Hace algunas semanas, efectivos de la Dirección contra el Terrorismo detuvieron en una calle de Lima a Guillermo Bermejo Rojas. El hecho ocurrió el lunes 23 de febrero pasado, luego de un evento en solidaridad con la República Bolivariana de Venezuela La acción policial tuvo todas las características de un secuestro: de un vehículo con […]
Hace algunas semanas, efectivos de la Dirección contra el Terrorismo detuvieron en una calle de Lima a Guillermo Bermejo Rojas. El hecho ocurrió el lunes 23 de febrero pasado, luego de un evento en solidaridad con la República Bolivariana de Venezuela
La acción policial tuvo todas las características de un secuestro: de un vehículo con lunas polarizadas descendieron varios hombres que virtualmente alzaron en vilo al intervenido, lo redujeron, y lo trasladaron a la fuerza a una dependencia del Estado- Allí quedó virtualmente incomunicado.
Esto me trajo a la memoria un episodio casi idéntico que me ocurrió a mí en 1965 -el fragoroso año de las Guerrillas-, cuando me desplazaba por La Colmena, entre el Parque Universitario y la Plaza San Martín, con algunos compañeros.
También en la circunstancia, hombres no identificados me tomaron a la fuerza, me subieron a un vehículo y finalmente fui a parar a un recinto de Seguridad del Estado, donde me esperaba Francisco Rosado, entonces jefe de esa dependencia para conminarme a responder, acusado por acciones muy parecidas a las que hoy se lanza contra Bermejo Rojas.
Quizá llevado por la similitud de los hechos, y casi instintivamente, me apresuré a denunciar este abuso y a protestar por él, considerándolo un atropello inaceptable.
Y es que todos los que conocemos las actividades policiales de este corte, sabemos cuales son los métodos que se usan para incriminar a inocentes, vinculándolos a las mas absurdas acciones.
Felizmente una vez mas los hechos nos dieron la razón. El afectado por esta medida punitiva, fue recientemente liberado por la inconsistencia de las acusaciones presentadas en su contra.
Hubiese querido comentar el hecho antes, pero una delicada afección de salud me puso fuera de circulación por 10 días. Por eso, solo hoy vuelvo al tema con la idea de resaltar algunos elementos relacionados al mismo.
¿De que lo acusa la DIRCOTE a Guillermo Bermejo? de ser un supuesto «topo», senderista infiltrado en las organizaciones sociales.
¿Qué pruebas presenta? Ninguna. Los indicios, frágiles e inconsistentes que muestra, aluden a supuestos «enlaces» y «vínculos» con los cocaleros. La versión, como no podía ser de otra manera, aparece proporcionada por «colaboradores eficaces» de la policía.
Bien sabemos cómo se fabrica la «colaboración eficaz» en circunstancia como ésta. Lo vimos en los años de la violencia y registramos su secuela en nuestros tiempos: la policía detiene a 10 sospechosos y luego de diversos apremios les ofrece la libertad a cambio que señalen a 3 senderistas. Pocos días después tendrá a 30 nuevos presos. Asó. Crecerá esa cadena de «terroristas» encarcelados..
Gracias a tal procedimiento. bajo el fujimorismo fueron detenidas 650,000 personas, cada año, entre 1996-1999. El 80% de ellas, fueron sometidas a lo que en el lenguaje especializado de los organismos de los derechos humanos se llama «tratos crueles, inhumanos, y degradantes«. En otras palabras a brutales torturas.
En el caso, para redondear los cargos, algunos voceros de prensa -la revista «Correo Semanal», idearon un recurso deleznable. Hablaron del acusado llamándolo «El Che». Buscaban mimetizar a Bermejo con e guerrillero argentino como una manera de confirmar su opci`n violentista.
Pero el detenido, no es argentino. Ni es tampoco «El Che». Es un simple activista de izquierda, empeñado en la lucha por cambiar el país. Su movimiento -«Todas las voces»- confirma esa opción.
La DIRCOTE acusó a Bermejo de «tener vínculos» con Nancy Obregón. Podría acusar a Ollanta Humala Taso de lo mismo.
El hoy Presidente de la República tuvo vínculos, durante varios años con Nancy Obregón.
Y también los tuvieron los 120 congresistas que compartieron funciones entre el 2006 y el 201. Y muchísimos otros funcionarios de Estado.
¿Cometieron delito todos ellos? ¿Por qué se acusa a Bermejo y no a los otros por ese hecho?
Se sostiene que Bermejo es «chavista«. Ese cargo podría dirigirse a millones de personas que, en diversos países, apoyan al proceso bolivariano de Venezuela.
En la relación, podría incluirse a los presidentes Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y otros. Y también a muy destacadas personalidades del arte, la cultura, el pensamiento y la política. Incluso al extinto Gabriel García Márquez.
Para Bermejo, y para cualquier otro, ser meritorio de esa acusación, no es un estigma, sino un honor.
Se le acusa, además, de defender a los cocaleros, es decir a los cultivadores y productores a la hoja de coca.
Pero la hoja de coca no es droga, y los que la cultivan-que son centenares de miles-no son delincuentes. Delincuentes son los narcotraficantes, varios de los cuales están tras las rejas precisamente por la acción de este gobierno. Rodolfo Orellana, es uno de los ejemplos..
En los cargos contra Bermejo hay acusaciones francamente ridículas. Se dice por ejemplo que es un «enemigo radical del presidente Humala«.
Pero ese «delito» podrían incoar a Martha Chávez, a Fernando Rospigliosi, Cecilia Valenzuela o Aldo M., que son, sin ninguna duda «enemigos radicales» de Ollanta Humala.
A esa lista, podríamos añadir sin temor a equivocarnos a Alan García, Keiko Fujimori, y al propio «chinito de la yuca» recluido en centro vacacional en Ate Vitarte, el Fundo Barbadillo
Como si el cargo no fuese simplemente idiota, se asegura que Bermejo, durante el gobierno anterior, se encamino hacia la Plaza de Armas en busca de un voluminoso objetivo: quería atentar contra la vida de Alan García.
La información como se recuerda la proporcionó Gissele Gianotti, que tuvo que guardar carcelería después por delitos de espionaje, el caso Bussines Strack. ¿Qué sustento puede tener esa patraña?
Es bueno subrayar todo esto para que quede como lección.
Todos sabemos que detrás «de los servicios secretos», de los aparatos represivos y de la estructura del Estado vinculado a esta función pululan elementos francamente medievales, para los que tener ideas propias es delito; luchar por la defensa de la soberanía nacional, un absurdo; y pretender la transformación revolucionaria de la sociedad, simplemente un crimen.
Con funcionarios de esta especie, casos como el de Guillermo Bermejo-ya felizmente en libertad- se repetirán con frecuencia. Hay que estar en alerta entonces. Cuando elementos maccartistas de esa calaña amenazan, por lo general no se quedan en palabras.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.