La sentencia del Tribunal de Apelación de Génova con relación a «los sucesos de la Díaz» [1] no nos devuelve la luz. Pero al menos abre una rendija de verdad y sentido, en la densa y pegajosa tiniebla que envuelve el País. Llega tarde. Tardísimo. A casi diez años de aquella innoble «matanza al estilo […]
La sentencia del Tribunal de Apelación de Génova con relación a «los sucesos de la Díaz» [1] no nos devuelve la luz. Pero al menos abre una rendija de verdad y sentido, en la densa y pegajosa tiniebla que envuelve el País. Llega tarde. Tardísimo. A casi diez años de aquella innoble «matanza al estilo sudamaricano» que nos cubrió de vergüenza ante el mundo. Diez años en los que los responsables han continuado desempeñando los más altos cargos en el «sistema de seguridad». Y en los que han representado a las más delicadas entre las instituciones: las que encarnan el «monopolio de la violencia» y que deberían, por imperativo constitucional, proteger el más elemental de los derechos: el de la integridad de la persona. Diez años durante los cuales las víctimas de entonces -casi todas jóvenes y jovencísimos- han podido crecer y hacerse hombres llevando dentro aquella herida sin cicatrizar, y la imagen de un Estado fundado sobre la ilegalidad, sobre la prepotencia y sobre la impunidad del poder. Pero ahora sabemos que hay en este país al menos un recoveco, una sala judicial, un Tribunal, en el que la verdad que habíamos percibido entonces, todos, sobre nuestra piel puede ser reconocida y «dicha». En la que una palabra, que se corresponde con la realidad, puede ser pronunciada
El Gobierno -¿cabía acaso alguna duda?- constituyéndose en Tribunal alternativo, se ha apresurado a absolverlos. «Plena confianza», ha declarado el ministro Maroni, «nuestros hombres -ha dicho el subsecretario Mantovano- permanecerán en sus cargos», no obstante la gravedad de las condenas y la exclusión de cargos públicos oficiales. Y ha hecho bien en llamarles «nuestros hombres». Porque están hechos de la misma pasta y pertenecen a la misma camarilla. Son, todos ellos, de manera «sistémica», parte de la misma Italia, urdimbre de ferocidad y privilegio, de connivencias amalgamadas y de impunidad ostentosa. Son la Italia que ha practicado la tortura, en Bolzaneto [2], sobre decenas y decenas de chiquillos y chiquillas justo en su primera experiencia de participación política. Son la Italia que ha matado a Carlo Giuliani [3] y ha escupido sobre su cuerpo adolescente. Hoy sabemos -por la encuesta de Perugia- que también son la Italia de la corrupción sistemática y de los intercambios de favores. Aquella de las casas regaladas y de los arrendamientos de favor a hijos y cuñados. La Italia del Enasarco [4] -para entendernos- y de los Anemone [5] y Zampolini.
Son, para acabar, la misma Italia que, con un coletazo venenoso ha sancionado del modo más brutal el fin de la libertad de imprenta, amenazando con la cárcel a los periodistas y condenando a muerte de hecho a los editores que osasen hacer públicos materiales judiciales relacionados con las mismas escuchas sin las cuales nunca se habría alcanzado la verdad sobre los «sucesos de la Díaz»
No quisiéramos que la de ayer fuera realmente la última «buena noticia» que podamos celebrar
NOTAS T.:
[1] Durante el desarrollo de la reunión del denominado «G.8» celebrada en Génova en 2001, se sucedieron manifestaciones populares de protesta en contra de la dicha cumbre, que fueron reprimidas con ferocidad por la policía. Particularmente brutal y sanguinaria fue la agresión policial desencadenada en la Escuela Diaz, edificio en el que habían acampado para pasar la noche jóvenes manifestantes. El lector puede encontrar diversa información, en Internet, incluido wikipedia, como «Fatti della scuola Diaz».
[2] Barrio del extrarradio de Génova en el que se asienta el sinistro cuartel de la unidad móvil de la policía estatal en el que, durante las manifestaciones contra la reunión del G. 8, fueron torturados muchísimos jóvenes manifestantes. Ya en 2008 el tribunal de Génova condenó a 15 de los 44 -nada menos- policías implicados en las torturas. Se puede encontrar información abundante en internet.
[3] Activista del movimiento antiglobalización que fue muerto a los 21 años en las manifestaciones anti G 8 de Génova, al recibir un disparo de un carabiniere, y ser luego atropellado por el vehículo policial en el que iba su homicida. Para justificar el homicidio la policía hizo correr calumnias sobre su comportamiento violento.
[4] Ente que gestiona los fondos de la seguridad social y de la previsión social y que fue privatizado en 1996 pasando a ser una Fundación de derecho privado.
[5] T. Diego Anemone uno de los grandes constructores que se lucró con el dinero proveniente de las obras realizadas para recibir el G 8, y que fueron controladas por una trama corrupta, en la que participaba también Zampolini. Los favores a los que se refiere el texto no solo eran económicos sino también sexuales etc. En mayo pasado el ministro Scajola tuvo que dimitir por haber comprado un apartamento en Roma con dinero negro proveniente de aquella trama .
Marco Revelli , antiguo militante del autonomismo obrero italiano y celebrado estudioso del fordismo y el postfordismo, es profesor de ciencia política en la Universidad de Turín. Sus dos últimos libros más debatidos son La sinistra sociale (una investigación muy importante sobre el tránsito del capitalismo fordista al postfordista y la evolución de las bases sociales de la izquierda) y Más allá del siglo XX (traducido al castellano y publicado por la editorial El Viejo Topo, Barcelona, 2003).
Traducción para www.sinpermiso.info : Joaquín Miras