Ciertamente no podemos decir que todos los sistemas electorales son iguales en Europa pero si que existe un cierto cansancio en la ciudadanía y el signo más llamativo de todos es la apatía que generan las elecciones legislativas. Esto se ha visto claramente en las últimas elecciones legislativas francesas donde en la primera vuelta la […]
Ciertamente no podemos decir que todos los sistemas electorales son iguales en Europa pero si que existe un cierto cansancio en la ciudadanía y el signo más llamativo de todos es la apatía que generan las elecciones legislativas. Esto se ha visto claramente en las últimas elecciones legislativas francesas donde en la primera vuelta la abstención superó el 51% y en la segunda alcanzo el 57,36%.
Si bien en España, en diciembre de 2015, pareció animarse la participación y reducir la abstención por debajo del 27%, lo cierto es que la repetición de generales en 2016 volvió a elevar la abstención hasta el 30,16%, valor en torno al que se sitúa habitualmente.
Otras formas de participación ciudadana, como es el caso de los referendums tan revindicados últimamente como el «súmmum» de la democracia, nos dejan experiencias bastante frustrantes por la Comunidad Autónoma Catalana. En el referéndum del Estatut de Cataluña de 2006 más de la mitad de los convocados no fueron a votar (51,15%), siendo como era un referéndum legal, legitimo y vinculante. En 2014 el seudo-referéndum del 9 de noviembre, donde a nadie se le impidió ir a votar y las urnas estuvieron abiertas una semana, el absentismo se situó por encima del 63% de los convocados. Durante muchos años el absentismo en las elecciones autonómicas en Cataluña se situaba en torno al 40%, unos 10 puntos por encima del que se daba en las generales. Es lo que se llamó «abstencionismo diferencial» por el que los socialistas ganaban en las generales y perdían en las autonómicas.
Dicha tendencia cambió con las elecciones de 2012 situándose en torno al 32% y acabó de bajar en el 2015 en las elecciones del 27S con una altísima participación (22,56% de abstención) dado el carácter plebiscitario que el nacionalismo les quiso imprimir. Si bien es el momento más álgido del independentismo en torno a un 36,83% también supuso el porcentaje más alto, en autonómicas, del no independentismo: el 39,90%. Datos sobre el censo.
Samir Amin califica, en un artículo en TopoExpress, de farsa siniestra las elecciones francesas y afirma que tras votar contra la constitución europea y desoírles el gobierno «La lección que sacó de ello el pueblo francés fue simplemente que el voto había perdido su alcance decisivo y que ya no valía la pena acudir a las urnas». Yerra en algunos datos pero sus conclusiones son validas. Lo cierto es que en las presidenciales la participación fue alta, con tan solo un 22,23% de abstención en la primera vuelta y un 25,44% en la segunda. Ciertamente el apoyo a Macron en la primera vuelta supera por poco el 18% del censo (algo más, poco, de lo que afirma Amin), si bien en la segunda el soporte que obtiene es el 43,61% del censo y con ello sale elegido presidente. A tener en cuenta que en la segunda vuelta el porcentaje de blancos se multiplica por 4,5 y el de nulos por 3,6 respecto a la primera.
No se puede decir que en las presidenciales la ciudadanía francesa peque de pasotismo. Los niveles de participación indican una alta preocupación por quien ocupa la silla presidencial. Es decir al electorado le preocupa mucho quien es quien gestiona el ejecutivo. En cambio no parece preocuparle la elección de sus representantes en el legislativo. Ese desdoblamiento en el interés solo se visualiza en Francia donde las elecciones del ejecutivo -el presidente francés tiene competencias ejecutivas, también preside el gobierno- y el legislativo están claramente separadas. Otra cosa es que el nombramiento de primer ministro implique conflictos cuando la mayoría del legislativo no coincide con la línea del presidente.
