La prueba parlamentaria del 14 de diciembre no le ha garantizado la confianza al gobierno. Si acaso, la no desconfianza. Por eso no ha producido cambios significativos en el clima de opinión. Todo ha seguido, poco más o menos, como antes, en la escena política. Inestable e incierta, sin un guión que dirija las opciones […]
La prueba parlamentaria del 14 de diciembre no le ha garantizado la confianza al gobierno. Si acaso, la no desconfianza. Por eso no ha producido cambios significativos en el clima de opinión. Todo ha seguido, poco más o menos, como antes, en la escena política. Inestable e incierta, sin un guión que dirija las opciones de los actores. Ni siquiera una línea argumental para improvisar libremente. Esta crisis, toda ella dentro de la mayoría, no le ha devuelto legitimación ni consenso al liderazgo de Silvio Berlusconi. Entre los electores, en el centroderecha y, en el fondo, en el sistema político italiano. Donde prevalece y persiste un gran sentido de precariedad. Lo que constituye una novedad en la biografía política de Berlusconi. Jalonada de numerosos «desafíos» de la vida. Y de la muerte (política). Puntualmente vencidos.
Dieciséis años transcurridos desafiando al sistema político italiano, después de haberlo modelado a su propia imagen y semejanza. El muro de Berlín substituido por el de Arcore.[1] Que ha dividido nuestro pequeño mundo en dos. Entre berlusconismo y comunismo. O simétricamente: entre antiberlusconismo y anticomunismo (sin el comunismo). Una lucha altamente personalizada, exaltada por los medios. Buscada y en cualquier caso explotada por el protagonista. En el centro de cada sentimiento y de cada resentimiento. Él, el verdadero cemento cultural e ideológico de nuestro tiempo. Sin ideología y sin tiempo. Sin futuro. Silvio Berlusconi no es el Hombre de la Providencia sino el de la Emergencia. Porque la Providencia regula los acontecimientos dirigidos al futuro (previsto por Dios).
Mientras que Berlusconi cuenta el futuro para afrontar el presente inmediato. Las emergencias. Otorga significado político «general» a los desafíos «personales» que le atañen directamente. A partir de las investigaciones de los magistrados: un ataque político contra las instituciones de gobierno, contra el pueblo soberano que lo ha coronado.
En 1994: sacó partido de la emergencia producida por el derrumbe de la Primera República. Silvio Berlusconi, más que cualquiera, se benefició de ello. Ha impuesto la política como marketing, las personas en el lugar de los partidos, los medios y la comunicación en el lugar de la participación. Ha constituido una coalición de marcas territoriales – el Norte, Italia, la Nación – en el lugar de las referencias ideológicas tradicionales. Ha abolido la palabra «partido». Reemplazada por Polo, Casa, Pueblo. Ha vencido al desafío del momento. Sin llegar a gobernar. Porque – lo ha escrito Ezio Mauro hace algunos días – Berlusconi no sabe gobernar (ni le interesa). Sólo sabe mandar. Lo que, evidentemente, no es poco. Porque Berlusconi ha estado en situación – única en Italia – de mantener juntos a los opuestos. Liga Norte y Alianza Nacional. Temas políticos nuevos y neodemocristianos. Norte y Sur. El único en disponer de argumentos adecuados y eficaces para «obligarlos» a permanecer juntos. Con la fuerza de los medios de comunicación, de los recursos, con la amenaza de excluirlos del centro del poder.
El Hombre de la Emergencia ha buscado siempre -y ha triunfado sobre – los desafíos de la lucha por la vida y por la supervivencia. También – y más si cabe – cuando se le consideraba «acabado». Derrotado en las elecciones generales de 1996: ha ganado las europeas de 1999, las regionales de 2000. Y las generales de 2001. Después de haber firmado un «pacto por Italia». Nunca respetado. Ha perdido todas las elecciones intermedias, castigado por la «decepción» de sus mismos electores. Hasta las elecciones del 2006, consideradas el «fin de ruta», el último acto de su historia política. Por sus mismos aliados. Casi solo, ha remontado la pendiente, en pocos meses. Transformando la derrota anunciada en un casi empate. Es decir, para el Centroizquierda (cuyo triunfo se había previsto) en una casi derrota. Precedida por el éxito de las elecciones generales de 2008. Donde ha conquistado la mayoría política más prolongada de la Segunda República. Sin lograr gestionarla. A la vista de que hoy, dos años y medio después, su coalición aparece fragmentada y dividida. Como su nuevo «partido personal», el PDL [Popolo della Libertà]. Como su entendimiento con Gianfranco Fini. Porque Berlusconi no sabe «proveer» para el futuro, pero ni siquiera para el presente, de manera «normal». Quizás ni siquiera lo quiere.
