«No hay que tensar demasiado el arco». Tomas Mann, Muerte en Venecia. En el mundo entero están en marcha bruscas modificaciones climáticas que alteran el paisaje urbano y rural, con sus trágicas consecuencias sociales. Eso se evidencia con lo acontecido recientemente en la ciudad italiana de Venecia, que soportó unas inundaciones que no se […]
En el mundo entero están en marcha bruscas modificaciones climáticas que alteran el paisaje urbano y rural, con sus trágicas consecuencias sociales. Eso se evidencia con lo acontecido recientemente en la ciudad italiana de Venecia, que soportó unas inundaciones que no se vivían desde 1966. Aunque parezca ser un caso más, en apariencia aleatorio, de la inestabilidad climática que ha generado el capitalismo realmente existente, lo que sucede en Venecia es un anticipo de lo que se avecina, y ante lo cual siempre se opta por la disonancia cognitiva de mirar para otro lado, aunque ese otro lado esté cada vez más alterado climáticamente hablando.
Suben las aguas del Mediterráneo
Venecia es una ciudad italiana excepcional, porque en sus calles no circulan automóviles, dado que no tiene ni autopistas ni carreteras, sino canales de agua que comunican los diversos barrios y cuyos habitantes se desplazan en góndolas, unas pequeñas embarcaciones que son impulsadas por remos. Una buena parte de la villa está siempre inundada, puesto que algunos lugares se encuentran a 90 centímetros por encima del nivel del mar.
Es frecuente que las mareas suban en promedio hasta 105 centímetros, sin que eso implique que se inunden todas las calles y plazas de la ciudad. A esta marea se le conoce como acqua alta. Pero el 13 de noviembre se presentó un fuerte temporal, que elevó las aguas 187 centímetros. Aparte de la marea normal, se tornan más frecuentes los aumentos por encima de 140 centímetros, como resultado del trastorno climático que ha elevado la superficie de las aguas en 30 centímetros en los dos últimos siglos. El resultado fue catastrófico porque fueron inundados sitios de habitación, hoteles, la basílica de San Marcos y la plaza que la circunda y murieron dos personas.
En Venecia estamos viendo en vivo y en directo una de las consecuencias más funestas del trastorno climático, como lo es la elevación del nivel del mar, algo que se va a sentir con gran fuerza en el Mar Mediterráneo, cuya temperatura aumenta rápidamente. O dicho de una forma más directa: es un hecho irreversible el hundimiento de Venecia, que al final de este siglo ya estará cubierto por las aguas. Y mientras tanto, un 75% del territorio de Venecia se irá inundando hasta por periodos de ochos meses al año.
Pero los políticos conservadores de Italia y de Venecia no creen que exista algún cambio climático y se niegan a tomar medidas que lo atenúen a nivel local. Eso se ejemplifica con lo sucedido al Consejo Regional de Véneto, que es controlado por la Lega, una formación política de extrema derecha, que cuando subían las aguas en Venecia decidió rechazar cualquier medida para mitigar el cambio climático, y cuyas instalaciones se inundaron a las pocas horas de la votación negacionista.
La marea destructora del turismo de masas
En la actualidad Venecia es una pequeña ciudad donde viven 50 mil personas, una cuarta parte de los residentes en 1950. En un poco más de medio siglo Venencia ha visto perder el 75% de sus habitantes, extraño fenómeno demográfico que es resultado del turismo de masas que asola al lugar y a sus habitantes nativos. Este es un resultado directo del hecho desgraciado de que Venencia haya sido convertido por la Unesco en un patrimonio cultural de la humanidad, lo cual abrió la puerta literalmente a la llegada masiva de turistas, que como hormigas invaden la ciudad y obligan a partir a sus habitantes, asfixiados por el ruido, la contaminación y la suciedad que dejan a su paso los visitantes ocasionales.
No puede ser de otra manera en una Ciudad que recibe cada año (léase bien) entre 30 y 35 millones de turistas, algo así como al equivalente de 600 turistas por cada habitante local. Un 2% de esos turistas son traídos en grandes cruceros, lo cual tiene un efecto nefasto sobre los ecosistemas locales y han convertido a Venecia en el tercer puerto más contaminado de Europa, solo superado por Barcelona y Palma de Mallorca.
El turismo destruye ecosistemas y culturas y Venecia no es la excepción, puesto que se ha impuesto el modelo estadounidense de Disneylandia de convertir la ciudad en un parque temático, ocupado por grandes millonarios que ocasionalmente van una vez al año a pasar vacaciones durante una semana. Y eso viene acompañado de lo que arrastra el turismo de masas, estupidez incluida, como las horribles tiendas de ventas de recuerdos al turista, que comercian artículos Made in China y la reducción acelerada del espacio público, a costa de la imposición de los negocios privados del capital transnacional.
Es elemental que Venecia esté a punto de colapsar, porque difícilmente puede atenderse de manera permanente un flujo poblacional de millones de habitantes que desborda la capacidad de los servicios básicos de la ciudad, tales como la gestión de residuos, limpieza de las vías, transporte urbano, agua potable, consumo de energía, todo lo cual ni siquiera se alcanza a cubrir con las ganancias monetarias que deja el turismo.
Dos mareas de la muerte
Las dos mareas que están matando a Venecia, la del trastorno climático y la del turismo de masas, son las mismas que afectan y afectarán en el futuro inmediato a gran parte del planeta. Debe recordarse que el aumento del nivel del mar en diversos lugares ocasionará la desaparición de ciudades enteras, en todos los continentes en los próximos treinta años, afectando, por lo menos, a unos 300 millones de personas, entre ellas las ciudades estadounidenses de Boston, Miami y Nueva York.
Esas dos mareas no son producto de la naturaleza o de la fatalidad, son un resultado directo del capitalismo, con su lógica destructora que le rinde culto a la ganancia, al consumo, al despilfarro, a la conversión de todo lo que encuentra a su paso en algo desechable, como sucede con las ciudades, y Venecia es solo un ejemplo entre muchos a nivel mundial. En conclusión, Venecia es una muestra de lo que se viene para gran parte del mundo, con la particularidad de que es noticia de primera plana porque está ubicada en la «civilizada» Europa.
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