La situación de Grecia desde 2009 hasta la actualidad ha pasado del esplendor y la magnitud de las luchas sociales y la posterior victoria épica de Syriza a la dramática escena de la capitulación de Tsipras ante la Troica y su deriva socio liberal. El acceso en la zona euro con datos fraudulentos con la […]
La situación de Grecia desde 2009 hasta la actualidad ha pasado del esplendor y la magnitud de las luchas sociales y la posterior victoria épica de Syriza a la dramática escena de la capitulación de Tsipras ante la Troica y su deriva socio liberal.
El acceso en la zona euro con datos fraudulentos con la ayuda de Goldman Sachs y el efecto de la crisis global de 2008 en una frágil, no competitiva y endeudada economía comportaron la imposición al pueblo griego de los programes de austeridad en el ámbito social, laboral y público entre los años 2010 y 2012, siguiendo los dictados de los mercados y del mantra neoliberal de socialización de los pérdidas y privatización de los beneficios. El primer rescate en el 2010, de 110 mil millones de euros, aplicado por el PASOK y el segundo en el 2012, de 130 mil millones de euros, aplicado por el gobierno tecnócrata de Papademos, ex-vicepresidente del BCE, suponían la cesión de la soberanía nacional a los hombres de negro y una tutela de la economía griega por parte de la Troica (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). Estas políticas de austeridad social, de disminución de los salarios, de recortes de los pensiones, de aumento de impuestos como el IVA y de venta del patrimonio público eran a cambio de supuestos «rescates» destinados a resolver la crisis de la deuda de Grecia. Una situación que según el Comité de la Verdad sobre la Deuda pública griega tenía como objetivo rescatar a la banca privada griega y europea y dónde se revela que sólo el 10% de estos fondos se han destinado a gastos corrientes del gobierno.
Con esta situación se produjo una implosión del sistema de partidos griego y la llegada al gobierno de un partido de izquierdas no socialdemócrata. En el 2009 el partido socialista de Grecia (PASOK) ganó las elecciones con mayoría absoluta y un 43,9% de los votos, a pesar de ser considerado un partido burocratizado y con graves casos de corrupción. No obstante, la contestación social del periodo 2010-2012, -en una situación casi pre-revolucionaria-, a la crisis económica y a las medidas austeritaries llevaron a la derrota electoral del PASOK en las elecciones de mayo de 2012 con tan sólo el 13% de los votos y con unos resultados similares en la repetición electoral de junio de 2012, siendo superado por la derechista Nueva Democracia y por la izquierda radical de Syriza.
La esperanza política-electoral de la victoria de un gobierno de izquierdas antiausteritat trasladó la ilusión del cambio social de las calles a las instituciones. Durante el periodo de 2010-2012 hubieron un gran número de huelgas generales donde la población griega se movilizaba en los manifestaciones más grandes de los últimos 30 años y ocupaba las plazas de multitud de ciudades del país teniendo el epicentro del movimiento de los indignados griegos en la plaza Syntagma de Atenas durante los meses de junio y julio del 2011. La inestabilidad política de este periodo condujo a la repetición de los comicios en un 2012 donde el apoyo a Syriza, -con un programa antiausteritat que proponía la suspensión del pago de la deuda hasta la conclusión de los trabajos de una Comisión Internacional de la Auditoría de la Deuda-, aumentó espectacularmente. Syriza pasó de representar un 4% en las elecciones de 2009 a un 27% de los votos en los elecciones de junio de 2012 situándose como segunda fuerza del país y convirtiéndose en una opción real de acceder al gobierno en las próximas elecciones; situación que comportó el error de ir moderando sus propuestas desde finales del 2012.
Syriza ganaría los elecciones en enero de 2015 con un 36’3% de los votos gracias a las expectativas y esperanzas de la población, formaría un gobierno de coalición con los Griegos Independientes y trabajaría para aplicar su plan A de negociar una reducción de las políticas de austeridad con las instituciones europeas. El gobierno griego se comprometió a respetar el calendario de pagos a cada acreedor aplazando a finales de junio la aplicación de las medidas de austeridad. A partir de aquí todos los acontecimientos se precipitaron, Tsipras siguió su plan para negociar con unos acreedores que no hicieron ninguna concesión sino que aumentaron sus exigencias haciendo fracasar los negociaciones ya que lo único que aceptarían era la rendición incondicional de Syriza y Grecia. No obstante, el gobierno griego convocó un referéndum sobre el tercer «rescate» del país y la aplicación de nuevas midas de austeridad. El «No» se impuso con el 62% de los votos y Tsipras estaba doblemente legitimado para aplicar un plan B suspendiendo el pago de la deuda y aplicando medidas para hacer pagar la crisis a quien la había creado. Pero no fue así, a Tsipras le temblaron las piernas, no se apoyó en los resultados de la auditoría, los acreedores endurecieron todavía más las condiciones y el gobierno griego capituló. El 15 de julio de 2015 el gobierno de Syriza, un partido que hablaba en nombre de la izquierda, se rendía y firmaba un memorándum que comportaba toda una serie de medidas draconianas en los servicios públicos, de privatizaciones y de pérdida de derechos laborales y de ciudadanía en términos más duros que para los gobiernos conservadores anteriores. Inmediatamente Tsipras convocó unes elecciones generales para septiembre, dejando sin margen de maniobra para organizarse a la Plataforma de izquierdas y la Unidad Popular, y reeditó victoria y gobierno y el sostenimiento de un acuerdo racista entre la UE, Turquía y Grecia sobre los y las refugiadas.
Finalmente el modelo autoritario de la Unión Europea dobló la voluntad popular representada por el gobierno griego y consiguió una victoria muy significativa no tanto por el peso económico de Grecia dentro la Unión sino por el ejemplo aleccionador para el resto de países. No obstante, esta derrota, el desaliento y la desilusión que comporta y la posterior deriva hacia el socio-liberalismo muestra que la moderación no tiene una salida favorable a la mayoría social y que hace falta estar dispuestos a aplicar un programa antiausteritat por la izquierda, ya que sino la salida y el cambio será la extrema derecha.
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