La izquierda italiana está en un proceso acelerado de cambios. La decisión de los ex-comunitas agrupados en los DS (demócratas de izquierda) de llegar a un acuerdo con los exdemocristianos de la Margarita para confluir en un nuevo gran partido de centro de tipo clintoniano ha puesto de relieve la necesidad de reunificación de todos […]
La izquierda italiana está en un proceso acelerado de cambios. La decisión de los ex-comunitas agrupados en los DS (demócratas de izquierda) de llegar a un acuerdo con los exdemocristianos de la Margarita para confluir en un nuevo gran partido de centro de tipo clintoniano ha puesto de relieve la necesidad de reunificación de todos los partidos de izquierda que siguen, de una u otra manera, empeñados en mantenerse fieles a la tradición socialista del movimiento obrero europeo. En la medida en que aproximadamente una tercio de los DS no están dispuestos a confluir en un nuevo partido centrista (así, por ejemplo, el senador DS Piero di Siena), se abre la posibilidad para la construcción en Italia de un gran partido unificado de la izquierda netamente antineoliberal de un tipo parecido a la nueva Linke alemana de Gysi y Lafontaine. La veterana Rossana Rossanda reflexiona sobre la necesaria unidad de la izquierda en esta entrevista publicada en la revista Rinascita de la Sinistra, próxima al PdCI (partido de los comunistas italianos).
Nunca ha sido tierna con la izquierda italiana, culpable -según ella- de retrasos históricos y culturales, pero siempre de parte y con las razones de la izquierda. Un carácter férreo, el de Rossana Rossanda, forjado primero, jovencísima, en la Resistencia, luego en el interior de esa extraordinaria escuela política y de vida que fue el Partido Comunista italiano. Del PCI fue expulsada precisamente en los días de ascenso del movimiento del 68, una herida que nunca acabó de cicatrizar por completo. Rossanda representa hoy una de las voces críticas de la izquierda más escuchadas y prestigiosas. Sus artículos son un punto de referencia para amplios sectores del mundo político progresista italiano. Con ella, en una entrevista exclusiva concedida a Rinascita, hemos discutido sobre la izquierda y sobre las perspectivas políticas abiertas tras el lanzamiento del proceso que llevará a la constitución del Partido Demócrata italiano.
Primero, el fin de la experiencia del PCI y del nacimiento del PDS [Partido de la Izquierda Democrática], luego la transformación del PDS en DS [Demócratas de Izquierda], y ahora, el nacimiento del PD [Partido Demócrata]: otrora el país con el más grande e importante partido comunista de occidente, Italia corre el riesgo de no tener ninguna fuerza política que se reclame de los valores de la izquierda y del socialismo. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Aquel partido comunista, como todos los PPCC, había vinculado su identidad, no sólo a la representación de los trabajadores italianos, sino también a la Revolución de octubre y a la Unión Soviética. Mantuvo esa referencia de todo punto acrítica incluso cuando la URSS, tras la muerte de Lenin, asumió una fisonomía distinta de la de 1917. Avanzar una crítica y marcar la propia autonomía no habría sido sencillo, pero sí necesario y posible, el menos después de 1945. No habiéndolo siquiera intentado -salvo en el memorando de Togliatti para Kruschov, luego dejado de lado-, cuando la URSS estalló, también el PCI estalló, dejando en la desorientación a millones de militantes y electores. Ni antes ni después de la caída del Muro de Berlín se hizo por parte de los partidos comunistas un serio balance histórico, dejando sin otras respuestas que las liquidatorias que venían de los adversarios la muchedumbre de cuestiones suscitadas. También el PCI se mantuvo inerme ante la avalancha neoliberal y anticomunista. Y hoy, aquello que fue su gran caladero popular anda dividido entre una mayoría que está girando hacia el Partido Demócrata y grupos de resistencia, como el grupo en torno de Fabio Mussi [dirigente de los DS, que se ha negado a entrar en el proceso de constitución del PD], desde dentro, o, desde fuera y desde hace tiempo, el PdCI [partido de los comunistas italianos] o Rifondazione Comunista, todos minoritarios. Si se añade que la crisis de la URSS y del capo del Este estallaba mientras la escena capitalista mundial giraba hacia una globalización que los partidos comunistas no habían ni pronosticado ni visto venir, las razones del desastre son evidentes.
La transformación de los DS, de un lado, y el nuevo protagonismo del Vaticano y de las fuerzas centristas, del otro, ¿no urgen a la superación, por parte de la izquierda, de antiguas y nuevas divisiones, a fin de presentar un proyecto válido para los desafíos de este decenio?
Sí que urgiría. Pero, para recuperar la credibilidad, es necesario pasar por un balance veraz y no liquidatorio de la historia de la URSS. ¿Quién tiene intención de hacerlo? Nadie. Como nadie se pregunta por qué la magnitud y la arrogancia del capitalismo mundializado, desigualador y cruel, no hallan una respuesta en acrecidas fuerzas de protesta y consciencia de clase.
