Es verdad, En las últimas semanas 8 implicados en la ya célebre «red Orellana» han sido liberados pocas horas después de su captura porque los jueces dijeron no encontrar «evidencias de delito». En cambio, una ofensiva letal se ha desatado en la «Prensa Grande» y en medios judiciales contra Nadine Heredia, la esposa del Presidente […]
Es verdad, En las últimas semanas 8 implicados en la ya célebre «red Orellana» han sido liberados pocas horas después de su captura porque los jueces dijeron no encontrar «evidencias de delito».
En cambio, una ofensiva letal se ha desatado en la «Prensa Grande» y en medios judiciales contra Nadine Heredia, la esposa del Presidente Humala por acciones que han derivado en un escándalo sin precedentes y ha puesto en el escenario la eventualidad de una «vacancia presidencial».
De por medio han estado otras cosas. El ex Magistrado Robinson González -de reconocida filiación aprista- también fue liberado sin que se hayan esclarecido las serias denuncias que se plantearon en relación a sus funciones; el congresista Yonhy Lezcano fue proclamado -por la filial de Puno de Acción Popular- «candidato presidencial» de ese Partido para los comicios del 2016 en tanto que promovía la creación de una «comisión parlamentaria» que investigara a la Primera Dama. La ofensiva mediática contra Martín Belaúnde lo ha situado como un «presunto delincuente» más peligroso aún que Gerald Oropeza, el socio de Facundo Chinguel, y antiguo funcionario del PAP.
En el telón de fondo, los procesos contra García han dormido el sueño de los justos y Alberto Fujimori ha retomado la iniciativa premunido de un teléfono.
En realidad, no es MBL el objetivo central de la campaña. Contra él, asoman los fuegos, pero ellos apuntan más alto. Van a decir, finalmente, que Martín era el «operador» de una «banda» liderada por Nadine «a la sombra del Poder».
Y van a deslizar truhanerías aún mayores como las que insinuó una desbocada «periodista» que fuera Concesionaria del Comedor de la Cámara de Diputados durante el primer gobierno aprista. Buscan, mediante esos artificios, dar la estocada final: meter una cuña entre Ollanta y Nadine.
Mientras todo eso ocurre, comentaristas habitualmente ponderados, Nelson Manrique, Raúl Wiener, Beto Adrianzen o Sinesio López aluden a un «desastre inevitable», o a «un castigo merecido» para la Jefa del Partido Nacionalista.
Pero ¿se han puesto a pensar seriamente en lo que ocurriría si eventualmente el Congreso de la República -hoy con «mayoría» opositora- declarara la «Vacancia Presidencial»?
Formalmente, asumiría la Jefatura del Estado la Vice Presidenta Marisol Espinoza, si no renuncia; en cuyo caso lo haría la Presidenta del Congreso, si no es destituida de inmediato. Luego, una crisis política daría lugar a un «mandato interino» cuya misión consistiría en «administrar el país y convocar nuevas elecciones en el menor tiempo posible», seguramente en un plazo comprendido entre 90 y 180 días. En cualquier caso, habrían «elecciones anticipadas» y los comicios se realizarían con los candidatos conocidos: Keiko Fujimori, Alan García y Pedro Pablo Kuczynski.
La izquierda no tendría siquiera «tiempo para unirse», lo que salvaría a sus dirigentes de una censura previsible por el fracaso de los «intentos unitarios», que hoy despuntan tímidamente. «El Centro» tendría que acomodar sus bultos para alentar candidaturas deleznables, como Alejandro Toledo. El Nacionalismo no estaría en condiciones de alzar ninguna propuesta. En cambio, asomaría una buena cantidad de aventureros con afanes presidenciales, que no lograrían más allá del 2% de los votos apetecidos.
En suma, la cancha quedaría completamente libre para que en una eventual segunda vuelta Ud., amigo lector, tuviera el privilegio de escoger entre Keiko y Alan. Así de simple.
