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Entrevista a Frank, uno de los detenidos durante el desalojo de Ungdomshuset (Dinamarca)

«La solidaridad debe continuar»

Fuentes: Diagonal

Desde que hace dos meses las autoridades decidieron el desalojo de la Casa de la Juventud de la capital danesa, el conflicto se mantiene activo. Pese al derribo del edificio, las movilizaciones continúan. DIAGONAL: El desalojo, aunque sorpresivo, era esperado. ¿Cómo se vivieron esos días? FRANK: La gente estaba preparada para resistir. Permanentemente había entre […]

Desde que hace dos meses las autoridades decidieron el desalojo de la Casa de la Juventud de la capital danesa, el conflicto se mantiene activo. Pese al derribo del edificio, las movilizaciones continúan.

DIAGONAL: El desalojo, aunque sorpresivo, era esperado. ¿Cómo se vivieron esos días?

FRANK: La gente estaba preparada para resistir. Permanentemente había entre 35 y 50 personas en el Centro. Discutimos mucho sobre las diferentes opciones que se nos presentarían cuando vinieran a desalojarnos y sobre nuestra capacidad de resistencia. Estábamos muy preparados: barricadas dentro y fuera del edificio y medios para defendernos cuando intentaran el asalto. Nuestro dispositivo estaba preparado para la defensa las 24 horas del día. Pero también fue un tiempo agradable porque el colectivo de gente era muy agradable, y aunque trabajábamos mucho llegaban numerosos apoyos a Ungdomshuset.

D.: ¿Cómo fue el desalojo?

F.: Enviaron agentes especiales. Dos compañeros vieron desde el tejado llegar a la policía, pero apenas tuvimos tiempo para reaccionar, en seguida tiraron gases que no dejaban ver nada, al mismo tiempo un helicóptero se colocaba cerca del tejado. Fue algo caótico y actuaban de una manera realmente rápida. Con cañones que lanzaban potentes chorros de agua impidieron que pudiéramos lanzar nada desde las ventanas. En un par de minutos estaban entrando por el tejado y tomando el edificio planta a planta, desde el exterior ya estaban rompiendo las defensas, algunas muy fuertes que teníamos también en las ventanas. Las abrían con una escavadora, iban haciendo agujeros en los muros para pasar de una zona a otra. No pudimos resistir ni media hora en los diferentes puntos de defensa. También dentro usaron chorros de agua y gases para impedir la visibilidad. La última defensa la hicimos en una habitación muy pequeña. Rompieron la puerta, echaron gases; nos golpearon y el cuarto se llenó de policías. Estuvimos unos 20 minutos detenidos en esa habitación llena de gas, sin poder ponernos nuestras máscaras antigás. Luego nos llevaron a una comisaría donde nos identificaron y fotografiaron. Fuimos arrestados bajo numerosos cargos: resistencia a la autoridad, posesión de armas, actividades ilegales… Durante horas permanecimos en la comisaría mojados por el agua y sin recibir comida. Luego estuvimos 26 días en prisión, hasta que a todos los extranjeros nos deportaron. Nos recordaron que no seremos bienvenidos en Dinamarca. Antes del desalojo la gente de fuera que estábamos allí hicimos un colectivo; había activistas de todas partes: Estados Unidos, Nueva Zelanda, Holanda, del Este de Europa, de Francia, Noruega, muchos de Alemania…

D.: ¿Y la relación con el vecindario?

F.: El apoyo del vecindario, del barrio de Nørrebro, fue genial. A veces traían el desayuno, o daban dinero para apoyar al centro y sus actividades; una guardería cercana fue otro punto de apoyo. Era gracioso, nosotros vestidos de negro y a veces con las capuchas y los niños, que nos saludaban, sonriendo y mostrando su apoyo. La mayoría de los vecinos nos apoyaron; en la ciudad mucha gente estaba contra el desalojo, y a favor de buscar otras vías. Y esto se vivía de una forma increíble.

D.: ¿Siguen las manifestaciones o intentos de abrir un nuevo espacio autogestionado?

F.: Se ha intentado okupar nuevas casas pero han sido desalojadas casi inmediatamente, las acciones continúan pero sigue habiendo mucha presencia policial. Detienen a gente sin motivo alguno. Es muy difícil hacer algo, hay pequeñas acciones, unas dos manifestaciones por semana, una ruidosa siempre frente a la cárcel donde continúan 35 personas presas. Gracias a ello parece que el régimen dentro de la prisión ha mejorado para ellas.

Muchos colectivos y unos diez proyectos de vivienda comunitaria fueron registrados por la policía de forma brutal, con destrozo de muebles y enseres. Buscaban activistas solidarios. Pero es difícil que las autoridades quieran ir a más, porque ahora hay más iniciativas y grupos luchando por los Centros de la Juventud (Centros Sociales). Es una lucha por los espacios autónomos, no sólo por una casa. No creo que el gobierno de la ciudad quiera tocar los espacios más consolidados, sino frenar la expansión de una iniciativa como Ungdomshuset. Es importante que la solidaridad con las personas presas y con el centro continúe. La gente que está encarcelada se siente reconfortada sabiendo que hay tantas muestras de solidaridad, que la lucha del centro ha salido reflejada en muchos lugares y que son muchas las personas que les escriben. Estas redes de apoyo demuestran que la fuerza de la resistencia puede usarse para algo nuevo, quizá para que aparezca una nueva generación de okupantes.

Apoyos internacionales

En Noruega, Italia, Suecia, Francia, Grecia, Australia o EE UU se han repetido las concentraciones, actos de apoyo y okupaciones de consulados daneses. Las protestas más llamativas y numerosas han tenido lugar en Alemania con manifestaciones de cientos de personas y cortes de la autopista que une ambos países. En el Estado español, diferentes grupos han realizado acciones en Barcelona (okupación temporal del consulado danés) y en Madrid, donde en el marco de unas jornadas para «dar soporte solidario a los presos del Ungdomshuset», medio centenar de personas se concentraron ante la embajada danesa.