La normalidad del gobierno cotidiano le aburre. La construcción de un futuro demasiado lejano: le interesa poco. Por lo cual procede a tirones. A la busca de batallas en las que vencer y de adversarios a los que batir. Así, últimamente, ha transformado la fractura con Fini y sus fieles, el consiguiente nacimiento de FLI [Futuro e Libertà], la moción de desconfianza en una oportunidad. Otro desafío personal. Que vencer, para remontar la pendiente. Como el barón de Munchausen que, caído en un pantano, logra salir él mismo y sacar a su caballo por si solo, tirándose de la coleta (es decir, de los pelos: ésta sí una empresa imposible hasta para el Cavaliere…).
El problema es que, pasado el 14 de diciembre y encajada la no desconfianza, nada ha cambiado. El Hombre de la Emergencia sigue en la emergencia. Como el país. Inestable y precario. Como su mayoría. Hipotética. No por otra razón el Tercer Polo se ha vuelto hoy tan importante para Berlusconi. Él, el Hombre de la Emergencia, tiene necesidad de un ancla a la que sujetarse para soportar el maremoto de la emergencia. Por el mismo motivo, la Liga quiere elecciones cuanto antes. Porque la debilidad de Berlusconi refuerza a la Liga. La cohabitación con la UDC [Unione di Centro] la amenaza.
Así, de crisis en crisis, de emergencia en emergencia, se ha consumado la capacidad de reacción y de recuperación de Berlusconi. Y hoy parece casi agotada. A los intrépidos descensos le siguen remontadas cada vez más fatigosas. Su victoria contra Fini, hoy, parece un episodio circunscrito. No le ha devuelto la «confianza» del País (¿cómo podría?). Mientras que la de la Cámara depende de un mercado de votos más volátil que el financiero. Berlusconi: es el Hombre del Día…a día. Anunciar el declive: no sirve. Ya ha declinado. El problema es que para batirle no bastan astucias tácticas y electorales. Mientras prevalezca la emergencia como horizonte cultural y político, aparte de económico, Berlusconi seguirá siendo fiel espejo de ello. Y, al mismo tiempo, el intérprete más eficaz.
N. del t.: [1] En Arcore, población situada a las afueras de Milán, se encuentra la villa San Martino, residencia principal de Berlusconi. Se trata de una mansión de 145 habitaciones que perteneció a los marqueses de Casati-Stampa. En 1970, el último marqués asesinó a tiros a su mujer y al amante de esta para después suicidarse. Tras el suceso, la propiedad pasó a manos de la única hija del matrimonio, una joven que por aquel entonces contaba sólo 18 años. Devastada por la tragedia y deseosa de huir del escenario de la tragedia familiar, la muchacha decidió en 1973 proceder a la venta de la casa por intermedio de su abogado, Cesare Previti. Previti, futura mano derecha de Berlusconi, se le vendió a éste por un precio irrisorio, 500 millones de liras, unos 260.000 euros, incluyendo la biblioteca, con 10.000 volúmenes antiguos, y una pinacoteca que incluía cuadros de Tintoretto y Tiepolo.
Ilvo Diamanti (1952), uno de los más originales analistas de la sociedad italiana, es profesor de Ciencias Políticas en la Facultad de Sociología de la Universidad Carlo Bo, de Urbino (en la región de Las Marcas), donde dirige desde su fundación en 1997 LaPolis, el Laboratorio de Estudios Políticos y Sociales ( www.uniurb.it/lapolis ). Como estudioso, se ha centrado en las transformaciones en la relación entre la sociedad y la política, entre el cambio generacional y electoral, y también en cuestiones de identidad territorial y ciudadanía, abordando la crisis de los partidos políticos de la Primera República italiana y la aparición de nuevas formaciones como las ligas autonomistas, Forza Italia y los «partidos personales». Diamanti fue editorialista del diario económico Il Sole 24 Ore entre 1995 y 2001, y desde 2001 colabora en el diario romano La Repubblica con una sugerente sección titulada Mappe (Mapas), a la que pertenece este artículo.
Traducción para www.sinpermiso.info : Lucas Antón