En los sistemas como el español, británico, alemán o italiano, independiente de los matices, donde solo se vota el legislativo y de este deriva la elección del presidente o primer ministro del gobierno, se puede observar que la abstención es menor, aunque importante. Abstención en últimas elecciones: España 2016: 30,16%; Reino Unido 2017: 30,9%; Italia 2013: 24,8%; Alemania 2013: 28,5%. Y ello es debido a que en el fondo lo que se decide no es tanto el sentido de la legislación y control del ejecutivo o del judicial, sino quien es quien dirigirá el gobierno. Al menos esa es la conclusión lógica a tenor del debate entre ciudadanos.
Podríamos a partir de esta consideración poner en duda si el conocimiento del sistema separación/división de poderes está asumido o comprendido por la ciudadanía o incluso si es el mismo poder político el interesado en que tal cosa no se entienda. En España es habitual oir comentarios tipo «Rajoy ha sido elegido por los españoles para Presidente del Gobierno» o criticar en Cataluña «A Puigdemont nadie le eligió para Presidente de la Generalitat». En el primer caso era el primero de la lista por Madrid y en el segundo en el cuarto de la lista por Gerona. La realidad es que nunca se les eligió pues nunca hubo elección universal para dichos cargos, fueron elegidos por los parlamentos correspondientes.
Sistema electoral francés: Circunscripciones Uninominales a dos vueltas
Otras causas posibles del desapego francés por las elecciones legislativas puede devenir del sistema de votación tan envidiado por algunos por estos pagos. Permitidme destriparlo un poco.
La Asamblea Nacional de Francia la componen 577 diputados elegidos cada uno de ellos en una circunscripción electoral uninominal. Se realizan dos votaciones. Si en la primera un candidato obtiene más del 50% de los votos emitidos y además supera el 25% del censo sale elegido y ya no se vuelve a votar en dicha circunscripción. Podrán ser candidato en la segunda vuelta aquellos que hayan conseguido un mínimo del 12,5% del censo (del censo, no de los votos emitidos); si nadie, o solo uno, cumple dichos requisitos, la segunda vuelta será entre los dos candidatos más votados, independientemente del porcentaje. En las elecciones de 2012 fueron 39 elegidos en la primera vuelta, en las presentes tan solo 4. Hecho este último que apunta a una crisis del sistema de partidos, que bien tendría que ver con la desconfianza que apunta Samir Amin en su artículo.
Así pues la primera vuelta tiene una función de eliminar opciones obligando al votante a orientar su voto al menos malo de la oferta reducida de la que dispone.
Veamos los resultados:
En la columna de «pérdidas y ganancias» del cuadro 1 podemos ver que el sistema de dos vueltas premia a los dos partidos más votados, incrementando un 22,45% sus votos el partido de Macron y un 13,06% el antiguo partido de Chirac y Sarkozy. Llama la atención el incremento de votos del Movimiento Democrático de Bayrou en 18,07%. Los socialistas que en 2012 se beneficiaron del sistema e incrementaron sus votos en la segunda vuelta en casi un 25% han quedado seriamente perjudicados en estas elecciones perdiendo más de un 38% de votos. Los grandes perdedores, tercer y cuarto puesto en la primera vuelta, en esta segunda vuelta son el Frente Nacional (46,8%) y La Francia Insumisa (68,6%). Sin embargo el sistema de dos vueltas supone para el ecologismo la práctica desaparición ya que pierde casi todos sus votos, más de un 97%, en 2012 no pudieron optar a la segunda vuelta en ninguna circunscripción.
Como se puede ver en la gráfica 1 la criba de la primera vuelta es demoledora y asegura un sistema mayoritario con la segunda. Pero si nuestro análisis se quedara ahí no dejaría de ser una visión superficial del sistema electoral. Para poder valorar la relación entre los votos obtenidos y la representación institucional debemos ahondar en el conocimiento del sistema.
La deformación de la voluntad popular
La regla para valorar si un sistema es fiel reflejo de la voluntad de los ciudadanos es comparar los porcentajes de voto que obtiene cada candidatura con la representación que dicho sistema le asigna. Se puede especular con el argumento de que no se vota a partidos pero tal cosa no deja de ser un engaño para niños. La evidencia es que se recuentan votos y escaños por partido; el resto es demagogia.
