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Los gobiernos del SPD y los verdes abrieron la puerta a las políticas de austeridad que se ceban con el Sur de Europa

La austeridad en Europa, el precedente alemán

Fuentes: Rebelión

«Alemania ya hizo en su día los deberes», truenan los medios conservadores. Y no les falta razón, desde una cosmovisión neoliberal. Los gobiernos de coalición entre la socialdemocracia y los verdes (1998-2005) aplicaron -tras 16 años de hegemonía conservadora, bajo la cancillería de Helmut Kohl – una agenda neoliberal de austeridad leonina y crueles recortes, […]

«Alemania ya hizo en su día los deberes», truenan los medios conservadores. Y no les falta razón, desde una cosmovisión neoliberal. Los gobiernos de coalición entre la socialdemocracia y los verdes (1998-2005) aplicaron -tras 16 años de hegemonía conservadora, bajo la cancillería de Helmut Kohl – una agenda neoliberal de austeridad leonina y crueles recortes, que allanaron la tarea a la actual canciller Ángela Merkel. Medidas muy similares son las que castigan hoy a las clases populares de la periferia europea.

La coalición forjada en 1998 entre el SPD de Gerhard Schröder y los verdes de Joschka Fischer había generado entre la población «muchas esperanzas de un cambio real», comenta Klaus Ernst, dirigente de Die Linke (La Izquierda) y miembro del sindicato alemán del metal durante más de 40 años. «Se pensaba que podía darse un giro a las políticas neoliberales que habían beneficiado a la banca, la gran industria alemana, y la gente con salarios muy altos». Pero, en sólo un año de gobierno rojiverde, se vio que no se pretendía gobernar para las mayorías ni romper con el neoliberalismo de la CDU.

Klaus Ernst, quien ha impartido una conferencia en la Universitat La Nau de València invitado por Red Pública, fue expulsado en 2004 del SPD después de 30 años de militancia. Un año después contribuyó destacadamente a impulsar la «Alternativa Electoral para el Trabajo y la Justicia Social» (WASG), muy crítica con las políticas económicas del ejecutivo del SPD y los verdes. En pocos meses, WASG superó los 10.000 afiliados y contó con el apoyo de Oskar Lafontaine. Ya en 2007, y gracias al acuerdo de la alternativa electoral con el PDS (antiguos comunistas de la RDA), se fundó Die Linke.

El dirigente de La Izquierda subraya las coincidencias con la situación actual en el estado español. El SPD y los verdes «traicionaron» los programas electorales con los que ganaron las elecciones y desarrollaron una política de recortes contra la mayoría de la población. Una de las primeras medidas, tras acceder al gobierno en 1998, consistió en subir los impuestos a las indemnizaciones por despido, recuerda Klaus Ernst. En muchos casos las compensaciones se quedaron en cantidades ridículas. El segundo gran ataque lo sufrieron las pensiones, que hasta ese momento se regían por un sistema paritario financiado el 50% por las empresas y los trabajadores. El ejecutivo de Schröder no sólo redujo el importe de las pensiones, sino que aconsejó a los trabajadores que suscribieran planes privados.

Tampoco quedó incólume el sistema nacional de salud: Se incrementaron los pagos por medicamentos y se estableció una cuota por asistencia al médico. En plena bacanal austeritaria, se retocó asimismo la fiscalidad. Señala Ernst que el tipo máximo del 53% (en el impuesto de la renta a las personas físicas) que había dejado Kohl, lo rebajó hasta el 42% el gobierno de socialdemócratas y verdes. También se redujeron los impuestos a las empresas. El corresponsal de La Vangurardia en Berlín, Rafael Poch, recuerda en un artículo publicado en este periódico que el impuesto de sociedades fue rebajado en 2000 desde el 45 al 40%, y que en 2002 se redujo hasta el 25% (el periodista añade, citando diferentes estudios, que las rebajas fiscales en Alemania a ricos y empresas en la última década representa el 15% del PIB).

En el año 2003 se redobló el tijeretazo y la política de reformas del gobierno rojiverde, con la proverbial Agenda 2010. Se impulsó, así, un conjunto de medidas para desregular el mercado de trabajo, de manera que los jóvenes podían encadenar varios años de empleos precarios para luego ser despedidos sin indemnización alguna. Además, se entró a degüello en las políticas de protección a los parados y las prestaciones por desempleo. ¿A qué intereses respondía la Agenda 2010? «El objetivo era hacer a Alemania competitiva reduciendo los salarios, hasta el punto de que, hoy, el país cuenta con el sector de sueldos bajos más importante de Europa», responde el economista y miembro de Die Linke.

