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Entrevista a Maite R. y Ana S. activistas en apoyo a las personas refugiadas en Grecia

«La interminable burocracia es una estrategia para cansar a los refugiados»

Fuentes: Rebelión

Más de 60.000 refugiados permanecen atrapados en Grecia. En el último mes han sufrido todo el peso de los rigores invernales. Ejemplo de ello es la alerta de ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados) el 15 de enero sobre la situación de unas mil personas en la isla de Samos, incluidos los menores […]

Más de 60.000 refugiados permanecen atrapados en Grecia. En el último mes han sufrido todo el peso de los rigores invernales. Ejemplo de ello es la alerta de ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados) el 15 de enero sobre la situación de unas mil personas en la isla de Samos, incluidos los menores que viven en habitaciones sin calefacción y en tiendas de campaña. Además el año 2016 cerró con cerca de 5.000 muertos a la deriva en el Mediterráneo. Maite R., de 42 años y activista en el movimiento transfeminista de Barcelona, participó en abril de 2016 como voluntaria en el asentamiento de Idomeni, en la frontera entre Grecia y la República de Macedonia.

Desalojado el 24 de mayo de 2016, el de Idomeni fue el mayor campo de refugiados de Europa. En abril de 2016 la policía de Macedonia hizo uso de gases lacrimógenos y pelotas de goma contra los refugiados de este asentamiento que intentaban atravesar la frontera. La actuación policial se saldó con 300 heridos. La activista Ana S., de 37 años, permaneció entre octubre y noviembre en el campamento de Oreokastro, emplazado en una zona industrial de las afueras de Tesalónica. Tras el desalojo del campo de Idomeni, surgieron otros en la periferia de Tesalónica, la segunda ciudad de Grecia, como Oreokastro, Kalahori o Sindos. Las dos activistas han compartido su experiencia en un acto en el Centro Social Okupado y Anarquista L’Horta de Benimaclet (Valencia).

-P: La madrugada del 26 de enero una persona refugiada murió en un incendio ocurrido en el campamento de Diavatá, cerca de Tesalónica. La semana pasada tres personas resultaron heridas tras otra deflagración en el mismo campo. A finales de noviembre una mujer de 66 años y un niño de seis murieron por una explosión de gas en el campo de refugiados de Moria (Lesbos). Dos meses antes un incendio destruyó el 60% de este campamento, lo que obligó a evacuar a 4.000 personas. ¿Cuál es vuestra experiencia en los campos de refugiados?

-Maite R.: La situación en Idomeni permaneció -en términos generales- invisibilizada, incluso en el momento en que estaban más presentes los medios de comunicación. En la mayoría de las ocasiones lo que ocurría en el campo no trascendía. Y me refiero a todo: la proporción de letrinas respecto a la gente que habitaba el asentamiento; la comida insuficiente, además que la existente provenía de la gente voluntaria; el trato a las mujeres embarazadas en los hospitales, a quienes se les practicaba cesáreas «sí o sí». Fueron situaciones que evidenciaban un racismo estructural. No se trataba de un campo militar, Idomeni era un asentamiento que surgió de un modo más o menos espontáneo, en el que los refugiados tenían que permanecer pues no podían continuar más allá en la ruta. Y fue creciendo y creciendo, hasta albergar a 15.000 personas en marzo de 2016, aunque después descendió la presencia de refugiados. Ese mismo mes se cerró definitivamente la frontera entre Grecia y Macedonia. El asentamiento se desmanteló el 24 de mayo.

-Ana S.: Dentro del movimiento libertario hubo mucha gente que se solidarizó con los refugiados, se intentaron constituir estructuras autoorganizadas e incluso en Tesalónica se okuparon algunos edificios para que se alojaran las personas refugiadas como «alternativa» a los campos militarizados. El pasado 27 de julio la policía griega desalojó tres casas okupas en Tesalónica, las de Orfanotrofío, Hurriya y calle Nike. En las tres se acogía a personas migrantes y refugiadas. La operación policial terminó con 70 detenidos y cerca de 30 retenciones preventivas. La casa okupada de Orfanotrofío fue derribada después del desalojo, de manera que resultaron sepultadas toneladas de medicinas, alimentos, ropa y bienes de primera necesidad para personas refugiadas. Esto lo hizo el ejecutivo de Syriza, otro de los gobiernos del «cambio». Además intentaron evitar que los refugiados se autoorganizaran con los grupos anarquistas.

-P: ¿Cuál era la situación de los grupos más vulnerables?

