El plácet del Tribunal Constitucional de la República Checa fuerza al presidente euroescéptico a rubricar el Tratado de Lisboa. La presidencia sueca fija su entrada en vigor el 1 de diciembre
«Hoy a las tres de la tarde he firmado el Tratado». Un caricontecido Václav Klaus , presidente de la República Checa, anunció ayer que había estampado su rúbrica en el Tratado de Lisboa, tan sólo unas horas después de que el Tribunal Constitucional de su país deses-timara el último argumento esgrimido por los euroescépticos checos para impedir la entrada en vigor de la nueva constitución europea.
Este Estado era el único de los 27 miembros de la UE que no había sancionado aún el texto. Con su visto bueno, desaparece «el último obstáculo» para la ratificación del Tratado, se felicitó ayer el presidente de la Comisión, Jose Manuel Durao Barroso , que dijo «estar muy satisfecho» tras conocer la decisión de la corte checa.
Los jueces de este alto tribunal dieron vía libre a la ratificación del documento al desestimar un recurso presentado por 17 senadores afines a Klaus en el que se sostenía que su contenido vulneraba la Carta Magna del país.
Un superestado europeo
Desde el entorno del presidente checo se asegura que el Tratado de Lisboa obedece en realidad al proyecto de crear un superestado europeo, algo que Bruselas ha refutado de forma tajante.
En su veredicto, los magistrados rechazaron la argumentación de que el Tratado limitará la soberanía del país al traspasar importantes competencias a los órganos de la UE, que tomarán decisiones claves por mayoría y no por unanimidad, como se hacía hasta ahora.
Un Estado «no soberano»
En su breve comparecencia en el Castillo de Praga, Klaus no ocultó su contrariedad. El presidente reiteró que no comparte el contenido del texto ni la decisión del Constitucional de rechazar el recurso. «Con el contenido, no puedo estar de acuerdo porque la República Checa deja de ser un Estado soberano», afirmó. Del dictamen del Constitucional, sostuvo que «no es un análisis neutral, sino una apología política del Tratado de Lisboa».
A pesar de estas quejas, Bruselas recibió ayer con alborozo la decisión de Klaus. Barroso formuló el deseo de que se pueda «avanzar lo más rápido posible en la nominación del presidente del Consejo Europeo y del vicepresidente de la Comisión y alto representante (de Política Exterior)».
El presidente de turno de la UE, Fredrik Reinfeldt , se mostró ayer convencido de que el texto, cuyas negociaciones con los Estados miembros han durado diez años, podrá entrar al fin en vigor el 1 de diciembre. Reinfeldt anunció que «tan pronto como sea posible», convocará una cumbre para elegir los nuevos cargos que prevé el Tratado.
«Una gran responsabilidad»
También el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, aprovechó la visita ayer del primer ministro de Finlandia a la Moncloa para felicitarse por que el Tratado de Lisboa, «tan deseado, tan esperado y tan conveniente», empiece a ver por fin la luz, informa Ana Pardo de Vera. Rodríguez Zapatero reconoció la gran responsabilidad que ello supone para España, que será el país encargado de iniciar la aplicación del Tratado en el semestre de presidencia europea 2010.
La novedad, además, es que la presidencia española de la UE será la primera que habrá de conjugarse con los dos nuevos altos cargos que nombra el Tratado de Lisboa, el de presidente y el de alto representante para la Política Exterior y de Seguridad y vicepresidente. Para Zapatero, ello no supone más que un nuevo reto y «una gran responsabilidad».
Pulso entre Bruselas y Klaus
La ratificación del Tratado de Lisboa por parte de Klaus pone fin a un pulso entre Bruselas y el jefe de Estado checo, que se resistía desde hace meses a ratificar el documento, a pesar de que ambas cámaras del Parlamento de su país habían dado ya su aprobación.
El político euroescéptico se ha visto forzado a rubricar el documento tras prometer la semana pasada que lo haría si el Constitucional le daba luz verde. Antes, el Consejo Europeo había accedido a la exigencia checa de quedar al margen de la Carta de Derechos Fundamentales que acompaña al Tratado, una excepción que también se concedió a Polonia y el Reino Unido.
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