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Idiotas latinoamericanos

Fuentes: Rebelión

Como si se tratara de la ley de gravedad, los pocos latinoamericanos que se enteraron que el Tratado de Lisboa, suscrito por la Unión Europea (UE), entró en vigencia el primero de enero de 2009, se resignaron o mantuvieron, con escasas excepciones, un silencio cómplice. El Tratado sostiene que la UE es dueña de los […]

Como si se tratara de la ley de gravedad, los pocos latinoamericanos que se enteraron que el Tratado de Lisboa, suscrito por la Unión Europea (UE), entró en vigencia el primero de enero de 2009, se resignaron o mantuvieron, con escasas excepciones, un silencio cómplice. El Tratado sostiene que la UE es dueña de los países y territorios de ultramar ocupados por Gran Bretaña, Francia, Holanda y Dinamarca, entre los que se hallan el territorio antártico británico, las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur, las islas Caimán y el archipiélago Bermudas. Holanda, por su parte, mantendrá en las Antillas la ocupación por las armas de Curazao, Bonaire y Aruba, ubicadas a pocos kilómetros de las costas de Brasil y Venezuela.  
 
El 13 de octubre pasado, el Reino Unido comenzó ejercicios bélicos en las Malvinas, con disparos de misiles desde territorio argentino, que caen en aguas territoriales argentinas. El 2006, la Asamblea de la ONU instó a Inglaterra y Argentina a iniciar negociaciones sobre la soberanía de las islas, cuya resolución es ignorada por la UE. En el libro «El Regreso del Idiota», prologado por Mario Vargas llosa, se sostiene que el principal idiota latinoamericano es el Presidente Hugo Chávez por proponer la articulación de las Fuerzas Armadas de Sudamérica. En su criterio, si los latinoamericanos desean recuperar territorios y los recursos naturales que contienen son idiotas. Si los europeos adoptan medidas agresivas para mantener el saqueo colonial, son inteligentes.
 
¿Podría imaginarse la reacción europea y estadounidense si Brasil y Argentina decidieran preservar conjuntamente las ingentes reservas de gas de la costa brasileña y garantizar la explotación de los hidrocarburos del Atlántico Sur?  Recuérdese que en septiembre de 2009, Brasilia adquirió de Francia un submarino nuclear a fin de evitar que EEUU se apropie de los campos «pre-sal», ubicados en la Bahía de Santos, para lo cual el Pentágono desplegó su Cuarta Flota Naval e instaló bases militares en Colombia. Tampoco debe olvidarse el decisivo apoyo de Ronald Reagan a Margaret Thatcher en la Guerra de las Malvinas (1982), pese a estar vigente el Tratado  Interamericano de Defensa Recíproca (TIAR).  
 
Los días 28, 29 y 30 de septiembre pasados, la Universidad Nacional de Lanús fue sede del Primer Congreso Latinoamericano: «Malvinas, una causa de la Patria Grande» (ver www.patriagrande.org.bo), en el que se destacó la decisión del Presidente uruguayo, José Mujica, de impedir que, en semanas precedentes, un barco de guerra inglés que viajaba a las Malvinas se abastezca de combustible en el puerto de Montevideo. Se realzó, asimismo, la condena de Lula al Reino Unido por mantener la ocupación de las Malvinas, ubicadas a 14.000 kilómetros de su territorio, arrebatadas al pueblo argentino mediante la invasión del 2 de enero de 1833.
 
Sin embargo, la solidaridad con la Argentina carecerá de eficacia en tanto Cristina Fernández de Kirchner no derogue el aún vigente tratado de «eterna» amistad suscrito por Buenos Aires y Londres, el 2 de febrero de 1825, anule en anexo económico al Tratado de Madrid, de 1990, por el que el país agredido concede a Inglaterra la condición de nación más favorecida en materia comercial e inversiones, no revoque al Barclays Bank de Londres (accionista de la Desire Petróleum que explora el petróleo de las Malvinas) la autorización para negociar el canje de la deuda externa, no derogue las concesiones a la British Petróleum en la cuenca petrolera argentina y ponga fin a la abrumadora presencia de empresas de la Commonwealth en la explotación de los recursos mineros del país hermano. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.