-Maite R.: En Idomeni y por toda Grecia viajaban solos numerosos menores no acompañados; pero ello no quiere decir que lo estén, sino que no tienen a su tutor legal con ellos; ciertamente quedan expuestos a una indefensión brutal. Si se produce una irrupción o registro del gobierno heleno, los chavales pueden acabar en un centro de acogida de menores en Grecia. Sin embargo, creo que existe una política generalizada de suponer que los menores no acompañados no pueden valerse por sí mismos. Es algo que yo me cuestiono. Porque si han conseguido llegar a Grecia, ya han hecho más de lo que muchos adultos pueden conseguir por sí mismos. Además no se tiene en cuenta las necesidades de estas personas, sino que automáticamente se activa un protocolo que nada tiene que ver con los chavales.

-Ana S.: Considero como grupos más vulnerables a los menores no acompañados y a las mujeres. Muchas de ellas se encontraban solas, con uno, dos, tres o cinco hijos, sin más ayuda. En el campamento de Oreokastro (Tesalónica), que contaba con 320 tiendas de campaña y 58 baños para 1.433 personas, el 40% eran niños. En el campo de Derveni, ubicado junto a una carretera y en medio de una zona industrial, el 40% de las 800 personas refugiadas eran menores. En otro campamento, el de Alexandria, donde la mayoría de las tiendas de campaña carecían de protección contra el sol y la lluvia, se daba la misma proporción de niños y niñas. En Thermopyles (Lamia), un campo de mayoría kurda, se hallaban 20 mujeres embarazadas. Esta era la situación el pasado verano, pero se producen constantes cambios, tanto en el número de refugiados como en el estado de los campamentos.

-P: ¿Cómo valoráis el trabajo de las ONG en la atención a los refugiados que llegan a Grecia?

-Maite R.: Creo que las grandes ONG como Save the Children, Médicos Sin Fronteras o Médicos del Mundo son organizaciones en las que hay mucho dinero de por medio, y no están mirando lo que ocurre a su alrededor. Además llegan con un protocolo ya establecido a los lugares donde trabajan. Claro que hacen cosas, pero de una manera muy «rescatista» y «paternalista», nada empoderadora.

-Ana S.: Eran ellos los que gestionaban los campos de refugiados, junto a los militares. ACNUR -Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados- operaba como la gran ONG. Pero había también organizaciones más pequeñas, que se encargaban de determinados campamentos. Yo no digo que el trabajo de Médicos del Mundo o Médicos Sin Fronteras haya sido malo. De hecho, se dio la circunstancia de anarquistas que trabajaban con las ONG, lo que generaba conflictos, porque entre los grupos libertarios se cuestionaba este planteamiento. Pero la verdad es que podía entenderse también como algo positivo, porque implicaba que gente «cañera» participara dentro de las ONG. Esto era un conflicto abierto. Es cierto que las organizaciones no gubernamentales actúan de un modo paternalista y, al final, las personas refugiadas pueden delegar en ellos; esto les hace más difícil la autoorganización, satisfacer las necesidades que tengan en cada momento o incluso poder rebelarse. En definitiva, las ONG pacifican la situación.

-P: ¿Tantas son las diferencias sobre el terreno entre los grupos anarquistas y las ONG?

-Maite R.: La principal diferencia es el enfoque del activismo, es decir, la existencia o no de una conciencia política. Nosotras trabajábamos con los refugiados y procurábamos no hacer nada que ellos pudieran hacer por sí mismos. Sí que había una parte, la que asumíamos como «privilegio», que podíamos realizar nosotros y ellos no, pero por la situación en la que se encontraban. Pero lo que nunca puedes hacer es quitarles la posibilidad de acción y decisión, algo que muchas veces hacen ciertas ONG.

-Ana S.: Los anarquistas pretendían siempre estar al mismo «nivel» que los refugiados, de igual a igual. Se consideraban asimismo personas refugiadas. No se realizaba trabajo asistencialista, sino que se participaba en iniciativas comunes. La casa okupada de Orfanotrofío, en Tesalónica, fue uno de los ejemplos. Tras un primer desalojo (el segundo se produjo en julio de 2016), hubo una reokupación para acoger a personas migrantes y refugiadas de manera autogestionada. Muchas de estas iniciativas tienen lugar en Atenas, principalmente en el barrio de Exarhia, de larga tradición en el ámbito de la autonomía. Además de cubrir las necesidades de alojamiento, hay okupas que funcionan como centros sociales, en los que se redistribuye ropa o comida y se promueven cocinas autogestionadas. Uno de los edificios okupados, el City Plaza Hotel, contaba con un centro médico y de farmacia, peluquería, cocina y bar.

