Estaba un señor contemplando su milpa, tratando de ocultar sus lágrimas y con palabras entre cortadas, decía: «y ahora estamos en lo mismo». Tenemos ya varios años de estar viendo lo mismo. «sembramos con mucha alegría, porque tenemos que comer y cuando nuestra milpa ya está jiloteando, viene el aire, el agua o el sol y bota todo el cultivo». Entonces es cuando acudimos a todos a decirles; «miren ayúdennos un poco, porque queremos comer». Y la respuesta es «un silencio profundo y es cuando que aparecen unos hombres encorbatados o con camisas blancas, que salen diciendo, en los medios de comunicación, que no hay recursos y que van a ver que se puede hacer». Y entonces, la respuesta será la misma «morirnos de hambre».
Mientras tanto, en las ciudades del país, el circo sigue acumulando todo tipo de personas. Disputándose a los actores. Obligando a la población a decidir entre Iván o Jimmy. Entre CICIG o nada. La oligarquía criolla y la burguesía neoliberal, los militares genocidas y corruptos, los narcotraficantes e incluso la comunidad internacional, principalmente Estados Unidos tratan de acomodar sus piezas, para llevar el barco hasta las elecciones, en donde competirán nuevamente los conservadores y liberales, herederos de la falsa independencia de 1821, porque hasta el momento no existe una fuerza política capaz de derrumbarlo.
Todos, buscando acomodarse dentro del marco del plan geopolítico de Estados Unidos, que busca mantener el control sobre Centroamérica, por un lado para evitar que otros países, puedan sumarse a Nicaragua, Costa Rica y El Salvador, haciendo negociaciones con Rusia y China, pero por el otro, mantener el control de América del Sur, sobre todo contra Venezuela y Bolivia, no solo desde el grupo de Lima, sino desde nuestra región, para un posible golpe de Estado contra Maduro, y crear desestabilización en contra de lo poco que queda de los gobiernos progresistas, y evitar que el gobierno de AMLO en México, pueda crear nuevas condiciones de relacionamiento en la región.
Nuestro país sigue siendo clave, para seguir experimentando un proyecto contra corrupción e impunidad muy tibio, es decir, sin tocar a profundidad el sistema político y económico guatemalteco. Sin menospreciar el trabajo que hasta ahora ha estado haciendo la CICIG como apoyo al MP, este ha sido de alguna manera muy tibio, por no decirlo frio. Por un lado, porque no ha podido tocar las estructuras mismas del crimen organizado que está enraizado dentro del Estado y la institucionalidad del país. Pero por el otro, porque carecemos de una institucionalidad jurídica más ágil y profunda para enfrentar los casos que hasta ahora se ventilan, por los vicios que permite hacer la misma legislación y la cultura de impunidad generada desde la misma colonización española.
Las acciones políticas y torpes; emprendidas por un gobierno como el de Jimmy Morales, manejado por oligarcas criollos y burgueses, militares genocidas, empresarios corruptos y narcotraficantes, nos vuelven a poner bajo la opinión nacional e internacional como un país que no está dispuesto a tolerar la corrupción y la impunidad, al mismo, un país donde los corruptos y criminales tienen el control del poder. Pero al mismo tiempo y aunque se diga que nada puede repetirse de igual forma, estas acciones nos han llevado a un escenario parecido al del 2015, en donde al calor de la vuvuzelas, ciudadanos de todos los lugares tomaron plazas y parques para pedir la renuncia del presidente y vicepresidenta de ese entonces y que tuviera como efecto que estos y otros funcionarios de su gobierno sigan guardando prisión.
Hoy la diferencia podría estar, si se permitiera que los pueblos, dirigieran estas movilizaciones. ¿Por qué seguimos afirmando esto?. Como hemos dicho en reiteradas ocasiones, que la causa del problema de nuestro país, no está en la corrupción y la impunidad, sino en su sistema político y económico. Y este sistema solo podrá se derrumbado por un pueblo formado y organizado.
La palabra de los pueblos tiene en este momento, su vital importancia. Solo la palabra de los pueblos tiene la capacidad de derrumbar, no solo el nivel de corrupción e impunidad, sino el cambio profundo que quiere nuestro país. La palabra de los pueblos se debe respetar y debe cumplirse, porque es quien manda, por ser el «soberano». Los funcionarios públicos, desde el presidente hasta el conserje de cualquier institución del Estado, solo son servidores, trabajadores del pueblo y no más, por lo tanto deben obedecer lo que el pueblo demanda.
En este sentido, tal vez estemos soñando. Pero para no repetir el libreto del 2015. Proceso que fue cooptado por Estados Unidos y sus elegidos como «la nueva política» y los famosos «pacifistas». Y aunque no nos estemos encaminando a la gran revolución que exige en estos momentos el país. Este tiempo no debe servir solo para exigir el regreso de Ivan Velásquez y que siga la lucha contra la corrupción y la impunidad, porque debe ser permanente. Sino, encaminarnos juntos con el pueblo, hacia el cambio de fondo que quiere nuestro país. Para ello es urgente un proceso profundo de formación y organización política para tomar el control del Estado, que por derecho le corresponde al pueblo y no a los funcionarios. En este sentido, las demandas no deben ser CICIG SI o IVAN SI. Las demandas deben encaminarse haciendo un llamado a la conciencia de quienes estamos hartos de este sistema, a rebelarnos y a encaminarnos hacia la segunda revolución y a la verdadera independencia.
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