Hace 75 años, el 28 de abril de 1945, acabó la vida de Benito Mussolini, el Jefe del fascismo Italiano Y el hecho no ocurrió como él lo había imaginado. “Il Duce”, fue fusilado por un destacamento guerrillero que lo capturara el día anterior.
Concluyó así una vida tormentosa que sumió en el horror a la sociedad italiana y que llevó a su país a los más profundos abismos en el marco de la II Guerra Mundial, al lado de la Alemania Nazi liderada por Adolfo Hitler.
El fascismo surgió al fin de la primer Gran Guerra cuando los grandes monopolios, temblaron ante la idea que una Revolución como la rusa del 17, arribara a Europa Occidental. El sólo pensar en la posibilidad de perder sus privilegios y soltar las riendas del Poder, llevó a la Gran Burguesía de la época a buscar al Fascismo como la herramienta destinada a doblegar a los pueblos.
Hubo otras experiencias en diversos países. En Hungría, fue ahogada en sangre la República de los Concejos -“La revolución de los Crisantemos– del Conde Karoldy y Bela Kun; y en Bulgaria el derrocamiento del gobierno de la Unión Agraria de Alexander Stambolinski dio lugar a .la consolidación del régimen del general Tsankov.
Pero el fascismo tomó fuerza desde el 28 de octubre de 1922 cuando las Camisas Negras marcharon sobre Roma e impusieron al rey Víctor Manuel la designación de Mussolini como Jefe del Gobierno.
Mussolini venía de las canteras del radicalismo revolucionario. Era un “socialista de izquierda” que lanzaba furibundas proclamas contra el Capital. Se dio cuenta pronto, sin embargo, que ese no era “su camino”, y optó por cambiar de rumbo girando en redondo. De Ultra izquierdista, pasó a ser ultra derechista, y se puso al servicio de la gran burguesía en Italia y el mundo.
El inicio de su gestión gubernativa tuvo un signo claro: el anticomunismo más desenfrenado. El, lo llevó a perseguir al Partido Comunista, y a otros movimientos que hicieron resistencia a su régimen. Para batirlos, los acusó a todos de “comunistas”, incluyendo en esa categoría a los trabajadores y a sus organizaciones de clase, los sindicatos.
Para afirmar su Poder en 1924 consumó el asesinato del diputado socialista Giácomo Matteotti. Este intervino en su Cámara objetando las propuestas planteadas por el Jefe del Fascismo. Cuando terminó su intervención, Mussolini dijo balbuceante: “un discurso como éste no puede repetirse”. El parlamentario fue secuestrado, y luego asesinado.
Acusado por el crimen, Mussolini diría luego: “Si el fascismo no ha sido más que aceite de ricino y manganello, y no una soberbia pasión que ha inflamado a la mejor juventud italiana, la culpa es mía. Si el fascismo se ha convertido en una banda de delincuentes, yo soy el jefe de esa banda. Si toda la violencia que se ha cometido ha sido el resultado de un determinado clima histórico, político y moral, mía es la responsabilidad”. De ella se ufanaba.
El paso siguiente para el régimen, fue la captura del diputado comunista Antonio Gramsci. Dictando Pena contra él, el Juez de la causa diría: “Este cerebro no puede volver a pensar por lo menos en veinte años”. En 1927, Gramsci fue condenado a 20 años de cárcel, y confinado en la prisión de Ustica donde cumplió tan solo la mitad de su sanción. Diez años más tarde, en 1937, falleció como resultado de su atormentada vida carcelaria.
Pero la ofensiva principal del fascismo se consumó contra los trabajadores. Despidió a miles de obreros y empleados de vanguardia a los que reemplazó por activistas de su partido, a los que hizo trabajar en fábricas de armamentos para hacer a guerra contra otros pueblos. Se lanzó primero contra Albania, Etiopía y Libia en el norte africano, para terminar como furgón de cola del Ejército Nazi en la agresión a la URSS.
La intervención en este conflicto signó la catástrofe del régimen mussoliniano. Que debió enfrentar, adicionalmente, la resistencia armada de los Partisanos -los guerrilleros comunistas que lograron el apoyo de los cristianos en la lucha contra el régimen- . Ellos actuaron a partir de marzo de 1943, cuando, al decir de Giovanni De Luna “el fantasma de la lucha de clase que parecía haber sido expulsado hacia veinte años, resurgía de nuevo”
La crisis fue tan agobiante que a mediados de ese año la estabilidad del régimen fue cuestionada. Incluso el Gran Consejo Fascista -el órgano superior del Estado y del Gobierno- resolvió separar de la conducción del país a Mussolini en la dramática noche del 25 de julio de ese año. Mussolini fue transitoriamente confinado en la fortaleza del Gran Sasso, de donde sería “recuperado” después por un comando alemán al mando del Capitán Otto Skorzeny.
De retorno a Italia, en el norte del país Mussolini instauró una administración falsa que denominó “La República de Saló”. Pero allí fue enfrentado por el pueblo de armas. Acorralado y acosado, tuvo que abandonar su cuartel en las cercanías de Milán, desde donde buscó entablar ciertas “negociaciones de paz” que usó para ganar tiempo, y huir. Pretendió hacerlo en un convoy germano premunido de un capote militar y casco de acero. Reconocido y capturado por un destacamento Garibaldino que operaba al norte de Italia, selló su suerte.
En la mañana del 28, fue conducido a Mezzagra aldea de Dongo, donde encontraría su fin en las puertas de una villa. Para unos, fue Pietro Terzi, y para otros, el Coronel Valerio -Walter Adusio- quien ejecutó la acción, pero el hecho fue consumado.
El mismo 28 de abril en horas de la noche el cadáver del Ducce, el de su amante Clara Petacci y los cuerpos de sus colaboradores con él capturados, fueron colgados cabeza abajo en la Piazzole Loretta, de Milán.
Fue el fin de una dramática etapa de la historia. Ella no habrá de repetirse.