-P: Experiencias de autogestión y empoderamiento…

-Maite R.: En Idomeni muchas de las iniciativas funcionaban de ese modo. Había gente que podía administrar 6.000 comidas diarias. Participaba quien quería, porque no imperaban jerarquías ni se miraba por la condición de refugiado o refugiada. Esto se veía muy claramente, también, en la escuela del asentamiento. Además te encontrabas con una zona en la que trabajaban las ONG; y otra en la que se funcionaba de otro modo, con iniciativas de apoyo mutuo o que surgían directamente de los refugiados. Los activistas podíamos facilitar la materia prima, por ejemplo la madera para la construcción de una escuela, que luego hacíamos entre todos. La gente que iba pasando por allí aportaba su trabajo, aunque también operaba un núcleo que se reunía diariamente en asamblea y organizaba las tareas. Cuando se desalojó el campo, las excavadoras destrozaron las instalaciones y puestos médicos en los que colaboraron miles de voluntarios.

-Ana S.: En el campo de refugiados del municipio de Vasilika, los refugiados se organizaron de manera asamblearia y horizontal. La «No Borders Organization», nombre del núcleo formado mayoritariamente por kurdos, hacía limpieza diaria del campo, mediaba con las ONG y distribuía alimentos. Además organizaron cocinas comunitarias y «mini» supermercados. Grupos de mujeres también promovieron en Vasilika su espacio propio, el «Women Space», sin la intervención de voluntarios o instituciones. En otra de las iniciativas desplegadas en Tesalónica, «Mikropolis», se desarrolló un programa de acogida para migrantes, además de una biblioteca y espacio para niños.

-P: ¿Y en cuanto a la represión?

-Maite R.: Idomeni es un pequeño pueblo griego fronterizo con la República de Macedonia. La represión de los inmigrantes provenía sobre todo de la policía de Macedonia, cada vez que intentaban cruzar la frontera. Las devoluciones «en caliente» se practicaron de manera sistemática en el paso fronterizo. Grupos de activistas acogíamos a estas personas, y les ofrecíamos agua, ayudábamos a sanar las heridas o los acompañábamos al médico. Los voluntarios y activistas padecimos sobre todo la represión del gobierno griego. En Idomeni se reprimió en abril de 2016 a los refugiados con golpes, botes de humo, pelotazos de goma y gases lacrimógenos, que alcanzaron incluso a los niños; esto da cuenta de la brutalidad policial. El día 24 de mayo, tras la movilización de más de 700 policías helenos, decidieron acordonar el asentamiento y desalojarlo. Además de las tiendas de campaña despedazadas, los útiles personales dispersos por el suelo y las instalaciones arrasadas por las excavadoras, cerca de 3.000 personas abandonaron el campo para esconderse en las montañas. Unas 700 intentaron atravesar la frontera que separa Grecia de Macedonia.

-Ana S.: A las personas inmigrantes y refugiadas se las sometía a una especie de chantaje: podían sufrir represalias en el caso de que protestaran. Por ejemplo, se les podía denegar el asilo si contaban con antecedentes policiales. Que pudiera «ficharlos» la policía les coartaba a la hora de rebelarse; de hecho, los agentes policiales detuvieron a personas refugiadas que estaban en contacto con los anarquistas de Tesalónica. Tras el desalojo de Idomeni, siguió el de Bp, Hotel Hara y Eko. Por otro lado creo que, desde nuestro «privilegio» como europeos, hemos de poner nuestro cuerpo llegado el momento. Sabes que a ti no te va a pasar nada, o como mucho que te lleven a juicio. Por eso en las movilizaciones hemos de plantear ser nosotros quienes nos situemos en primera línea.

-P: Por último, ¿cómo valoráis las políticas de la UE respecto a las personas refugiadas?

-Maite R.: El concepto de «refugiado» no se pensó después de la Segunda Guerra Mundial para que gente «no europea» entrara en el viejo continente. De hecho, actualmente Europa no tiene interés en acoger a nadie. Pero también hay un punto en que a todo el mundo le interesa contar con inmigrantes «ilegales» y refugiados, dado que suponen mano de obra barata para la economía sumergida de las grandes empresas. Ya sabemos que a estas les encanta. Ocurre, sin embargo, que la misma norma que ellos han creado les obliga a conceder a estas personas unos derechos. Y entonces deciden que a determinada gente no la dejan pasar. ¿Qué se puede hacer? Facilitar que la gente llegue. Pero no creo que lo hagan los políticos y gobiernos de la Europa «fortaleza».

Ana S.: Las políticas de la UE han consistido en la retención y en tener atrapados a un montón de refugiados en Grecia y Turquía, para que nadie atraviese las fronteras. El objetivo es hacerlo todo de una manera muy regulada, de ahí que la interminable burocracia haya hecho que mucha gente desespere o trate de regresar. Esta es una de las estrategias, hacer que se cansen para que vuelvan a Turquía o incluso a Siria. Además están todos los intereses económicos. Europa ha «untado» a Grecia y a Turquía con dinero, de manera que no sé hasta qué punto no les interesa que continúe la situación. Pero esto es ya una interpretación personal…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.