La gráfica 2 (dividida en tres subgráficos para facilitar su compresión) nos permite ver el forzamiento del voto entre la primera y segunda vuelta, pero y más importante aun la deformación entre la voluntad expresada en las urnas y la conformación de la asamblea legislativa. A Macron y su República en Marcha, con un 43% en la segunda vuelta le garantiza la mayoría absoluta en la Asamblea, mientras a los Republicanos, antigua UMP, le ayudaba la segunda vuelta, su representación en el parlamento se minimiza. El tercer, cuarto y quinto partido sufren descaradamente un recorte tanto en la segunda vuelta, como en la representación obtenida. El resto de opciones en general salen malparadas excepto Modem claramente beneficiada, debido seguramente a la concentración de su electorado en zonas que precisarían un estudio más pormenorizado. También parece beneficiado respecto a la segunda vuelta el Partido Comunista por parecidas características de concentración del voto, esta vez en zonas industriales.
Las candidaturas aquí reseñadas como «Divers» se supone que agrupan distintas opciones o partidos en una línea ideologica y que están agrupadas para facilitar la información; la realidad es que impiden un análisis más detallado.
El Índice de Poder de Voto (IPV) y la Circunscripción Única
Con el fin de poder comparar el actual sistema electoral francés con mi propuesta de circunscripción electoral única calcularemos el Índice de Poder de Voto considerando que todos los votos obtenidos por las candidaturas han contribuido a la obtención de escaño. Sabemos que no es así pero eso lo aclaramos más adelante.
La propuesta de calculo para la circunscripción única es repartir los 577 escaños por el método Hare, es decir calcular el coste medio por escaño, obteniendo el valor entero de dividir los votos validos por 577. Los escaños asignados en primer cálculo serán el entero de dividir los votos de cada candidatura por el coste medio, estos no cubrirán el total de escaños (577), los pendientes de asignar, en este caso 10, se asignaran a los 10 restos más altos entre todas las candidaturas.
Utilizaremos para ello los votos de la primera vuelta, ya que en un sistema de circunscripción única no hay nunca dos vueltas y en todo caso la segunda vuelta provocó expulsiones de candidaturas.
Como podemos observar en las columnas del gráfico 3, República en Marcha casi duplica los escaños que le corresponderían por votos; Republicains y Modem también se benefician pero en menor medida mientras el resto de candidaturas pierden representatividad. La circunscripción única ajusta casi como un guante el porcentaje de votos obtenido y la presencia en el legislativo. Tal cosa se ve perfectamente por la línea verde casi horizontal del correspondiente IPV, frente a la dispersión de valores del IPV del sistema actual (granate) entre el 0 y 1,89. Para ver como se calcula el IPV consultar otros trabajos en mi blog «El Valor Real del Voto«.
Hurgando en las Circunscripciones Uninominales
Como decíamos hay 577 circunscripciones, una por cada escaño. La forma de presentar los datos del ministerio del interior francés no facilita la sistematización del estudio. Así pues nos concentramos en la región de París con 18 circunscripciones.
En la circunscripción nº 1 de París salio elegido en primera vuelta M. Sylvain Gaillard de REM con 24.037 votos (50,8% de los votos y el 29, 7% del censo) en las 17 circunscripciones restantes se tuvo que hacer segunda vuelta.
Si nos centramos en la primera vuelta, en la que están todas las candidaturas, sería comparable al sistema británico que comentaba hace unas semanas. Los candidatos habrían salido elegidos con una media de menos de 17.000 votos y un porcentaje del 40% de los votos y lo más grave menos del 23% del censo. El 59% de los que fueron a votar su voto tuvo un IPV igual a cero, no obtuvieron representación. En la segunda vuelta el porcentaje de votantes «sin representación baja a algo menos del 44%, pero la abstención se ha disparado en 9 puntos.
Si al abstencionismo le sumamos los nulos, los blancos y los sin representación se puede decir que el sistema francés tiene una 77% de ciudadanos que no cuentan para nada en las decisiones políticas. Solo una cuarta parte de la ciudadanía tiene representación; esto último teniendo en cuenta la segunda vuelta, en donde solo se les dio a elegir entre dos opciones que condicionaron el voto y la participación.
