«El trompo del cambio social está danzando. No sabemos durante cuánto tiempo ni hacia dónde. Quizá la mejor forma de impulsarlo sea la de imaginar que nosotros mismos somos parte del movimiento: girando, danzando, todos y cada uno. Ser parte, aún sin tener el control total del destino final» (Raúl Zibechi). Sabemos donde comenzó, un […]
«El trompo del cambio social está danzando. No sabemos durante cuánto tiempo ni hacia dónde. Quizá la mejor forma de impulsarlo sea la de imaginar que nosotros mismos somos parte del movimiento: girando, danzando, todos y cada uno. Ser parte, aún sin tener el control total del destino final» (Raúl Zibechi).
Sabemos donde comenzó, un 11 de abril, la Marcha por el Agua, la Madre Tierra, el Territorio y la Vida, y a qué punto llegó el día 22, tras doce jornadas de camino. Sin embargo, no conocemos de modo exacto lo que sigue: tendencias, actores, relaciones, conflictos, posibilidades de avance o retroceso.
La Marcha, al cuestionar las agendas dominantes y plantear nuevas actorías y escenarios, trasciende una actividad puntual y una demanda específica, y se convierte en una inserción masiva y un rompimiento en la actual coyuntura.
¿Hacia dónde apunta este rompimiento? Propongo dos ámbitos de reflexión.
1. Momento de ruptura
La Marcha irrumpe en el tiempo político de las anécdotas y las moralejas (personificado en el presidente Morales) y en la coyuntura de disputas y reacomodos de elites: juicios y antejuicios, depuración contenida de la institucionalidad corrupta, reformas limitadas del Estado, nuevo pacto (intraelitario) de poder. Con la Marcha como centro, comunidades, pueblos y organizaciones sociales proponen un nuevo pacto desde abajo o con los de abajo, que construya otra racionalidad política (aquella en la que las instituciones y las leyes sirven sí y sólo sí responden a deseos y propuestas de la población) y otra forma de organización social y económica.
Este es el planteamiento estratégico de la Marcha, que vincula lo inmediato con el largo plazo: la lucha articulada contra un sistema mercantilista, insolidario, individualista, con gran potencial de destrucción, que es necesario transformar y sustituir por un modelo que preserve, reproduzca y produzca nuevos ciclos de vida en armonía. Esta propuesta, recogida en la Declaración de los pueblos de Iximulew sobre los derechos a la Vida, de la Madre Tierra, al Territorio y el Agua, la primera Resolución del Congreso Popular, Plurinacional y Multisectorial, y el Balance realizado por la Asamblea Social y Popular (1), es asumida de forma natural por diversos sectores.
La Marcha constata las consecuencias de la imposición de megaproyectos y la mercantilización de los territorios y bienes de las comunidades: se reciben denuncias por robo, desvío y apropiación privada del agua, con graves efectos en sequía, calor extremo, alteración de los ciclos de las cosechas, contaminación, falta de alimentos, enfermedades.
Las comunidades se suman a las demandas: recuperación del paso de ríos, consideración del agua como bien y no como mercancía, derecho de los pueblos a decidir en sus territorios. A la vez, los caminantes son conscientes de nuevas realidades planteadas por las comunidades, lo que genera un proceso de acción política colectiva que no tiene dueño, porque es de todos.
Se retoman planteamientos y propuestas desoídas durante años por los poderes estatales, y se generan nuevas demandas y alternativas en el diálogo marcha-sectores sociales-comunidades, que comienzan a construir una ruta de acción, a partir de:
– Exigir la recuperación de nacimientos, ríos, lagos, lagunas y costa marina, y entablar procesos penales contra los responsables de la contaminación, robo, desvío y apropiación privada del agua y otros bienes.
– Denunciar y rechazar la criminalización y persecución contra el liderazgo campesino, indígena, social y popular, al tiempo que se lucha por la libertad de todos los presos políticos y el fin de la persecución política.
– Aportar a la toma de conciencia del pueblo guatemalteco sobre las políticas y actividades económicas que impactan negativamente la madre tierra, el agua y la vida de todos los seres vivos.
– Fortalecer la articulación, lucha y coordinación en la defensa del agua, tierra, alimentos y territorio.
– Agenda estructural: cambiar de raíz este Estado y este modelo de despojo (ver declaraciones políticas de la Marcha).
Así, el camino de la Marcha es el camino y el momento de la ruptura, entendido como aquel en que el pueblo delimita el poder del Estado y el poder de los actores políticos y económicos, y define su ámbito de acción: la profundización de las luchas hacia la transformación del Estado y del modelo económico y político.
No obstante, no son lineales ni de una sola vía los caminos de esta ruptura, y la misma no se traduce de inmediato en cambios legislativos o del accionar institucional. El futuro, a partir de un presente inestable, está en construcción. En el camino, los logros se mezclan con las tensiones (sobre todo con la institucionalidad del Estado y el sistema de partidos), el largo plazo con el deseo de cambios expeditos, las ilusiones con la realpolítica.
2. Construcción colectiva y aprender a movernos juntos
Aunque la Marcha es promovida (en su realización y seguimiento) por un colectivo de organizaciones (Asamblea Social y Popular), solamente tendrá continuidad como fuerza política creadora y rupturista en alianzas y con la participación de multitudes.
La fuerza del caminar de miles de personas abre espacios de articulación. Se vinculan luchas de comunidades y sectores: urbanos y rurales, indígenas y no indígenas. El nuevo ambiente político (las movilizaciones de 2015 marcan un punto de inflexión en el desinterés por la política y la indiferencia de la población urbana) fortalece las propuestas de la Marcha. La Marcha dinamiza la denuncia y participación.
Este potencial rearticulador es abrumador. Se multiplica la conciencia política y por tanto los espacios para la acción: todavía no delimitados, alegremente confusos, convenientemente inciertos.
Para multiplicar esta articulación es preciso recuperar lo que el capitalismo y neoliberalismo (y la idea de hegemonía y proyecto único que todavía orienta horizontes transformadores) nos limitan: los pensamientos plurales, el diálogo y el consenso, la diversidad como fortaleza, la construcción colectiva, la creatividad. Al tiempo que se precisa una organización estructurada y un programa guía, son imprescindibles la imaginación y la implicación de actores y culturas políticas diversas.
Es un reto, al que personas como Poncho Porres (2) dedicaron toda su sabiduría política, pero no es sencillo. Para trascender el modelo actual y su racionalidad agotada, para convertir el pacto de elites en un pacto de los pueblos, para transformar la Marcha en movilización permanente, necesitamos reconstruir y fortalecer el espíritu y la voluntad de movernos juntos como un gran río, sin caminos predeterminados, a partir de nuestras diferencias.
Notas
1. El despojo y la mercantilización del agua provienen de un modelo de acumulación y una concepción de la vida donde lo importante es tener y no ser. En el medio y largo plazo es necesario cambiar este modelo y construir nuevas formas de organización y relación que sustituyan la disputa y la competencia: en solidaridad, equilibrio y complementariedad. Para profundizar en estos y otros planteamientos de la Marcha, consultar la página web de la Asamblea Social y Popular, www.asambleasocialypopular.org
2. Antropólogo, poeta, cineasta y articulador social. Falleció cuando la Marcha por el Agua cumplía la mitad de su recorrido.
Blog del autor: www.memorialguatemala.
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