¿Cuál fue la respuesta ciudadana a las políticas neoliberales y de recorte de derechos? Se organizaron manifestaciones importantes, que empezaron en Leizpig (ciudad de la antigua RDA) y se bautizaron como las «Marchas de los lunes». Se extendieron después las convocatorias a otras grandes ciudades de manera que, un año después de su aprobación, cientos de miles de personas salían a la calle contra la Agenda 2010. En este punto, Klaus Ernst señala uno de los problemas cruciales: el rol de los sindicatos. «La jerarquía de las organizaciones sindicales se identifica con el SPD». Tampoco en aquel momento se emplazaba a la izquierda de la socialdemocracia una alternativa «viable», apunta. En conclusión, «es cierto que hubo respuesta ciudadana, pero no la suficiente».

La acción de gobierno de Schröder y los verdes condujeron a que Alemania acumulara, por su política de dumping salarial, un superávit exorbitante en la balanza comercial, mientras que los países de la periferia europea presentaban déficit cada vez mayores. «Cuando se comparte una moneda, debe haber un equilibrio en las balanzas comerciales de los países que integran la Unión», subraya Ernst. «O en Alemania se incrementan los salarios y, por tanto, se reducen estos desequilibrios, o la moneda única no puede mantenerse», explica el dirigente de izquierdas. Otra opción es que los países del Sur cancelen una parte de la deuda. En resumen, «todo responde a una estrategia premeditada de Alemania para devaluar salarios e incrementar la productividad, sin que el resto de competidores puedan devaluar su moneda».

Muchas de los problemas proceden de la misma raíz de la Unión Europea. Klaus Ernst explica que ésta se constituyó como una unión de países basada en el mercado, con la reducción de barreras al comercio y una progresiva integración económica. «La política social fue siempre secundaria», apunta. Hoy, con la unión monetaria todavía en vigor (no se sabe por cuanto tiempo), sigue sin haber políticas económicas y fiscales compartidas. Se comparte, eso sí, la obsesión neoliberal y por la austeridad. «Sin resolver estos problemas, la Unión Europea no podrá sobrevivir». Así de simple. Por lo demás, recuerda el político de Die Linke que su partido es el único que en el parlamento alemán ha votado sistemáticamente contra las políticas de austeridad, que se traducen en sacrificios y severos recortes para los países del Sur.

El catedrático Vicenç Navarro ha insistido en numerosos artículos sobre el impacto de estas políticas, que tuvieron como abanderados al SPD y los verdes alemanes. El pasado 9 de noviembre escribía en «Público» («¿Por qué la socialdemocracia no se recupera en Europa?») acerca de las cifras que supuestamente avalan y acreditan estas medidas: el paro (11,3% de la población activa en 2005) se redujo, y las exportaciones aumentaron de modo que la balanza comercial pasó de un déficit del 1,7% del PIB a un superávit del 7,4% del PIB.

Pero a continuación, el catedrático de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra señala los «efectos colaterales» de estas decisiones: el sacrificio de la clase trabajadora alemana, cuyos salarios se estancaron y permanecieron muy por debajo de la productividad; los salarios bajos y en condiciones de gran precariedad en un tercio del mercado laboral; se optimizan las exportaciones (que actualmente alcanzan el 52% del PIB) a costa de la demanda doméstica; la reducción de las importaciones de los países de la Eurozona (sobre todo de la periferia), lo que llevó a un freno al estímulo y el crecimiento en esos países. En resumen, «se inició así una tendencia a la baja salarial en Europa a fin de aumentar la competitividad, causa del estancamiento económico en esos países periféricos y de toda Europa».

También desde la academia, el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, Juan Torres López, completa la argumentación en el artículo «Alemania contra el euro» (marzo de 2013). De 1998 a 2008 (casi toda la década con gobiernos del SPD y los verdes), la riqueza del 10% más opulento de Alemania pasó del 45% al 53% del total y la del 50% más pobre, del 4% al 1%. «Esas circunstancias pusieron a disposición de los bancos alemanes ingentes cantidades de dinero. Pero en lugar de dedicarlo a mejorar el mercado interno alemán y la situación de los niveles de renta más bajos, lo usaron (unos 704.000 millones de euros hasta 2009, según el Banco Internacional de Pagos) para financiar la deuda de los bancos irlandeses, la burbuja inmobiliaria española, el endeudamiento de las empresas griegas o para especular, lo que hizo que la deuda privada en la periferia europea se disparase y que los bancos alemanes se cargaran de activos tóxicos (900.000 millones de euros en 2009)». Y así hasta hoy.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.