La llamada «prensa grande» tiene un modo bastante curioso de informar, en el Perú. Dijo recientemente que la revista «Time» había considerado «los hombres del año» a los médicos que luchaban contra el Ebola en Africa. Omitió decir, sin embargo, que esos médicos, eran cubanos; y estaban allí enviados en misión solidaria por el gobierno […]
La llamada «prensa grande» tiene un modo bastante curioso de informar, en el Perú.
Dijo recientemente que la revista «Time» había considerado «los hombres del año» a los médicos que luchaban contra el Ebola en Africa. Omitió decir, sin embargo, que esos médicos, eran cubanos; y estaban allí enviados en misión solidaria por el gobierno de su país.
La presencia de médicos cubanos en cualquier «oscuro rincón del mundo» -palabras de George W. Bush-; no debiera sorprender a nadie. Deriva del espíritu solidario que el proceso cubano generó e impulsó entre su gente, y que se expresa en las más diversas circunstancias. Los peruanos, podemos dar fe de eso.
Porque eso es así, la gente suele decir que mientras USA envía soldados para matar; Cuba, envía médicos para salvar. Aprecia la diferencia.
También «la prensa grande» aseguró que un Palestino había «muerto en Cisjordania». No dijo que ese palestino, no murió. Lo mataron.
Fue asesinado por la tropa Israel, que resolvió disolver a un grupo de personas que cumplía una misión en Tumisara, cerca de la ciudad de Ramala: trabajaba en una plantación de Olivo.
El difunto no era sólo «un palestino». Cumplía una alta función pública. Era el Ministro para Asuntos de las Colonias, y el Muro, y respondía al nombre de Ziad Abu Ein. Su deceso generó una nueva ola de incertidumbre y muerte en las regiones palestinas ocupadas ilegalmente por Israel.
Pero «la prensa grande» no solo miente y engaña en relación a los sucesos del exterior. También lo hace cuando se trata de asuntos internos, cuando aborda los complejos problemas que asoman en el escenario nacional. Entonces, busca obtener provecho de cada cosa para favorecer a sus patrocinados y golpear a sus adversarios. En eso, no da tregua.
El «caso López Meneses» resulta en extremo indicativo. Los «medios» armaron un gran alboroto cuando se descubrió que este oscuro personaje gozaba de privilegios y protección indebida y especial cuando era algo así como «un hombre de la calle».
El hecho generó un escándalo mayúsculo en noviembre del 2013 y dio lugar a la caída, en ese entonces, del Ministro del Interior y del asesor del Presidente, el ex oficial Adrian Villafuerte, a quienes se culpó por el inusual operativo.
Todo se orientó, desde un inicio, a intentar demostrar que el «protegido» era algo así como un nexo entre el Jefe del Estado y el ex asesor de Inteligencia de Alberto Fujimori, hoy reo en cárcel.
Todos los días la prensa escrita, oral y televisada machacó en lo mismo y logró, incluso, arrancar, en el Congreso de la República, una pomposa «Comisión investigadora». Para tornarla «operativa», hizo cuestión de estado para que ese grupo, fuera presidido por uno de los suyos, un hombre de la Mafia. Era esa la «garantía» de objetividad en la investigación.
La Comisión, así investida y constituida, comenzó su tarea con bombos y platillos. Y puso énfasis en su voluntad de llegar «hasta las últimas consecuencias», «caiga quien caiga». Para ese efecto, citaron a comparecer a medio mundo.
Recientemente, culminó su tarea, y el líder de la misma, el Keikista Juan Díaz Dios, tuvo que admitir que no había encontrado nada de lo que se había propuesto, y que no resultaba posible establecer vínculo alguno entre el investigado, y el Presidente de la República. Así, terminó el cuento. Y Díaz Dios, se fue al diablo, informe y todo.
Después de eso, levantaron otros temas: el de Martín Belaúnde primero; y el del Ministro de Justicia, Daniel Figallo, más recientemente.
