Estos diálogos publicados en el periódico Il Fatto no están tomados de la serie Los Sopranos. Gennaro Mokbel, un capo de la ‘Ndrangheta [mafia calabresa] habla con el senador Nicola Paolo Di Girolamo, del Partido de la Libertad berlusconiano. «Me has tocado las pelotas, te lo digo sin rodeos, Nico. Si te ha entrado candiditis, […]
Estos diálogos publicados en el periódico Il Fatto no están tomados de la serie Los Sopranos. Gennaro Mokbel, un capo de la ‘Ndrangheta [mafia calabresa] habla con el senador Nicola Paolo Di Girolamo, del Partido de la Libertad berlusconiano.
«Me has tocado las pelotas, te lo digo sin rodeos, Nico. Si te ha entrado candiditis, si tienes senadoritis es un problema tuyo, pero atento, que llevas tres salidas de tono y me he callado: hoy me has tocado las pelotas mucho, Nico. ¿Entendido? A otro le habría metido un cabezazo, pero tú me caes bien. Puedo caer una, dos, tres veces. Pero ahora basta ya.»
«Me importa un carajo. Lo que me digas… Por mí, Nico, como si llegas a ser Presidente de la República, para mí siempre serás mi portero, para mí tu eres siempre mi portero, en el sentido de que eres esclavo mío, tú cuentas lo mismo que un portero, ¿está claro, Nico? Recuerda: a mí el dinero, el poder me importan un carajo, pero recuerda, Nicola, que por los detalles me puedo matar, y puedo hacer daño.»
«Te ha gustado que te digan ciertas cosas, así que ahora acuérdate de que te toca pagar todas estas letras de cambio que has abierto. Además tienes que pagar el descuento con tu vida, porque tú ya no tienes ni tendrás una vida.»
Estas fotos que verán a continuación tampoco son de Los Soprano. En la primera se ve al senador Di Girolamo con el capo de la ‘Ndrangheta Franco Pugliese. Están en una cena electoral del Partido de la Libertad berlusconiano.
Hubo un tiempo en que todo el mundo sabía que existían las mafias pero nadie podía probarlo. Leonardo Sciascia tenía que recurrir a las paradojas del libro Sobre la teología mística de Dionisio Aeropagita para que se entendiera que él sabía que la mafia existía (véase el prólogo a Todo modo). Pasolini lanzaba su célebre J’accuse: «Yo sé, pero no tengo pruebas«.
Hoy no sólo se sabe que la mafia existe. Se escuchan sus voces, se ven fotografías. Y sin embargo, el Parlamento salva al senador di Girolamo, que seguirá desempeñando su actividad parlamentaria como miembro de la III Comisión de Asuntos Exteriores. El senador Cuffaro, ex gobernador de la Región Sicilia, condenado en apelación a siete años por haber favorecido a Cosa Nostra, hizo esta apología del acusado: «Háganse cargo de lo que pasará. ¡Si ustedes votan por el fin de la inmunidad, este hombre será detenido!».
Hoy Roberto Saviano, en La Repubblica, dice que la verdadera emergencia no es saber todo esto. Ya se sabía todo: «La emergencia es que todo pase como otro escándalo silencioso más, al que la gente se resigna. La emergencia es que todo esto no le haga a la gente sentir en su corazón, en su estómago, en su mente una indignación que lo lleve a rebelarse y a decir: ‘Basta ya'».
Tal vez Saviano no quiera ver la realidad, y la realidad no es otra que la de un pueblo que admite que su presidente sea un corrupto. En un artículo titulado «Jefe corrupto, nación infecta», publicado en Il Manifesto, Asor Rosa afirmaba: «Este hombre es así de popular no a pesar de sus culpas, sino gracias a ellas».
Es posible que tenga razón. Los hechos hablan por sí solos: las mafias, cuya facturación llega a los 130.000 millones de euros (Eurispes, 2008) son la primera empresa del país; el 27% de los italianos, o sea, uno de cada cuatro declaró una renta cero, es decir, se negó a pagar los impuestos; las denuncias por corrupción crecieron en 2008 un 229% respecto a las del año precedente.
Italia, según el artículo 1 de su maravillosa Constitución, es «una República fundada en el trabajo». Hoy, como dice Roberto Morrione, director de Liberainformazione, «es una República autocrática, fundada en la corrupción y la evasión fiscal». Quién sabe si los italianos han aceptado este sistema porque se sabía pero no se sabía. Hoy se sabe, se ve y se oye.
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