Febrero de 1986: una mina antipersonal colocada por un grupo «contra», acaba con la vida del cooperante suizo Maurice Demierre y cinco campesinas en Somotillo, al noroeste de Nicaragua, próximo a la frontera con Honduras. Cinco meses después en la Zompopera, en el norteño departamento de Matagalpa, son asesinados en una emboscada los internacionalistas Yvan […]
Febrero de 1986: una mina antipersonal colocada por un grupo «contra», acaba con la vida del cooperante suizo Maurice Demierre y cinco campesinas en Somotillo, al noroeste de Nicaragua, próximo a la frontera con Honduras. Cinco meses después en la Zompopera, en el norteño departamento de Matagalpa, son asesinados en una emboscada los internacionalistas Yvan Leyvraz (suizo), Joël Fieux (francés) y Berndt Koberstein (alemán) junto con dos técnicos locales. 30 años después, entre el 18 y el 28 de julio, casi 50 personas, en su mayoría militantes asociativos y sindicales suizos, partirán para Nicaragua, bajo la consigna «2016, a 30 años, homenaje y solidaridad».
Luego de la victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de julio del 1979 contra la dictadura de la familia Somoza, se inició en ese país centroamericano un proceso -que duraría 11 años- de transformaciones revolucionarias y de construcción de otro tipo de democracia participativa. A partir de 1983, con el apoyo del gobierno estadounidense, se inició una guerra de agresión que le costaría al país más de 38 mil víctimas y cerca de 17 mil millones de dólares en pérdidas, el equivalente a casi 40 años de exportaciones según los valores de 1980. El modelo sandinista basado en cuatro pilares – economía mixta, pluralismo político, participación popular y no alineamiento internacional- motivaría amplias simpatías en el planeta entero. La solidaridad internacional asumió la defensa del sandinismo y miles de cooperantes internacionalistas y brigadistas se integraron a la reconstrucción nicaragüense.
La solidaridad concreta
El Gobierno Revolucionario convocó a los sindicatos a nivel internacional a participar en el esfuerzo de desarrollo del país, recuerda el militante suizo Philippe Sauvin, actual secretario del Otro Sindicato, antiguo co-responsable entre 1984 y 1990 de las brigadas obreras y uno de los promotores de la actual delegación que visitará Nicaragua a mediados de julio.
Las necesidades eran enormes: en infraestructura, en el sector de la construcción y el transporte, a nivel social. Se necesitaba un apoyo internacional activo para desarrollar el país y superar la pobreza endémica y las huellas de la violencia generada durante 40 años por la dictadura de Somoza, especialmente en las zonas rurales, y luego por la guerra de agresión, explica.
«Los sindicatos y el movimiento asociativo suizo – como sucedió en tantos otros países europeos y americanos- respondieron presentes y desde el 1983 se crearon brigadas de solidaridad, de salud, obreras, que participaron en la construcción de puentes, de asentamientos (unidades cooperativas rurales para la población campesina sin tierras), escuelas, centros de salud, redes de agua potable, para la cosecha del café, y tantas otras actividades sociales y educativas.
La nostalgia, promotora de solidaridad renovada
Hace tres décadas «fuimos miles los que llegamos a Nicaragua en revolución. Yvan y Jöel habían decidido -como Maurice y tantos otros miles de internacionalistas – quedarse en Nicaragua en coherencia con su compromiso, por solidaridad con el pueblo sandinista que nos consideró parte de sí mismo», enfatiza Gerald Fioretta, uno de los responsables de la Asociación Nicaragua-El Salvador de Ginebra y co-organizador de la Brigada 2016.
Vivimos un momento histórico extraordinario. «La camaradería alegre y seria a la vez, generosa, queda presente como parte de la época más bella de nuestra vida», subraya.
En 30 años, Nicaragua cambió, «todos nosotros también hemos cambiado, pero el aire de transformación profunda de los años 80 está siempre presente». Cuando pensamos a Yvan y Joël, y tantos otros compañeros internacionalistas y nicaragüenses, desbordamos de nostalgia. «Nostalgia que nace de nuestra juventud y de la suerte que tuvimos de vivir el internacionalismo gracias a la apertura y la generosidad de la revolución sandinista».
El encuentro con los campesinos, los técnicos y los militantes sandinistas, «con quienes vivimos esa época, nos permitirá de evocar recuerdos, pero sobre todo, nos va a facilitar comprender la situación actual para así reforzar nuestra solidaridad con más inteligencia y corazón. Qué mejor treinta años después organizar una brigada integrada por 30 internacionalistas», subraya el sociólogo-militante asociativo.
Lo que queda…y lo que falta
El tiempo cierra solo parcialmente las heridas. La desaparición crea un espacio vacío: los que quedan deben hacer frente a la historia, a la memoria y a la conciencia. Deben resistir, perdonar, resurgir, elegir la dignidad de estar vivos y ser parte de la humanidad, bajo la denominación de «ser humano», reflexiona Chantal Bianchi, antigua compañera de vida de Maurice Demierre. Bianchi, dedicada profesionalmente al teatro, es la actual presidenta de la Asociación de Solidaridad que lleva el nombre del internacionalista suizo asesinado en febrero del 86.
Treinta años después, la nueva generación de los jóvenes de 25-30 se compromete en acciones solidarias. «Encuentran la posibilidad de actuar concretamente para construir modelos de sociedades plurales, no impositivas, ecológicas y respetuosas de las minorías», subraya Chantal Bianchi. Maurice venía de una familia modesta y tenía «los pies en la tierra y su corazón en las estrellas, comprometido con los campesinos de su cantón, Friburgo». Militaba, como los otros internacionalistas asesinados, «a favor de un cambio social y político a favor de los hombres y mujeres más desfavorecidos de la población».
La figura de Maurice da fuerzas y perspectivas a esta juventud -ligada a nuestra Asociación- que busca un sentido. «Es una herencia noble a compartir con alegría, generosidad y modestia».
Sentimiento que también comparte Franco Cavalli, médico oncólogo suizo, ex diputado nacional, militante histórico de la solidaridad y fundador de AMCA (Ayuda Médica para América Central).
La idea de la Brigada 2016, subraya, es una apuesta maravillosa. No solo para recordar a nuestros compañeros asesinados, sino también para homenajear el enorme sacrificio que soportó el pueblo nicaragüense en su lucha contra la agresión contrarrevolucionaria.
Conscientes que «la solidaridad internacional es hoy más necesaria que nunca», en este mundo globalizado y en un continente, como el latinoamericano, que vuelve a soportar y enfrentar una intensa ofensiva reaccionaria. «Por eso es fundamental que demostremos al pueblo latinoamericano, a los movimientos sociales, no solo con palabras pero con proyectos y presencia, que estamos con ellos. Y que hacemos y seguiremos haciendo todo lo posible para sostenerles en su difícil combate por la justicia y el progreso», concluye.
Sergio Ferrari, Colaboración de E-CHANGER, ONG suiza de cooperación solidaria presente desde 1981 en Nicaragua
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