Ayer Grecia tuvo una nueva cita con las urnas, en medio de un clima de apatía y desesperanza, en parte debido a la percepción de estar ante un modelo político agotado y también ante la falta de una alternativa que contribuya a superar la crisis. Rebelión conversó sobre ello con dos notables actores de la […]
Ayer Grecia tuvo una nueva cita con las urnas, en medio de un clima de apatía y desesperanza, en parte debido a la percepción de estar ante un modelo político agotado y también ante la falta de una alternativa que contribuya a superar la crisis. Rebelión conversó sobre ello con dos notables actores de la escena cultural griega.
Autor teatral y traductor, actor, director y maestro, Yanis Petsópulos lleva 50 años dedicándose al teatro, del que aprendió «a creer fundamentalmente en la vida, en el ser humano, ya que todo se puede cambiar». Para él la crisis en Grecia comenzó hace «20 o 30 años, cuando los partidos mayoritarios establecieron las bases de un sistema corrupto que acostumbró a la gente a tener dinero fácil y a un consumo desenfrenado incluso en las formas de ocio».
Ese modelo llegó también al teatro «distorsionando los valores tradicionales y la identidad de la cultura, apostando por el modelo americano del show-business«, de modo que a la crisis política y económica del país se ha sumado también «la crisis dentro del teatro, porque es un reflejo de todo lo que esta pasando, y que es de valores y principios». Lo cual no impide que en estos momentos ya esté surgiendo un movimiento renovador en la escena griega, «siempre hubo este tipo de corrientes en épocas de crisis anteriores», aclara.
El teatro como herramienta transformadora
El teatro es sin duda un movimiento de masas en el país. Además de las dos escuelas estatales de arte dramático (en Atenas y Tesalónica) existen más de 35 privadas y un número todavía mayor de talleres teatrales. El resultado son cerca de 1.000 nuevos actores por año. Y para hacernos una idea solo durante el primer trimestre de 2015 se estrenaron en Atenas 850 montajes en 150 salas.
Petsópulos, que dirige el taller y espacio para representaciones Polymíjano, considera que «el teatro tiene una gran potencialidad de cambio, al ofrecer al espectador otra dimensión y otra forma de ver las cosas, que va entendiendo e interiorizando», además «el arte debe ser democrático, como la política, y por eso es tan importante el teatro en la calle, en los barrios, donde no se necesitan grandes montajes, porque es una forma de hacerlo llegar a todos».
Pero los grupos se enfrentan, a su modo de ver, con un doble reto: por un lado una concepción errónea por parte de las instituciones, que no tiene que ver únicamente con cuestiones económicas; por otro una excesiva atomización de las numerosas iniciativas culturales, propia de la idiosincrasia griega. «El teatro es parte de la memoria y de los sentimientos de un pueblo, y por ello es importante que persista y que además evolucione. Pero el problema es que políticamente no interesa que la cultura trascienda al pueblo y se haga accesible a las clases populares y a quienes no tienen recursos económicos», señala, «el arte no debe ser elitista, ni el dinero una barrera para disfrutar de un espectáculo». La segunda de las dificultades la resume con un símil, «en Atenas hay más teatros que en Londres y muchísimos grupos independientes, pero cada uno va en su balsa tratando de librarse del naufragio en lugar de subirse a un barco grande en compañía de otros y llevarlo adelante. Cuesta hacer las cosas de forma colectiva, pero es lucha lenta y continua en la que hay que creer y no cejar».
Para el dramaturgo el cambio que requiere el país «no va a venir a través de la política, sino a través del pueblo, de la cultura, frente a una clase política que estafa y engaña tenemos a una generación de jóvenes que hacen teatro, cantan y bailan buscando una verdad, y así vamos caminando».
Ese escepticismo con la clase política lo transmite igualmente Dimitris Angelís, poeta y director de la acreditada revista literaria «Frear», al reconocer que «en un momento en el que el país está desesperanzado, atravesando una época muy difícil, bajo un programa durísimo y con perspectivas de empeorar, el desempeño de la política no ayuda mucho a mejorar la situación, a facilitar una salida». Sin embargo abre una ventana a la esperanza al decir que «el alivio y la ayuda para superar los problemas viene de la literatura».
Responsabiliza a los economistas y a los líderes políticos de la situación actual y considera que «pese a haberse escrito muchos ensayos sobre la crisis, que parecen ofrecer una solución o una explicación preparada, creo que los únicos que pueden aliviar este daño, esta herida de nuestro tiempo, son los narradores y los poetas». A su modo de ver, «para quienes han perdido su trabajo, su vivienda o sus esperanzas, la explicación no es un tema de los economistas, sino de la literatura que puede aliviar a quienes sufren».
La crisis y el fin de una época
«En Grecia todo lo que conocíamos ya no existe y la caída del país ha producido un vacío tan grande que a nosotros nos toca llenarlo ya», asegura en un reciente artículo el joven director de cine Stathis Athanasiu, y Angelís añade que «este cambio de ciclo, esta fractura también se expresa en la literatura, gracias al relevo generacional que se está dando entre los autores que monopolizaron durante años el panorama editorial, que ya son muy mayores y no escriben o murieron, y una corriente de jóvenes que quiere expresar nuestra vida con nuevas formas».
La crisis ha puesto al mundo editorial entre la espada y la pared. «Publicar un libro en la actualidad es muy difícil, muchas editoriales han cerrado, las que quedan piden a las librerías que paguen por adelantado, lo que pone en aprietos a las pequeñas, y además apenas hay papel porque viene de fuera y solo se importa tras haber anticipado el dinero». Señala que desde el inicio de la crisis la publicación de libros descendió en un 70%, habiéndose reducido al mínimo desde junio hasta ahora cuando empezó el corralito bancario. «Pero pasó una cosa curiosa -relata a modo de anécdota-, aumentó notablemente el número de poetas que llevaron a cabo autoediciones de sus obras, gracias a una parte del dinero que se sacó de los bancos, aunque para mucha gente esto pueda sonar un poco frívolo».
Pese a todo, «los nuevos escritores se han abierto por encima de las dificultades editoriales, las rígidas revistas tradicionales y el cerrado mundo de los literatos de Atenas». Como ocurre en el teatro, las épocas de crisis en Grecia también han dado a luz movimientos literarios de renovación que explican a los ciudadanos la herida provocada por el fin de una época, «como ocurrió con la generación de los años 30, tras la pérdida y expulsión de la población griega en Asia Menor».
Para Angelís «lo más interesante es que el tema de la crisis se ha utilizando también para renovar el lenguaje, reinventar nuestro estilo y ver las cosas de otra manera. Y eso muestra el deseo de los artistas de expresar el cambio de nuestras vidas». Aunque la buena literatura no llegue a tanta gente como lo hace el teatro, para el poeta «va a perdurar mas, y poco a poco va a expresar mejor nuestro tiempo».
Por desgracia esa corriente, más activa en Tesalónica y en otras pequeñas ciudades del norte donde también existe un movimiento social y autogestionario más potente, no tiene salida hacia el exterior debido al abandono de las instituciones. «Han desaparecido las ayudas a la traducción, que daban a conocer la literatura griega en el extranjero, el Centro Nacional del Libro cerró y todos los centros de las otras ramas de la cultura los dejaron sin presupuesto, lo cual imposibilita -se lamenta Angelís dar a conocer nuestra literatura en un momento en el que todo el mundo se interesa por Grecia y somos el centro de atención de todos los medios».
Antonio Cuesta es corresponsal en Grecia de la agencia Prensa Latina
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