La presión de los manifestantes de Euromaidan -como se autodenominan los europeístas- que exigen la renuncia del presidente ucraniano Yanukovich y la firma de un tratado de asociación con Europa -además de elecciones al parlamento y nuevo presidente- crece por momentos en la Plaza de la Independencia, de Kiev, donde no cabe ni un alfiler. […]
La presión de los manifestantes de Euromaidan -como se autodenominan los europeístas- que exigen la renuncia del presidente ucraniano Yanukovich y la firma de un tratado de asociación con Europa -además de elecciones al parlamento y nuevo presidente- crece por momentos en la Plaza de la Independencia, de Kiev, donde no cabe ni un alfiler. El frío de diciembre no parece hacer mella en la gente que se arremolina al calor de la protesta, harta de corrupción y de mentiras, de ineficacia y de mal gobierno.
Pero los manifestantes tampoco confían en la oposición, ni en la exprimera ministra Timoschenko, en la cárcel por corrupta. Ni en nadie del partido Libertad (Svoboda), de un ultranacionalismo que deja pálidos a los más ultras de Bildu y ERC juntos y elevados a la ‘n’ potencia.
En cuanto al bueno de Yanukovich, los más viejos del lugar se acordarán de cómo amañó las elecciones frente a su opositor Victor Yuschenko, y cómo éste, una vez ganadas las elecciones, en 2004, fue misteriosamente envenenado, aunque sobrevivió con graves secuelas.
Cuartopoder.es se ha puesto en contacto con Frans Geraedts, filósofo holandés que lleva cinco años viviendo y trabajando en la segunda ciudad de Ucrania, Lviv –que nosotros debiéramos llamar Leópolis; los alemanes la llaman Lemberg- donde se originó el grueso de la abrumadora ola de protesta contra el gobierno. Geraedts, junto con su colega Ruud Meij, trabaja en Gobernance & Integrity, una compañía europea conocida por su observación de los grados de corrupción de los gobiernos que, por cierto, anuncia una próxima visita a nuestro país.
Geraedts se lamenta de la mala información que se está dando, «no tanto del núcleo duro de la noticia, cuanto del contexto y la calidad de la información que no aclara gran cosa. Por ejemplo, el hecho de que ningún político de la oposición, incluida Timoschenko, tiene credibilidad para Euromaidan y los medios europeos lo han obviado totalmente«.
La ciudad de Lviv, la Barcelona ucraniana, es una ciudad de 800.000 habitantes de los que 120.000 son estudiantes, primeros responsables de la protesta que, desde el principio ha sido un movimiento estudiantil.
«Más preciso sería llamarlo generacional, de la gente que nació después de 1990 -dice Geraedts- es decir, tras la independencia de Ucrania. Hay marcadas diferencias generacionales aquí: la generación del régimen soviético, la de la transición y la de los nacidos después«.
Lviv es una ciudad eminentemente volcada a Europa, en la que la iglesia dominante, la católica griega, muy hermanada con Roma, siempre reconoció la autoridad del Papa, se desvinculó del régimen zarista y nunca colaboró con el soviético, convirtiéndose así en la iglesia de resistencia, prohibida por los comunistas.
«Es una ciudad donde se han producido graves genocidios: antes de la SGM fue una ciudad judía, polaca, alemana y ucraniana. Hitler y Stalin se aliaron para acabar prácticamente con todos los judíos, intelectuales y resistentes, todo lo cual conforma la idiosincrasia de sus habitantes. Fue la ciudad más activa en apoyar la revolución naranja para crear un estado decente«.
La municipalidad de Lviv está dominada por la extrema derecha nacionalista ya mencionada, Svoboda (Libertad), cuyo líder, Oleh Tiahnibok, está haciendo su agosto demagógico, preguntando a la gente congregada en la calle si quieren ser europeos para erigirse él como adalid del movimiento de protesta, para desesperación de la mayoría de los manifestantes.
Geraedts cree que en las próximas elecciones van a verse muy reducidos por lo mal que lo hacen. Por otra parte, el alcalde, decidido partidario del Euromaidan, es de ideología democratacristiana, para entendernos, aunque resulta difícil establecer comparaciones. «Es muy interesante. Es un tipo rico, empresario, dueño de importantes medios de comunicación, que ha apoyado desde el primer momento a la gente. En nuestro trabajo de observación hemos comprobado que realmente quiere mejorar la ciudad, infraestructuras, calidad de los servicios, imagen. Y es firme en la determinación de hacer de Ucrania una democracia real«.
Hay que recordar que Ucrania es un país muy corrupto; ocupa el puesto número 144 según Transparencia Internacional, el peor de Europa, así que estos observadores ven al alcalde de Lviv como una auténtica figura de transición que, sin duda, dará que hablar.
Tras los tumultos entre policía y manifestantes en Kiev, hace unas semanas el alcalde de Lviv, Andrei Sadovy, advirtió públicamente que «si la policía antidisturbios viene a Lviv a atacar la Euromaidan la ciudad entera se alzará a defenderla«, lo que, en el contexto ucraniano es muy valiente. Para Geraedts, «se ha declarado enemigo número uno del presidente Yanukovich y no sería extraño que acabara arrestado y encarcelado«.
Hace año y medio, Sadovy protestó airadamente por las acusaciones de racismo que algunos críticos vertieron sobre la ciudad, cuando la Eurocopa de fútbol.