Ken Loach, que ya tiene 77 años, parece un hombre sencillo. La semana pasada vino a recibir un Oso de Oro honorífico en el Festival de Cine Internacional de Berlín, la Berlinale. Con el galardón le han premiado por su trayectoria como director de cine. Sus ficciones, narradas con estilo documental, cuentan historias desde abajo. […]
Ken Loach, que ya tiene 77 años, parece un hombre sencillo. La semana pasada vino a recibir un Oso de Oro honorífico en el Festival de Cine Internacional de Berlín, la Berlinale. Con el galardón le han premiado por su trayectoria como director de cine. Sus ficciones, narradas con estilo documental, cuentan historias desde abajo. Sus protagonistas son personas de extracción social humilde que se ven enfrentadas a la crueldad del sistema capitalista. Muchas de sus películas se centran en luchas laborales. Así lo expresaba el director de la Berlinale Dieter Kosslick: «Estamos honrando a Ken Loach, y yo le admiro enormemente por cómo refleja las injusticias sociales con humor en sus filmes».
Paradoja: junto a la alfombra roja frente a la que desfilaba el cineasta, la policía detuvo a una chica que portaba una pancarta reivindicando una solución para los que en Berlín se conocen como «habitantes de la antigua fábrica de hielo», que bien podrían ser personajes de una de sus películas. Se trata de un grupo de trabajadores del este de Europa que fueron desalojados de un edificio ruinoso en el que se habían fabricado unas precarias chabolas y cuya situación hasta hoy no se ha solucionado. Siguen sin techo.
Y así, Ken Loach un día da entrevistas en el pomposo café de la marca alemana de relojes de lujo Glashütte, y al día siguiente se toma un par de horas libres para dar una charla con el título «La crisis en Europa y la formación de una nueva izquierda radical» en un salón de actos cualquiera y de pie, micrófono en mano.
La conferencia tuvo lugar en la llamada Casa de la Democracia y los Derechos Humanos, un edificio situado en el barrio de Prenzlauer Berg, que es la sede de unos 70 partidos y ONG humanistas y de izquierdas. Los organizadores de la charla fueron unos grupos minúsculos llamados Nueva Organización Anticapitalista» (NaO), el grupo de trabajo de internacionalismo del sindicato IG Metall (AKI), el Foro de Empresa, Sindicato y Movimientos Sociales y la organización Acción Revolucionaria Antifascista de Berlín» (ARAB).
El objetivo de Loach era presentar el partido de izquierda anticapitalista Left Unity en Berlín, aunque dejó claro que solo pretende «ser un reclamo para el partido, no dirigirlo. Hay grupos de trabajo que discuten en estos momentos cuál debe ser nuestra política».
Mas de medio siglo de cine y televisión
Entre las decenas de películas y series de televisión dirigidas por Ken Loach destaca una de las visiones más famosas y polémicas de la historia del cine sobre la guerra civil española. Con el título Tierra y Libertad (1995), esta cinta aún provoca diferencias en la izquierda. Una parte de los comunistas conserva sus reservas frente a Loach porque aseguran que muestra a los anarquistas como héroes y ofrece una visión equivocada del POUM. Mostrar las contradicciones de las personas que luchan por conseguir un objetivo social juntas es una de las constantes en su obra.
El hijo de un electricista que estudió derecho en Oxford y que se convirtió muy joven en director de televisión en la BBC recordaba estos días sus pinitos como director: «Trabajaba como ayudante de producción y después de un tiempo hubo una vacante de director, me postulé y, para mi sorpresa, me dieron el puesto». Fue allá por 1964 cuando Loach comienza a escandalizar a los británicos y se hace un nombre con una de sus primeras producciones, emitida un viernes y que vieron millones de personas, Cathy comes home. Un semidocumental que narra la historia de una familia trabajadora que debido a la adversidad acaba desahuciada y finalmente separada por los servicios sociales.
Hasta los 80 alterna la televisión con el cine. Entonces llega al poder Margaret Thatcher y comienza a aplicar su programa neoliberal que Loach critica en el documental A question of leadership, que será censurado por el canal ITV. Loach filma poco después uno de sus más famosos documentales, Which side are you on?, sobre las canciones y poemas que los mineros entonaron durante la huelga del carbón que duró varios meses y acabaría en derrota en 1985. Durante este periodo, los recortes en el ámbito cultural y los problemas de censura en el canal hicieron tambalear su carrera, que comenzaría a recuperarse en la década siguiente.
Su película Hidden Agenda, de 1990, realiza un trabajo de investigación sobre los «loyalist hit squads», terrorismo de Estado responsable de numerosos crímenes en su lucha contra el IRA, y que gana el premio del jurado en Cannes. Seis años después dirigía Carla’s Song, un magnifico largometraje cuya trama tiene lugar en medio de la revolución sandinista en Nicaragua. Comienza el siglo abordando el tema de la inmigración mexicana en EEUU con crudeza, realismo e ironía en el largo Bread and Roses. Además de hablar de los problemas sociales, la cinta expone una lucha laboral y las contradicciones del papel de los sindicatos. En 2006 rueda un excelente drama ambientado en la guerra de la independencia de Irlanda de principios de siglo, The wind that shakes the Barley, y que se llevó la Palma de Oro a la mejor película en Cannes.
