensa propaganda, mensaje novedoso, y algo más.
Por eso, el MAS ganó sólo en Cutervo, Chota, San Marcos y Celendín; pero perdió en la provincia de Cajamarca, y en Contumazá; en tanto que en San Miguel. Cajabamba, Bambamarca, San Pablo, Hualgayoc, San Ignacio y Santa Cruz, se impusieron fuerzas locales, unas más «moderadas» que el MAS, y otras, más «radicales».
Objetivamente es iluso fundar una estrategia electoral nacional a partir de resultados tan sutiles, Sin mezquindad alguna, debiera valorarse en su peso real lo que verdaderamente se tiene, sin caer en el fácil optimismo de algunos. Santos, ahora, es una tela extendida. Hay que mostrarla y coserla, para que se vea mejor.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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