La magistral maniobra del cruce de Los Andes había coronado en la victoria de Chacabuco. Bajo las bayonetas del Ejército Unido se había declarado la Independencia de Chile y el plan de San Martín de llegar al Perú, corazón del poder colonialista, seguía su curso. Pero las tropas españolas aún no estaban derrotadas y comenzarán […]
La magistral maniobra del cruce de Los Andes había coronado en la victoria de Chacabuco. Bajo las bayonetas del Ejército Unido se había declarado la Independencia de Chile y el plan de San Martín de llegar al Perú, corazón del poder colonialista, seguía su curso.
Pero las tropas españolas aún no estaban derrotadas y comenzarán una importante contraofensiva. Su punto fuerte se había localizado en el sur de Santiago, en el puerto de Talcahuano y en Concepción. Con la audacia de los generales realistas Osorio y Ordónez, en marzo de 1818, los españoles sorprenderán al ejército patriota en Cancha Rayada y causarán el desbande de las tropas independentistas de San Martín y O’Higgins.
Enterados de la derrota patriota, en Santiago cundió el pánico. Las familias aristocráticas, que habían adherido a la independencia y homenajeaban con bailes y tertulias a los oficiales republicanos, retomaron relaciones con aquellas que se habían mantenido fieles al rey. Otras implementaron su huida, agolpándose en el puerto en busca de barcos que las trasladasen a otras regiones; las menos acaudaladas iniciaban su peregrinación hacia Mendoza, intentando el cruce de la cordillera. Todo era caos en la capital chilena. El general Brayer, veterano de las guerras napoleónicas -que pasará a la historia, al menos en nuestra América, como un simple cobarde-, afirmaba a viva voz, ante todos los que lo querían escuchar, que «la causa estaba perdida». Otros difundían la versión de que San Martín había muerto al igual que O’Higgins, y hasta había quienes juraban haber visto el cadáver del Libertador.
En medio de esa confusión, una voz se levantaba para dar ánimo y preparar la defensa de la capital. Era la del guerrillero Manuel Rodríguez, quien había conformado el escuadrón de Húsares de la Muerte y armaba al pueblo para enfrentar a las fuerzas de la reacción.
La derrota de Cancha Rayada fue el 19 de marzo, y apenas cinco días después ya estaba San Martín al frente de sus tropas, reapareciendo en Santiago tras reunir y reorganizar al Ejército Unido. El pueblo celebró su llegada con manifestaciones de júbilo y decisión para el combate. Los pregoneros de la derrota, incluyendo a «patriotas» políticamente enemistados con los conductores, reservaban su opinión y dudaban.
Los preparativos para el nuevo enfrentamiento fueron rápidos y precisos. San Martín arengó al pueblo y dispuso toda su capacidad para dar la batalla decisiva. El 5 de abril, en los campos de Maipú se entabló la lucha. «El sol por testigo, la Patria existe y la Patria vencerá», fue la arenga de San Martín previa al combate. Y así fue. Los colonialistas fueron aplastados categóricamente por las fuerzas independentistas. Chile quedaba liberado, sellándose su independencia.
La Batalla de Maipú fue la primera de las grandes batallas que dieron inicio a la decadencia del Imperio Español en Suramérica. Un año después, en Boyacá, el Libertador Simón Bolívar derrotaba a los colonialistas en la Nueva Granada, y apenas dos años después los destrozaría en los campos de Carabobo, consolidando así la independencia de la Gran Colombia. De ahí en más, no sin grandes sacrificios y en una sucesión de victorias, el ejército unionista e independentista terminaría dando la estocada final a las tropas del Rey en Junín y Ayacucho.
Lamentablemente, a 200 años de la gloriosa Batalla de Maipú, tanto los pueblos de Chile como de Argentina se encuentran gobernados por representantes de la anti-patria, por simples lacayos del imperialismo de turno. Ni en la figura de Mauricio Macri, ni en la de Sebastián Piñera se encuentra nada del patriotismo exhibido por los héroes de Maipú, al contrario, más bien en ellos se acumulan los miedos, egoísmos, servilismo y traición de esa oligarquía que hace 200 años pretendía alinearse con las fuerzas del colonialismo.
Este 5 de abril, se llevará a cabo el acto oficial en el Municipio de Maipú, en Chile. Allí estarán presentes los presidentes Piñera y Macri, donde descubrirán una placa por el bicentenario de la histórica batalla con el infame lema de «A los vencedores de los vencedores de Bailén». No dice la placa «A los vencedores del colonialismo español», ni mucho menos «A aquellos que nos dieron la independencia»… Había que poner un lema que no disgustara a la corona española… Piñera y Macri, como legítimos hijos de los Ordoñez, Osorio y Fernando VII una vez más reniegan del legado de San Martín y O’Higgins.
Bien cabe a estos presidentes vendepatria aquello que una vez señaló José de San Martín: «…lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española…. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer».
A 200 años de la Batalla de Maipú, los verdaderos patriotas y revolucionarios de hoy debemos repudiar la farsa de estos traidores a la Patria, como asimismo reafirmar nuestro compromiso de seguir luchando hasta derrotas definitivamente al imperialismo y sus aliados: «La Patria existe, la Patria vencerá».
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