En la carrera de Ken Loach hubo también espacio para algún esperpento, como Looking for Eric, rodada en 2009, y que cuenta la sosa historia de un fan del exfutbolista Eric Cantoná que tiene problemas personales. Es un enredo increíble y pretende ser una comedia. Su última película, de 2012, The Angels Share, recibió el premio del público en Cannes y cuenta la historia de unos buscavidas escoceses que tratan de hacerse con dinero. La crítica fue positiva, aunque la película no encaje completamente en el esquema argumentativo que caracteriza a su obra.
La charla completa*:
«La crisis en Europa se acentúa. En Gran Bretaña nos dicen que la economía está mejorando, pero a nivel de las trabajadores la situación en realidad ha empeorado. Tenemos un desempleo masivo, pero también los que tienen trabajo han visto sus condiciones empeoradas. Además, para la mayoría el trabajo ya no es algo seguro. Casi todos tienen trabajos temporales o los llamados «contratos de cero horas».
Hace poco conocí a una mujer soltera con hijos que tenía un contrato que no le garantizaba ninguna hora de trabajo. Ella está a expensas del Estado, que es quien la mantiene a través del subsidio de paro y encima la prensa la desacredita, asegurando que es una aprovechada que vive del Estado. También hay muchas otras personas que no pueden vivir de su trabajo.
Podríamos hablar durante horas de casos como éste, pero la pregunta realmente importante es ¿cómo luchamos contra ello? En la historia hubo muchos momentos en los que la izquierda actuó de una forma negativa. Pero en Gran Bretaña podemos destacar dos:
El primero de ellos fue cuando eligieron a Margaret Thatcher y comenzó el mayor ataque al Estado del bienestar y los bienes comunes fueron privatizados. Se cerraron fábricas y en pocos meses teníamos tres millones de parados. La respuesta de la clase trabajadora fue contundente, pero las élites de los sindicatos llevaron al conjunto a la debacle. Algunos grupos quisieron actuar rápidamente pero los jefes de los trabajadores les decían que esperasen un poco y entretanto las fábricas fueron cerradas, los empleados recibieron una pequeña compensación y así se quedó todo.
El segundo momento determinante fue cuando cerraron las minas de carbón en 1984. Toda la izquierda británica en bloque apoyó la huelga de los mineros, pero los sindicatos se vieron envueltos en el «nuevo realismo» que en la práctica significaba adaptarse a las políticas de la derecha.
En Gran Bretaña no tenemos un partido organizado que hable por la clase trabajadora, sino que hay una serie de partidos muy pequeños con unos pocos cientos de afiliados. El Partido Laborista se ha convertido en el partido del neoliberalismo, de las privatizaciones, del cierre de fábricas, del desmantelamiento del Estado del bienestar. Cuando los partidos se convierten en algo mayor, hay que permanecer dentro. Pero cuando se alejan del anticapitalismo hay que dejarlos. El problema es decidir el momento correcto.
Hay que comprender muy bien cómo funciona el capital, porque si no, seremos muy débiles contra la propaganda de la socialdemocracia. Y entonces no iremos al centro del problema. Ya hubo diferentes intentos de unir a la izquierda, como la Alianza Socialista, donde se unieron varios grupos que tenían muy buenas intenciones pero no se desarrolló como un movimiento de masas, sobre todo porque cada grupo continuó siendo independiente.
Durante la guerra de Irak podríamos haber tenido la oportunidad de crear un partido de masas. Varios millones de personas se manifestaron contra la guerra por las calles de Londres. Pero no ocurrió. Surgió un partido, sí, que se llama Respect, pero tuvo problemas fundamentales como ser dirigido por un grupo de la extrema izquierda que no supo cómo acoplar un número cada vez mayor de miembros y también le faltaba un líder carismático. Seguramente tenía muchas cosas positivas, eso no lo niego, pero no llegó a ser lo esperado.
Ahora lo estamos intentando por tercera vez. No sé si lo conseguiremos. En Left Unity no tenemos apoyo oficial de ningún sindicato. No tenemos casi dinero todavía. Tenemos unos 1.500 miembros. En la conferencia fundacional, el pasado noviembre, se mostraron dos tendencias claras que existen en el partido. Una parte está muy segura de que deberíamos ser anticapitalistas y usar los conceptos clásicos como socialismo, clase, etc. La otra corriente cree que con este lenguaje tradicional tendremos muchas personas que se van a quedar fuera por no identificarse con estos términos.
Hay muchas campañas diferentes en este momento en Gran Bretaña, como la lucha contra la privatización de la sanidad. Campañas por la educación pública, contra los recortes… la idea de Left Unity es unir todas estas campañas porque así no habrá quién nos pare. En la población tenemos una mezcla de cinismo y desconfianza pero la clase trabajadora existe todavía y tenemos que organizarnos.»
(*) Este texto es una traducción aproximada y al vuelo de las palabras de Ken Loach. En este evento participaron otros oradores cuyos discursos, por cuestiones de espacio y tiempo, han sido omitidos. Cada persona del público tuvo la oportunidad de hablar durante dos minutos sobre los problemas de la formación de un frente amplio en la izquierda en Europa.