En ambos casos buscaron hacer lo mismo: una montaña de papel destinada a asegurar que el Presidente de la República es «la cabeza visible» de una «red que opera desde Palacio de Gobierno».
Hay un viejo dicho: cada ladrón cree que todos son de su condición. Bajo los dos gobiernos de Alberto Fujimori hubo en Palacio de Gobierno una red delictiva que operaba bajo la dirección del Jefe del Estado. Y eso -mutatis mutandi- ocurrió en los dos gobiernos de García.
Ellos creen, entonces que, si tuvo lugar en el pasado, tiene que estar sucediendo ahora. No hay otra.
Ocurre que sí, sucedió en el pasado. Y hoy sale a luz y se conoce en su real dimensión, precisamente porque el gobierno -pese a todas sus debilidades y errores- la pone en evidencia.
Incluso hoy se sabe que empresas yanquis hicieron pagos ilegales a altos oficiales de la Fuerza Aérea del Perú, durante la gestión de García Pérez mientras el entonces Jefe del Estado, oía llover (o, quizá, firmaba indultos, previo cupo, o se graduaba de «Doctor», tal vez).
Si AGP o AFF estuvieran en el poder, el tema quedaría cerrado bajo siete candados; y si alguien osara descubrirlo, correría el riesgo de ser acusado de «terrorista», y condenado a Cadena Perpetua por un Tribunal sin Rostro.
Martín Belaúnde, es el caso de un aventurero joven y con plata que -según parece- aprovechó de su cercanía al gobierno para «vender su imagen» como un audaz lobbysta de éxito. Se ofreció, para «gestionar», e «intermediar», con trámites precisos.
Eso, que hoy es un delito -«tráfico de influencias» se le llama- ocurrió siempre en el Perú y nunca fue considerado un hecho punible. Hoy lo es. Y se condena, por eso, no a quien lo hace, sino a quien no sabe hacerlo.
Martín Belaúnde confía en la suerte y por eso «no se pone a derecho». Pero no ha robado a nadie, ni se ha apoderado de dineros públicos. No importa. Lo que vale, es la imperiosa necesidad de probarle alguna «ilicitud» y vincularlo a la «pareja presidencial» a cualquier costo.
Y lo de Daniel Figallo, luce igual. Lo acusan por haberse reunido con los Procuradores del Estado cuando precisamente ésa es su función. Y deducen que quiso «amparar» a Martín Belaúnde porque se interesó por la evolución del caso., como era su deber, sobre todo cuando la «prensa grande» pregunta con voz meliflua a quien asome en la balaustra de Palacio «¿Y cuándo capturan a Martín Belaúnde?» .
Al Ministro Figallo no le han probado nada ilegal. Personajes tan ajenos entre sí como Rosa María Palacios, Aldo Mariátegui, Ricardo Vásquez Kunze, o Raul Wiener; confirman eso ¿Por qué lo atacan?. Simplemente porque quieren echarlo, del mismo modo como quieren echar a Urresti, al Ministro de Defensa, o al Presidente Humala. Quieren que se vayan, ya.
Pero, ciertamente no piensan en la necesidad de cambiar este régimen por otro mejor; sino por un gobierno dirigido por ellos. Para Keiko, el «mejor gobierno» es el de la Mafia bajo la dirección del chinito de la yuca, o ella -su heredera-. Y para García, «el mejor», será siempre el suyo.
El gobierno no maneja la crisis con acierto. Al contrario, retrocede medrosamente y hace concesiones. La política extractivista sobre todo en el sector minero, lo confirma. Y también la «reforma laboral», el «empleo juvenil», y los privilegios tributarios; son medidas que benefician antes que nada a los empresarios. Aunque el Presidente declara contra la Mafia, no convoca a la lucha contra ella. La deja actuar. Y ahí radica el peligro.
La «Prensa Grande» juega con fuego, pero apuesta ganador. Hay que actuar para que eso, no ocurra jamás.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.