No, este no es un escenario de ficción. Ni la reseña de una obra de Rimbaud, esa que nos invita a pasar «Una temporada en el Infierno». No se ha llegado tampoco a él por arte de birlibirloque, ni por la astucia de una prensa de investigación capaz de poner en evidencia latrocinios descomunales. Todo responde a un plan trabajosamente preparado y urdido por aviesas manos; y que tiene, por decir lo menos, antigua data.
Desde que perdiera las elecciones municipales el 2010 ante Susana Villarán, la Mafia se propuso quebrar su imagen y destruir su gestión, a como diera lugar. Enlodar y sepultarla, para que «nunca más» una propuesta así prospere.
Lo mismo ocurrió cuando en junio del 2011 Ollanta Humala se hizo del gobierno a despecho de la campaña letal desatada en su contra. Le dijeron de todo: radical, extremista, desestabilizador, chavista, Les faltaron adjetivos para desdibujar el perfil del candidato que solo pudo obtener el 31% de los votos en primera vuelta, y que se vio forzado a abandonar su Plan de Gobierno para procurar un «acuerdo» y alcanzar la victoria en la segunda ronda.
Y sí. Desde un inicio, en julio del 2011, la Mafia trabajó con empeño singular recurriendo a todos los artificios posibles para alcanzar sus objetivos. El cogollo alanista usó a su gusto a los 4 congresistas que tiene para desatar todos los escándalos imaginables y su maquinaria estatal para accionar una estrategia de demolición implacable.
En el gobierno virtualmente desde los años de «La Convivencia», y aún antes, los apristas tienen gente en el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Fiscalía de la Nación, la Procuraduría, el Congreso de la República y hasta Palacio de Gobierno.
Y la usaron para todo: para liberar detenidos, esconder expedientes, fraguar documentos, emitir dictámenes, investigar casos, filtrar información y hasta para colgar calzones amarillos desde la ventana de Palacio de Gobierno un 14 de febrero, el «Día de los enamorados», y concitar así sorna y burla de la «prensa grande».
La Mafia -la que robó millones de dólares, a más de otras fortunas- del erario público, despilfarra lo que tiene a mano para escribir en cerros, pintar paredes, colgar banderolas, pegar afiches; y proclamar a Keiko la «salvadora» del país.
No dice, claro, que tiene 51 fugitivos de la justicia, ni decenas más tras las rejas. Tampoco, que debe millones al fisco. Ni que se ha negado a pagar reparaciones a las víctimas de la barbarie, que ejerció cuando era gobierno.
Nada de eso, sin embargo, pareciera importar a quienes alientan la «vacancia presidencial» y se disponen entregarle el Poder a no saben quién.
Antes hubo, aunque en otro contexto, una intención similar. Fue cuando Alejandro Toledo era Presidente. Seguramente lo recuerdan: Hubo en julio del 2004 una Jornada de Lucha, para alentar esa idea. A ella, se sumó entusiasta Alan García que -¿lo recuerdan?- pateó en el trasero a su compañero Lora, en la Avenida Alfonso Ugarte.
Eran días en los que algunos dirigentes de la CGTP trataban al entonces Secretario General del PAP, el congresista Del Castillo con familiaridad sorprendente: «Jorge,…» le decían en algunas sedes sindicales, ante el asombro de muchos.
Hoy, pareciera volverse a las andadas. Hay quienes alientan «Un Paro General» exigiendo «la vacancia presidencial…». García está de plácemes. Y Keiko ríe, a mandíbula batiente, en tanto que «el chinito de la yuca» busca estrenar el teléfono que le restituyó al Poder Judicial para alentar a los suyos.
Las demandas populares, son justas. El Proyecto Minero «Tía María» ha sido rechazado masiva y legítimamente por la población, que ha recusado también resueltamente el uso de la fuerza contra el pueblo. La práctica gubernamental ejercida en este caso -como en otros- ha sido profundamente errónea. Nadie podría justificar esa conducta, ni avalarla.
Pero eso, que es cierto, dista muchísimo de admitirle a la Mafia autoridad para asumir esa bandera. Ella está en guerra, y el instinto de las masas lo intuye. Ese, puede ser el hito que marque la derrota de los planes sediciosos, hoy en marcha.
Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.
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