Para Xavier Pardo, que lo hubiera dicho mucho mejor «La primera patrulla rusa vio el campo al mediodía del 27 de enero de 1945…». Así lo recordaba Primo Levi en La tregua. Este viernes, 27 de enero de 2012, celebramos -¡hay mucho que celebrar en este caso!- el 67 aniversario de la liberación de Auschwitz, […]
«La primera patrulla rusa vio el campo al mediodía del 27 de enero de 1945…». Así lo recordaba Primo Levi en La tregua.
Este viernes, 27 de enero de 2012, celebramos -¡hay mucho que celebrar en este caso!- el 67 aniversario de la liberación de Auschwitz, uno de los campos de exterminio más criminales de la barbarie nazifascista.
En esta Europa dirigida y entregada por sus clases dirigentes a la derecha tecnocrática y extrema; en esta Europa que, bordeando (superando a veces) cumbres abismales de infamia y revisionismo, tiende a equiparar comunismo y nazismo («Declaración de Praga», junio 2008, Vaclav Havel et alteri); en esta Europa en la que parlamento de Estonia, como recordaba recientemente Rafael Poch de Feliu [1], aprobará en marzo de 2012, por amplia mayoría, conceder el título de «luchadores de la libertad» a los miembros de la «Legión SS» estonia que combatieron al lado de Hitler contra el pueblo soviético en la segunda guerra mundial; en esta Europa neoliberal (y sumisa) del capital insaciable y la desmemoria orientada en la que en Rumanía una organización no puede denominarse «comunista» sin exponerse a que la consideren una «amenaza para la seguridad nacional»; en esta Europa, vertebrada en las cloacas de los Estados por la red Gladio durante décadas, que olvida sistemáticamente en papel esencial de los partidos comunistas y de organizaciones próximas en la liberación de Francia, Italia o Grecia, por no hablar del infame desconocimiento que reina sobre la casi inconmensurable generosidad poliética de los «rojos españoles», el esencial y admirable legado del que deberíamos sentirnos todos herederos; en esta misma Europa que arroja igualmente toneladas de revisión sobre el papel nuclear del PCE, del PSUC y de tantas otras organizaciones comunistas en la lucha -con tanto sacrificio, muerte y heroísmo- contra el fascismo español y sus prolongaciones disfrazadas; en esa Europa del capital extremo que pretende abonar un retroceso histórico de dimensiones incalculables, en esta Europa demediada, decía, vale la pena recordar, es necesario hacerlo, que fue el Ejército Rojo, el ejército de la Unión Soviética, el ejército de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, compuesto en su mayor parte por trabajadores industriales y campesinos, quien liberó el campo de exterminio de Auschwitz, al tiempo que es imprescindible no olvidar que fue el sacrificio de millones y millones de ciudadanos (¡y ciudadanas!) soviéticos, comunistas muchos de ellos a pesar del atroz estalinismo que dirigía y dominaba su país, el que resultó esencial para el triunfo de la humanidad sobre el nazismo y el fascismo, sobre las tempestades de acero, como escribiría el nazi Jünger, que las grandes burguesías de muchos países -no sólo, desde luego, las de Alemania, Italia y España- fueron responsables de desencadenar con la misma abyección e infamia, y con los mismos beneficios complementarios, con los que dirigieron -con otros procedimientos… y con otros miedos- la Europa de posguerra, la subordinación a los planes imperiales diseñados por Estados Unidos y su forma de pasar página sobre gran parte de los dirigentes y cuadros fascistas, criminales destacados en muchas ocasiones, así como sobre las abultadas cuentas de beneficios de grandes multinacionales en absoluto ajenas a la madeja de explotación, represión y muerte tejidas en torno a organizaciones fascistas que tomaron el Estado con sus botas y violencia, y con el generoso apoyo económico de esas mismas empresas.
Nadie mejor que Primo Levi, un gran escritor, un filósofo enorme, un poeta, un resistente ejemplar, para recordar qué fue aquella infamia que intentó arrojar a la humanidad entera a un lodazal pletórico de antihumanismo. Si esto es un hombre.., considerad si es una mujer…
Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si esto es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas al vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
¡Que nuestras casas se derrumben, que nuestros descendientes nos vuelvan el rostro!
«Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, / cuando asqueados de la bajeza humana, /cuando iracundos de la dureza humana…». (Luis Cernuda, «1936»). Recordemos y recordémoslo a otros.
Nota:
[1] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4686
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rCR