El gobierno de Raúl Castro planteará declarar a América Latina y el Caribe como «zona de paz» en la II Cumbre de la CELAC, a realizarse en La Habana este 28 y 29 de enero. La reunión presidencial también discutirá la toma de una serie de decisiones para combatir el hambre y la pobreza, y […]
El gobierno de Raúl Castro planteará declarar a América Latina y el Caribe como «zona de paz» en la II Cumbre de la CELAC, a realizarse en La Habana este 28 y 29 de enero. La reunión presidencial también discutirá la toma de una serie de decisiones para combatir el hambre y la pobreza, y la promoción de la «seguridad alimentaria» en la región. Por último, se espera el tratamiento de una veintena de comunicados, para que el organismo se posicione frente al bloqueo de EE.UU. a Cuba, por la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, y por la independencia -y el ingreso a la CELAC- de Puerto Rico, entre otros temas.
«Es preciso que los jefes de Estado y gobiernos de la región lleguen al acuerdo de que cualquier diferencia, cualquier conflicto, siempre se resuelva por las vías del diálogo, de la negociación y que nunca se llegue ni a la amenaza ni al uso de la fuerza» , afirmó recientemente el vicecanciller cubano Abelardo Moreno, en referencia a la propuesta del gobierno de Raúl Castro de declarar a América Latina y el Caribe como «zona de paz».
Moreno hizo hincapié en que los 33 países que componen la CELAC son a su vez socios en el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe (OPANAL), espacio que se propone «una región libre de armas nucleares». En la última Conferencia General de OPANAL, realizada en Buenos Aires en 2013, Cristina Fernández criticó la creciente presencia de «submarinos nucleares» del Reino Unido en las Islas Malvinas. Esta denuncia sobre la violación del Tratado de Tlatelolco -acuerdo internacional firmado en el marco de OPANAL, que establece la desnuclearización del territorio de América Latina y el Caribe- debe ser refrendada por la CELAC en el marco de la declaración de «zona de paz» que pretende impulsar La Habana.
La erradicación del hambre y la pobreza, eje transversal
O tro eje trascendental a ser tratado entre los mandatarios será el de proponer y definir acciones para el combate del hambre y la pobreza en nuestro continente, problemas que aún afligen a más de 50 millones de latinoamericanos y caribeños. En diciembre pasado, los países miembros de Petrocaribe y ALBA suscribieron un plan de acción para la erradicación del hambre y la pobreza, que contará con el apoyo técnico de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
El combate a estos problemas estructurales de nuestros países también encuentra antecedentes en la propia CELAC: como resultado de la I Cumbre en Santiago de Chile, en enero de 2013, se definió promover la «seguridad alimentaria» -es decir, la disponibilidad y el acceso físico y económico a los alimentos- en los países de la región, tras lo cual meses atrás se llevó a cabo la I Reunión de Altos Funcionarios sobre Agricultura Familiar de la CELAC, en Brasil. «Una de las lecciones que nos dejó la crisis alimentaria de 2007 fue que los países más afectados por ella fueron aquellos que dependían de las importaciones agrícolas. Por ello, fortalecer a la agricultura familiar es fortalecer la seguridad alimentaria de un país» , señaló en esta reunión Raúl Benítez, Representante Regional de la FAO.
Se espera que, durante la reunión de La Habana, la CELAC pueda avanzar, tal como ya hicieron ALBA y Petrocaribe, en el diseño de planes conjuntos para atacar este problema regional, fomentando la «seguridad alimentaria» a través de un reimpulso de la agricultura familiar. El tratamiento es necesario: si bien en general hubo avances en este tema en los últimos años, países como Haití, Guatemala y Paraguay, entre otros, aún afrontan complicadas situaciones relacionadas con no priorizar la resolución de estas problemáticas.
La soberanía de nuestros pueblos, el punto impostergable
Más de una veintena de documentos sobre diversos temas vinculados a la soberanía de nuestros pueblos están siendo elaborados al momento de escribir estas líneas. Algunos caen de maduro por el consenso que han generado en las últimas cumbres: el rechazo -una vez más- al bloqueo comercial, financiero y económico que EE.UU. impone sobre el país anfitrión, Cuba, y la reafirmación de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.
La novedad será sin dudas la propuesta venezolana, que se encuentra en estos momentos siendo trabajada por el canciller Elías Jaua: un documento para exigir el ingreso de Puerto Rico a la CELAC, que sirva asimismo para promover el debate sobre el status neocolonial del país, y la -aún perdurable- injerencia norteamericana en America Latina y el Caribe. Diversas organizaciones sociales y políticas puertorriqueñas saludaron rápidamente la propuesta, afirmando que «la CELAC no está completa sin Puerto Rico», tal como lo hiciera recientemente Héctor Pesquera Sevillano, presidente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano.
Todas estas definiciones (y agendas) de carácter progresivo para América Latina y el Caribe -declarar al continente como «zona de paz», implementar políticas para la erradicación de la pobreza con «seguridad alimentaria», y ratificar diversas luchas por soberanía que dan nuestros pueblos- dan cuenta del momento histórico en el que llega la CELAC, posiblemente el punto más importante en la integración regional de nuestros tiempos.
El gran desafío de los gobiernos posneoliberales en nuestro continente, precisamente aquellos que mayoritariamente han impulsado la aparición de este organismo, será el de reimpulsar esta y otras instancias autónomas (ALBA y UNASUR, principalmente). De la mano de ese reimpulso, América Latina transitará con menores riesgos los intentos de algunos gobiernos de avanzar en una «restauración conservadora», tal como denunciara recientemente Rafael Correa en alusión a la Alianza del Pacífico y su subordinación a Washington, el gran ausente de la reunión en La Habana.
Juan Manuel Karg es Licenciado en Ciencia Política UBA e Investigador del Centro Cultural de la Cooperación – Buenos Aires.
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