Es llamativo que algunos diputados salieron elegidos en la segunda vuelta con menos votos que en la primera. Algunos con poco más de 11.000 votos en la región de París. Pero si buscamos en otras -bajarse toda la información tal como esta presentada es un trabajo largo y pesado-, por ejemplo, en la región Seine-Saint-Denis en su primera circunscripción y en segunda vuelta sale elegido el candidato del REM por poco más de 9.500 votos.
Ciertamente extrapolar los resultados directamente de la Región de París puede ser peligroso. En todo caso no parece que un análisis más profundo podría darnos resultados más desalentadores ya que la abstención en las dos vueltas es inferior a la general, con unos siete puntos de diferencia. Esto quiere decir que independiente del porcentaje sobre el voto emitido, respecto al censo el valor bajará como en el caso antes aludido donde esos 9500 votos solo representan el 15,52% del censo.
Costes medios por escaño. Ficticios o reales.
Otro análisis necesario, aunque paralelo al resto, es la comparación de los costes medios por escaño. Aquí podremos comparar los costes ficticios partiendo de la votación en primera vuelta, comparándolos con los costes, reales en este caso, con el sistema de Circunscripción Única.
Como se puede observar fácilmente en la gráfica 4 (nótese que hay valores fuera de gráfica para facilitar la visión de las diferencias) los costes para los grandes partidos en relación con la representación conseguida son más bajos que para el resto. La realidad es que esos costes medios son mucho más bajos para todos y el problema lo determina el sistema. Se puede afirmar que prácticamente todos los escaños, con el sistema actual, tienen un coste inferior a la media nacional situado en 39.261 votos. Revisar cuadro 2. En cambio con el sistema de circunscripción única solo 10 escaños están por debajo de ese valor, los asignados por restos; el resto, 567, costarían exactamente el referido coste medio.
La línea de coste medio con la circunscripción única es horizontal, como lo era el IPV, lo que garantiza la igualdad de ciudadanos y de candidaturas.
Cuando asignaba un IPV a las candidaturas a nivel nacional contando todos los votos recibidos por cada una, para poder compararla con la propuesta de Circunscripción Única, estaba falseando los datos para poder establecer dicha comparación. Para hacerla realmente deberíamos restar todos los votos emitidos para cada candidatura en la que no obtuvieron representación.
Es decir si el partido de Macron (REM) obtuvo 308 escaños quiere decir que los votos obtenidos en las 269 circunscripciones donde no obtuvo representación son votos de ciudadanos no representados, su IPV es cero, su voto no sirvió para obtener representación.
Reflexión final
Es evidente que el sistema electoral español no es el peor del mundo, es un sistema mayoritario disfrazado de proporcional. Frente a sistemas como el inglés o el francés uno podría decir aquello de «virgencita, virgencita, que me quede como estoy» pero seriamos injustos con la ciudadanía y con nosotros mismos. Es evidente que no esta nada fácil cambiarlo mientras quien se beneficia del mismo no este dispuesto a sacrificar una forma cómoda de conseguir la mayoría. Sobre todo porque se necesita esa mayoría para poder cambiarlo. Es «el pez que se muerde la cola».
Por otro lado separar la elección del ejecutivo como se hace en Francia podría abocarnos a una desafección del poder legislativo tan necesario para gestionar la «res publica» y donde la representación ciudadana es tan importante. Es en el parlamento donde se puede establecer la democracia en todas sus formas: participativa, deliberativa y legislativa. Es evidente que es más que mejorable. Por ello hay que reformar el sistema electoral de forma que la voluntad popular se vea fielmente reflejada en su parlamento y realizar las reformas necesarias para que el sistema de elección del ejecutivo sea eficaz en tiempos y formas, llegando a la elección directa del presidente del gobierno, pero siempre a partir del parlamentarismo. En mis propuestas de reforma del sistema electoral español entro en ese tema con más precisión.
Vicente Serrano. Presidente de Alternativa Ciudadana Progresista y autor del ensayo «El Valor Real del Voto». Editorial El Viejo Topo. 2016.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.