¡Menuda campaña electoral! Pocas ideas, bajezas, zarpazos, excusas, incluso Vespa (1) se aburre. En el Pueblo de la Libertad las consignas de siempre rebosan desprecio contra el adversario. Berlusconi añade una prudente alusión a los tiempos difíciles por venir -recesión, el cambio del euro demasiado alto, el petróleo por las nubes-, debido a los cuales […]
¡Menuda campaña electoral! Pocas ideas, bajezas, zarpazos, excusas, incluso Vespa (1) se aburre. En el Pueblo de
Éste sin embargo no nos pone sobre aviso respecto de las vacas flacas: ¡Suficiente peligro procedente del exterior, han sido la izquierda y el centro izquierda, que lo confundían todo, que se dejaban atar las manos por la nefasta ideología que contraponía patrones y obreros, propietarios y desposeídos, bienes privados y bienes públicos! ¡Desembaracémonos de esta paralizante vergüenza! Esto lo piensa incluso Galli della Logia (2). Poned las riendas en manos más jóvenes y refractarias a las fantasías sociales, e Italia volverá a florecer. Bankitalia y
No estoy pensando en «extremistas», sino en alguien como Caffè, alguien como Bobbio (4), apacibles personas serias, también ellas enviadas al basurero de la historia por Silvio y Walter.
No sorprende que en medio de la general banalidad vuelvan a relumbrar las religiones con sus lejanos relámpagos, pero con su cercana tentación de establecer una nueva hegemonía. No todas ellas, entendámonos, entre nosotros, se agita la iglesia católica apostólica romana, «cuius regio, eius religio». Ratzinger habla desde la pantalla, día si y día no, amén del domingo, los otros días predican los cardenales Bertone y Bagnasco (5). De los otros cultos religiosos tan solo aparece en
Sí. Y que se termine ya de escurrir el bulto con eso de «laicidad sí, laicismo, no». Esa es una distinción inventada hace poco, que, en palabras lisas y llanas quiere decir:
Creo que esa autoridad no debe serle reconocida en absoluto. En primer lugar, ¿cómo se puede hablar de ética, de opciones morales, allí donde no existe libertad de consciencia? Me ha sorprendido que uno de nuestros amigos más cultos, Máximo Cacciari (7), definiera a Karol Woytila, como la más alta autoridad «moral» de su tiempo. Podemos hablar de fe, y es cierto que la experiencia de la fe puede alcanzar grandes alturas, fascinantes, trágicas. Podemos admitir que a menudo van unidos a una «revelación» los fragmentos «sapienciales» que nos hablan intemporalmente. Pero fe y sapiencialidad implican una obediencia que impone límites férreos al saber crítico y a sus instrumentos, sin los cuales no existirían ni la modernidad, ni un pensamiento científico ni, aun menos, político. Tanto más cuando a la hora de imponer límites y vetos, las iglesias resultan ser estructuras completamente terrenales y muy dadas a la prevaricación. ¿O acaso no trataron de convencer durante siglos, de que el poder terrenal no era sino la mera proyección de la jerarquía teológica? No por casualidad la revolución francesa se vio obligada a pasar por la muerte del rey, cuya autoridad se cimentaba sobre la celestial y estaba consagrada por aquella
La iglesia católica apostólica y romana nunca se sobrepuso a la secularización. Un vez fallecido Juan XXlll, sobrevino toda una lenta eliminación de lo que el Vaticano ll aceptaba de aquélla. Con Ratzinger, la eliminación ha pasado a ser impetuosa. Especialmente en Italia no deja de ganar terreno. Resulta ridícula la argumentación justificativa que se da de que el Vaticano tiene su sede en nuestro país. En realidad aquí tiene su sede la clase política burguesa más acomodaticia de toda Europa. El Vaticano ni tan siquiera intenta en Francia hacer una incursión contra las leyes de 1905 (que serían de provechosa lectura para nuestros políticos) y Zapatero ha cortado en seco la intentona de intervenir en las elecciones españolas. Entre nosotros, los gobiernos retiran las leyes en cuanto los obispos se entrometen.
