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¿Honduras aún tiene retorno?

Fuentes: deci.me

La Fundación Friedrich Naumann de Alemania realizará un increíble seminario sobre «Desafíos de la Democracia en Centroamérica» en… Honduras, el país controlado por una dictadura cívico militar desde hace cuatro meses y medio. ¿Disociación para que más países reconozcan las elecciones controladas por los golpistas? La vital «ayudita» de los amigos de Micheletti para desinflar la movida de Zelaya en la embajada de Brasil es la clave de la operación «statuo quo».

Dos eurodiputados que visitan Honduras participaron este fin de semana en un encuentro sobre «los desafíos de la democracia en la región», organizado por el Partido Liberal hondureño (en su expresión oficialista con Roberto Micheletti) y la Fundación Friedrich Naumann de Alemania, según informó la directora para Honduras de la fundación, Rosalinda Sabillón. Sí, leyó bien. Un evento sobre democracia, en Honduras.

A través de la prensa internacional afín o al menos tolerante con el golpe, se supo que los eurodiputados son el holandés Hans Van Baalen y el español Josep Soler, presidente y tesorero, respectivamente, de la Internacional Liberal.

Los parlamentarios europeos se reunieron anoche con el dictador Micheletti, «quien recientemente fue nombrado vicepresidente de la Internacional Liberal, según anunció Van Baalen tras el encuentro», dicen las informaciones. Con su presencia, los eurodiputados convalidaron el nombramiento del dictador en la mentada «internacional».

Para completar el panorama, el político holandés anunció que su organización enviará observadores a las elecciones generales del 29 de noviembre próximo en Honduras, las mismas que la Organización de Estados Americanos y casi todos los países de la comunidad internacional aseguran, hasta ahora, que no reconocerán.

Hasta ahora. Colombia ya decidió el regreso de su embajadora en Tegucigalpa y el vecino derechista Panamá, ya se reveló como vocería informal de los golpistas hondureños en diversos foros internacionales. En la misma línea hay que leer las declaraciones del embajador de Estados Unidos en Honduras, quien aseguró que las elecciones de fin de mes servirán como salida a la crisis.

El argumento es que los hondureños y las hondureñas tienen derecho a elegir a sus gobernantes. De nuevo, el supuesto efecto purificador de la democracia será el principal elemento de la embestida comunicacional y diplomática, a no dudarlo.

Hacia adentro, la prensa pro golpe seguirá haciendo creer a la «opinión pública» hondureña que todo esta bien, y que Micheletti y su troupe son poco menos que cruzados por la democracia incomprendidos por el resto del mundo. Hacia afuera, el trabajo lo realizan las agencias de noticias que ya instalaron el escenario: en Honduras hay una «crisis política», pero no por el golpe, sino porque fracasó el diálogo.

De paso, el fracaso del diálogo se lo asignan con más claridad al presidente constitucional, Manuel Zelaya, a quien muestran como «intransigente» por querer volver a ejercer la presidencia.

Esta estrategia, de cualquier forma, no termina de tapar el fracaso de la OEA, (Olvidemos Este Asunto, por sus siglas en español) y de su secretario general, José Miguel Insulza, quien envió a su ex jefe y compatriota, el ex presidente chileno Ricardo Lagos, a caer sin red en un papelón político mundial.

Del ridículo, cuando está consumado, jamás se escapa. Aun así, Lagos abandonó Tegucigalpa antes de que se cumpliera el plazo máximo para establecer el gobierno de transición y la maniobra quedó clara: la «solución» de la OEA y Estados Unidos resultó en un ardid para que los golpistas ganaran tiempo y se consumara la operación de prensa: ahora Zelaya era «el malo», por intransigente.

Pero más allá de la operación política y de prensa con el sello del Departamento de Estado, el fracaso de la salida negociada terminó de arrebatar la iniciativa política que Manuel Zelaya había recuperado cuando apareció en la embajada de Brasil. La movida pareció hacer naufragar a los golpistas, pero justo a tiempo y con imprescindible ayuda externa, se nivelaron las cargas y el bote siguió a flote.

Pero no todo el mérito puede atribuirse a los Estados Unidos y al establishment de la OEA. También es necesario revisar otros roles, como el del propio Zelaya y el de los países latinoamericanos que no se alinean automáticamente con Washington.