Muchos apelan a la unidad, pocos la buscan de verdad. Los personalismos y los réditos de la propia posición parecen prevalecer. ¿Qué tendría que pasar para obligar a la izquierda a la unidad?
Es una pregunta que habría que hacer a nuestros dirigentes.
El trabajo parece haber desaparecido de las agendas de muchos políticos que incluso se llaman de izquierda. Las mayores polémicas giran en torno de los derechos y más frecuentemente sobre los cargos y las posiciones de poder. Sin embargo, el nacimiento del PD planteará un tema fundamental, cual es el de la salida de escena de la CGIL [Confederación Italiana del Trabajo, el mayor sindicato italiano] como sindicato de referencia del principal partido de la izquierda. El PD tendrá probablemente como a la CISL [Confederación italiana de sindicatos de trabajadores] como punto de referencia más próximo. Una verdadera revolución que parece interesar a pocos. ¿Qué piensa usted al respecto?
No me parece exacto definir a la CGIL como el mayor sindicato de referencia del PCI o de los actuales DS, PdCI o RC. Si acaso, el PCI fue el partido de referencia de la CGIL. Y en cualquier caso, me parece bien que la CGIL no se refiera a otra cosa que a los trabajadores en las viejas y en las nuevas figuras creadas por la economía globalizada y por los movimientos de capitales fuera ya de control por parte de los países individuales. Las coordenadas históricas nacionales en que nacieron y crecieron los sindicatos han cambiado completamente. El sindicato va retrasado, por detrás de esos cambios, y en cuanto a coaligarse internacionalmente, lo hace mínimamente.
El PdCI ha declarado muchas veces su disponibilidad a un proyecto de unidad de la izquierda. Nuestra propuesta es la confederación. Pero hasta ahora, ha recibido la callada por respuesta. Incluso quien, como Il Manifesto, ha trabajado siempre a favor de la recomposición de la izquierda, no ha recogido el guante. ¿Por qué? ¿Es que acaso sentirse a estas alturas orgullosamente comunistas es un pecado imperdonable para alguien?
No sé si el silencio que encontráis viene de ser «todavía orgullosamente comunistas». Guardémonos de vernos a nosotros mismos como los únicos nobles y coherentes, y a los demás, como traidores y viles. Algún error habremos cometido, si conseguimos tan poca audiencia. Entre esos errores, a mi juicio, están la falta de propuesta de una plataforma clara y recorrible para la Italia de 2007. También nuestra crisis de representación, la subjetividad fracturada, cuando no masacrada, de los trabajadores. ¿Cómo invertir el proceso? Yo no creo en una unidad forjada por el encuentro entre estados mayores que no han tenido sino desencuentros hasta ayer mismo, con relativas heridas y cicatrices. Sólo algunas líneas programáticas muy serias y practicables podrían remotivar un impulso que sacudiera a partes concretas de la sociedad, irradiara esperanza a los asalariados y a los precarios y superara así las laceraciones de los partidos. Pero hasta ahora, hay más declaraciones de intenciones («¡unámonos!») que propuestas de mérito sobre el «qué» y el «cómo».
Prodi encabeza un gobierno débil. Muchos piensan en otro ejecutivo, tal vez abierto a Casini, mientras se buscan los reequilibrios con deslizamientos cada vez más a la derecha. Se siente la falta de una fuerza con dos cifras por parte de la izquierda. ¿Podría dar esto ocasión a cursos de acción compartidos?
Si no pasa ahora, será una ocasión perdida. Y no está dicho que vuelva a presentarse pronto.
La guerra, la lucha contra el terrorismo, el anticapitalismo, ¿son parteaguas hoy?
Desde luego que lo son, al menos la primera y el tercero, porque la segunda no sé en qué consiste, sino en la política de Bush después del 11 de septiembre. Pero ¿se puede articular una fuerza política sólo con la genérica, por más que orgullosa, opción por la paz y el comunismo? Venimos de una gran derrota del movimiento obrero y del pacifismo, y la herida sangra todavía; ¿por dónde empezar concretamente de nuevo? Ya quedó dicho. Y por la guerra: ¿es posible que lo único que sepamos balbucear es «que vuelvan a casa nuestros muchachos»? El Oriente Medio es toda una calamidad, las esperanzas de un rescate se han replegado todas a paraísos fundamentalistas, ¿cómo reconstruir un frente internacional en un mundo descorazonado y doliente? En esas cosas habría que empeñarse.
Un decenio de Berlusconi ha transformado Italia. ¿Cuáles los méritos del Cavaliere y cuáles las culpas de las fuerzas de izquierda y de la intelectualidad progresista?
Berlusconi ha sabido interpretar un humor que fue arraigando en los año 80, cosa en la que muchos tenemos responsabilidad, más allá de las carencias en el análisis del actual capitalismo y de sus instrumentos de persuasión.
Rossana Rossanda es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto.