«Esos que sacan la basura a deshora, que no respetan los semáforos ni los cruces peatonales, que ensordecen las calles con el claxon, que pintarrajean las paredes con groserías, que sacan a sus perros a la calle para que «hagan sus necesidades», que arman fiestones hasta la madrugada sin preocuparse por los vecinos, que paran […]
«Esos que sacan la basura a deshora, que no respetan los semáforos ni los cruces peatonales, que ensordecen las calles con el claxon, que pintarrajean las paredes con groserías, que sacan a sus perros a la calle para que «hagan sus necesidades», que arman fiestones hasta la madrugada sin preocuparse por los vecinos, que paran el micro a media cuadra, esos -y muchos más- que no hacen nada por la ciudad y que más bien la empeoran, serán los primeros en firmar por la revocatoria de la alcaldesa, y le harán coro con matracas a la derecha, que busca deslegitimar cualquier proyecto que no sea el suyo» escribió recientemente en su muro de Facebook uno de los espíritus más selectos de nuestra pedagogía, Manuel Valdivia Rodríguez, profesor de Lengua y Literatura de vieja escuela. Y ¡vaya que no le falta razón!
El tema de la pregonada «revocatoria» de la alcaldesa Susana Villarán, ha permitido que asomen al escenario personajes disímiles, pero atados todos por un mismo cordón umbilical: el que une la miseria humana con la podredumbre intelectual, el odio primitivo con la barbarie de nuestro tiempo y la falta de escrúpulos de conocidas Mafias con el accionar de los núcleos derechistas de una oligarquía envilecida y en descomposición.
Veamos a dos de los figurines de esta historia ridícula: Marco Tulio Gutiérrez, abogado de Luis Castañeda en Comunicore y bien pagado por el trabajo sucio que hoy desarrolla; y Mario Toledo Guzmán, recusado candidato por el llamado Movimiento Descentralista del Perú y sindicado como un personaje caracterizado por un constante cambio de agrupaciones, según el puesto al que postulaba.
A otro nivel, Martín Belaúnde, pintoresco congresista de Solidaridad Nacional. ¿Qué se sabe de él? Que tiene una significativa trayectoria como abogado de empresas mineras, petroleras y de servicios, consultor y gerente de consorcios privadas; y director de empresas. ¿Se necesita más? Pues bien: que vivió a la sombra -y a la luz- del gobierno de Alejandro Toledo, que le confirió elevados e inmerecidos cargos en el país y en el exterior, y que luego emigró a los predios de Castañeda en busca de mayor fortuna.
También Gustavo Pacheco Villar, autodenominado «escudero» que fungió primero como alabardero de Fernando Olivera, luego de Alejandro Toledo, hasta que no lo tuvo en cuenta como candidato al Congreso en los comicios de abril del 2010, razón por la cual recaló -sin éxito alguno- en la orilla de Castañeda Lossio en procura de taparrabo político.
¿El resto? El resto, son los restos -en descomposición- de una clase en derrota: Rafael Rey, José Barba, Fritz Dubois, el propio Castañeda, Alex Kouri y ¿cuándo no? Aldo Mariategui. Ellos añaden a la campaña por la revocatoria de la alcaldesa de Lima el recutecu que le faltaba, el ingrediente más vistoso. Son las fresas de la misma torta. Y esperan los beneficios que suelen caer como maná del cielo a los pedigüeños eternos, y sin vergüenza.
Es curioso. La alcaldesa de Lima dio pasos firmes para la recuperación del transporte, puso orden en el dantesco tránsito de la avenida Abancay, habilitó el Metropolitano hecho a medias por su antecesor, conservó bien los parques y jardines; pero debe afrontar la embestida de quienes la detestan porque no piensa como ellos. Y es que, en este caso, el nivel de intolerancia ha cruzado todos los límites y llegado a la vendetta política como recursos final.
Los enemigos de la Villarán no le perdonan que les ganara las elecciones en octubre del 2010. Por eso se la tenían jurada desde un inicio. No han aludido -como suelen decir para encubrir su propuesta- a la «ineficacia» de la gestión edil. Ya lo tenían escrito en sus sibilinas columnas, de «Correo» y de Cecilia Valenzuela. Era cuestión, apenas, de «actualizar» el caso poniendo el tema en el momento oportuno. Y a juicio de ellos, el «momento oportuno» llegó, porque comenzaron a venderse los kits electorales en las oficinas de la ONPE.
Lo de la arena en la playa de La Herradura no sólo fue un pretexto, sino también una exaltación desmedida del supremo cinismo del que hacen gala porque -no se olvide- esa Playa de La Herradura, tan hermosa hasta los años 80, quedó convertida en un vivero de perros abandonados durante los ocho años de la gestión de Castañeda. Nadie, en sano juicio, pudo bañarse allí en ese largo periodo.
Y si hoy se hace algo, es precisamente un esfuerzo por sacar a esa playa del letargo de mugre y de miseria en la que se hallaba, para ponerla de algún modo al servicio de la gente. Y eso, es también lo que indigna a la rancia aristocracia provinciana que marcha -como Mambrú- a la guerra; y que vivió por décadas acostumbrada a playas semi privadas, alejadas de la multitud y la muchedumbre.
Para el movimiento popular es muy importante desbaratar la ofensiva contra la Villarán. No porque ella sea el símbolo de la eficiencia, que puede no serlo, sino porque los valores están por encima de la carroña. Y porque lo que se hace hoy en torno al tema del municipio de Lima bien puede ser el «ensayo general» de lo que se busque más tarde en el nivel presidencial. Pero además, porque la grita contra la alcaldesa se está usando para encubrir hechos siniestros: la libertad de León Alegría, el archivo de la denuncia contra Del castillo, el cambio de situación penitenciaria de Ponce Feijóo y Carlos Tomasio; la libertad de Juan Rivera, el socio de Thelmo Hurtado en la matanza de Accomarca, y muchos otros latrocinios que consuma la mafia a lo largo de ancho del país.
No olvidemos, en efecto, que casi las mismas fuerzas que hoy accionan esta ofensiva, estuvieron detrás de una campaña por la vacancia presidencial de Toledo en el año 2003, y que ya en Cajamarca -a la sombra de una lucha heroica, generosa y por lo mismo altamente respetable- aparecieron carteles procaces – aunque aislados- pidiendo el desafuero de Ollanta Humala por el tema de Conga. Ni tampoco, por cierto, que tras la publicitada «revocatoria» está el intento de atenuar la denuncia fiscal contra Castañeda por el «caso Comunicore».
Por encima de todas las diferencias entonces, hay que unir al más vasto movimiento popular en el marco de la lucha contra esta ofensiva reaccionaria. No está de por medio la suerte personal de nadie, sino la imperiosa necesidad de derrotar con la fuerza del pueblo, una intentona sediciosa de claro contenido reaccionario. La sola alineación de las fuerzas – quiénes están aquí y quiénes allá- permite tener una idea cabal del asunto.
Hay que considerar, sin embargo, el hecho que algunas personalidades, como Gastón Acurio, o Pablo Secada -este último de pensamiento más bien conservador- se han manifestado abiertamente en contra de la propuesta de la «revocatoria» planteada. Y que incluso el mismo PPC ha tomado distancia del tema. Esto confirma la idea de que la derecha no es un monolito, ni está sólida, ni unida, y que registra en su interior más bien resquicios de corte formal que no deben ser subestimados.
Pero no será sólo explotando las contradicciones en el campo enemigo como se podrá ganar en esta lucha. Es necesario que el calor de esta contienda crezca en el movimiento popular la cartilla de la victoria en la que se inscriben los cuatro requerimientos básicos para impulsar cualquier cambio hacia el futuro: la unidad más amplia del pueblo, la organización más sólida que sea posible, la conciencia política más alta, y el afán de luchar para vencer en todos los terrenos al enemigos de clase.
Pero es bueno subrayar también que esta contienda no puede – ni debe- admitir neutrales. El gobierno no está por encima de ella, ni puede silbar a un costado. Sus integrantes fueron elegidos por la votación del pueblo, y más precisamente contra la voluntad expresa de quienes hoy fungen de «revocadores» en el municipio de Lima. A tomar partido, entonces, sin prejuicios pequeños ni aldeanos.
El hecho que el Gabinete Valdes haya arrancado un «voto de confianza» en el reciente Pleno del Congreso no debe llamar a engaño a nadie. El acuerdo fue logrado en base a concesiones y retrocesos, y no a partir de una voluntad transformadora, ni de avance. Y aunque esa es una realidad que no se puede achacar propiamente al gobierno sino a una correlación de fuerzas artificialmente creada por los medios, el hecho que se alumbre con «homenajes» a los héroes de papel -los Comandos Chavín de Huantar- y con encendidas proclamas «aniterroristas», constituye un real motivo de preocupación.
La lucha está planteada. La «revocatoria» de la Alcaldesa constituye, apenas, un episodio en la contienda.
Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.
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