Los límites de Zelaya

En una entrevista telefónica en La Radio del Sur, tuvimos la oportunidad semanas atrás de consultar a Zelaya sobre la salida de la mesa del diálogo del coordinador del Frente de la Resistencia contra el golpe, Juan Barahona. Su respuesta lo pinta de cuerpo entero, nos dijo que Barahona «no es miembro del gobierno», y como tal, su salida de la mesa de negociación «no era un problema». Dijo Zelaya en la misma entrevista que «el diálogo» (el mismo que resultó en celada días después) seguía en marcha.

No acusamos aquí al presidente constitucional de Honduras por no predecir el futuro, pero aquella respuesta encerraba una decisión política: Zelaya no estaba dispuesto a pactar y pautar con la resistencia (que puso y pone los muertos en las calles y campos de Honduras) una estrategia común. Por el contrario, hizo -probablemente- lo único que sus reflejos de político liberal le permitía hacer: negociar intentando simpatizar con Estados Unidos.

Una estrategia que comenzó bien temprano y que, junto a aquel dudoso recurso de tocar y salir de Honduras en la línea divisoria en la frontera con Nicaragua, le valió el recelo de varios presidentes de la región que se llamaron a un correctísimo silencio cuando vieron que sus llamados a la restitución democrática en Honduras sonaban más claros que los del propio interesado.

La recepción algo fría que Zelaya recibió de sus pares de la UNASUR en agosto en Quito no se debió a la circunstancia y la pompa del evento. La cautela dominó las declaraciones de los Jefes de Estado, que decidieron enfocarse en otra cuestión urgente: las bases militares de Estados Unidos en Colombia.

Así, ya cuando apenas un mes desde el golpe, los presidentes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), más Argentina, Paraguay y Brasil comenzaron a hablar de Honduras más por necesidad propia -gritar alto para que otro golpe no siguiera al centroamericano- que en afán de apuntalar a Zelaya. Hay que anotar ahora que la cautela no cedió incluso en el aparente reverdecer de la figura Zelaya con su ingreso a la embajada de Brasil, ya en setiembre. El que se quema con leche…

¿Y en el resto? ¿Cómo andamos?

Pero este escenario no contesta la pregunta del millón. ¿Qué más podían hacer los países de América Latina (cuyos intereses económicos con Honduras son más que limitados) más allá del castigo comercial y la denuncia internacional? Ciertamente, no mucho más.

Y ahora, a pocos días de las elecciones de hecho y con la oligarquía hondureña marcando los tiempos en línea con Washington, fronteras afuera de Honduras sólo queda revisar los síntomas antes de que el virus se esparza.

Algo de esto ya se hizo en Paraguay, donde el golpe parlamentario -aún en ciernes- recibió una respuesta rápida de las fuerzas populares y algunas señales algo más decididas del presidente Fernando Lugo, a quien no le dio resultado su política de mantenerse en el centro durante el primer año de gobierno, si con eso se pretendía conjurar los fantasmas del restablecimiento de la hegemonía post stroesnerista.

Pero en rigor, el remedio al mal de la vuelta de la derecha ya fue probado, con éxito, en Bolivia y Venezuela. Los bolivarianos dieron vuelta un golpe de Estado consumado formalmente en 2002 y el año pasado en Bolivia se conjuró otro luego de meses de asedio de la derecha contra un -por momentos- atolondrado oficialismo.

En los dos casos, el remedio fue el mismo: la movilización popular, más centrada en la defensa innegociable del líder en el caso venezolano y apoyada en organizaciones sociales y sindicales de enorme tradición y convocatoria en Bolivia.

Así, si en Honduras no alcanza el aliento (aún con la renuncia masiva de candidatos) para detener las elecciones amañadas de la dictadura, la derrota deberá ser el punto de partida para construir una organización de nuevo tipo, inédita en la golpeada nación centroamericana, que deberá surgir de la actual resistencia, tozuda y terca, que no cesa a pesar de las decenas de muertos, los centenares de amenazados y las miles de violaciones graves a los derechos humanos cometidas por la dictadura.

Así, los golpistas, en el apuro por restablecer sus privilegios, habrán creado el caballo de Troya que, no ahora ni demasiado pronto, encamine a Honduras a su verdadera independencia.

Fuente: http://deci.me/2009/11/15/honduras-aun-tiene-retorno/