Las vicisitudes de las relaciones italianas entre estado e iglesia son incluso paradójicas. El fascismo hizo el Concordato del modo más cínico: en las escuelas elementales se comenzaba rezando una plegaria, pero después, se le añadía a todas las salsas una paganísima romanidad. Después de 1945, el Concordato hubiera sido abolido si el descreído Togliatti no hubiese preferido dejarlo en pie por temor a que una guerra de religión aislase a los comunistas, y fue un error, la guerra sobrevino de todas formas y los comunistas fueron excomulgados. Fue el católico De Gasperi quien puso límites a las veleidades integristas de Gedda, cosa que Pío Xll no le perdonó. Siempre paradójicamente, fue Craxi, primer ministro socialista, quien confirmó y retocó el Concordato, mientras que el creyente y practicante Scalfaro fue el último presidente de la república que no se doblegó ante la santa sede. Después de esto, el diluvio. Tras la muerte de Karol Woityla, un jefe de estado tras otro, cayeron de rodillas, mientras los líderes de los partidos de izquierdas descubrían haber ido a la escuela de los salesianos. El Opus Dei dejaba la clandestinidad y salía a la luz con gran alharaca, y la señora Binetti (8) entraba directamente en el Partido democrático
Es esta una bandera a recoger por parte de una izquierda que quiera seguir siendo una cosa seria. Recoger las banderas abandonadas en el polvo por otros tiene un cariz un tanto siniestro, pero aferrar aquellas otras ondeantes en manos de la iglesia gorjeando junto a los obispos es un flagrante retroceso. Es incluso ridículo. ¿Cómo definir si no, la decisión del alcalde de Roma de no celebrar uniones si no son heterosexuales porque la santa sede se encuentra en su territorio? ¿Cómo permitir que los obispos veten una ley del parlamento sometida a referéndum sin invitar al Vaticano a que permanezca en su sitio?¿Cómo asistir sin abrir boca a las reiteradas tentativas de este o aquel primado, de resucitar el Non Expedit? (9). Si es un asunto interno de la iglesia enterrar paso a paso el Vaticano ll, humillando una gran esperanza de los creyentes, también debe ser un asunto interno del estado legislar sin interferencias sobre la familia, sobre la sexualidad, sobre la reproducción, sobre el derecho a morir con dignidad. De estos ámbitos que afectan a la más íntima libertad, incluso el estado debería levantar sus reales y respetar las opciones de cada persona, y en primer lugar la de las mujeres, obsesión y enemigo de siempre de una iglesia por completo masculina. Una gran mutación está produciéndose en estos ámbitos y de ella sale transformada incluso la concepción de la vida y de la muerte -un estado moderno, atento, prudente, sigue esta evolución, y no permite a la iglesia promulgar una Fatwa cada semana. Ciertamente es necesario que tenga para ello cierta idea sobre lo que es una ética pública, aquella que madura discutiendo en libertad y con responsabilidad, en los umbrales del tercer milenio. Pero de estas cosas, los líderes del «país normal» no se preocupan.
Ellos tienen los «valores». Menos estado, más mercado para las riquezas, menos república, más Vaticano. Los «valores» de Berlusconi, los de Beltroni, los de Casini, los de Emma Mercegaglia (10), los del cardenal Bagnasco. Se hace sobre ellos un gran discurso. Un «valor» acompaña a cada cacicada, a cada porquería. Si se me permite (y también si no se me permite) muchos de nosotros estamos ya hartos de eso. Nos tropezamos a cada paso con esos valores de hojalata, mientras se vuelve a mirar con mayor desprecio aún que hace un siglo la vida y la libertad del que trabaja en el frenético encenderse y apagarse de millares de empresas sin ley. Asimilados ya ahora a los pobres, a los que se les debe al menos una migaja de compasión.
Si esto no es decadencia moral, disfrazada de confianza en los principios de
NOTAS DEL T.: (1) Bruno Vespa, chocarrero presentador del programa diario de comentario político, de
Rossana Rossanda es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Acaban de aparecer en Italia sus muy recomendables memorias políticas: La ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado], Einaudi, Roma 2005. El lector interesado puede escuchar una entrevista radiofónica (25 de enero de 2006) a Rossanda sobre su libro de memorias en Radio Popolare: parte 1 : siglo XX; octubre de 1917, mayo 1968, Berlinguer, el imperdonable suicidio del PCI, movimiento antiglobalización, feminismo; una generación derrotada; y parte 2 : zapatismo; clase obrera de postguerra; el discurso político de la memoria; Castro y Trotsky; estalinismo; elogio de una generación que quiso cambiar el mundo.
Traducción para www.sinpermiso.info: Joaquín Miras