El tema de la unidad de las fuerzas progresistas y la cercanía del proceso electoral nacional, que se avecina, han dado lugar a diversos debates. En general, se ha puesto énfasis en el carácter de la unidad, el papel de sus actores, los lineamientos de programa y el estilo de gestión de los protagonistas. Pero […]
El tema de la unidad de las fuerzas progresistas y la cercanía del proceso electoral nacional, que se avecina, han dado lugar a diversos debates.
En general, se ha puesto énfasis en el carácter de la unidad, el papel de sus actores, los lineamientos de programa y el estilo de gestión de los protagonistas. Pero ha salido un nuevo elemento: el tema generacional, buscando contradicciones -reales o supuestas- entre la «vieja» y la «nueva» guardia de la Izquierda Peruana.
José Carlos Mariátegui, en marzo de 1923, nos advirtió premonitoriamente en torno a este asunto. Comentando la prédica extremista de González Prada que mandaba a «los viejos a la tumba» y a «los jóvenes a la obra», recordó que él había visto a «jóvenes» de Roma cantando himnos fascistas, y a viejos obreros en huelga desfilando por las calles. Los primeros, nos dijo, simbolizan la muerte. Los segundos, la juventud del mundo.
El recuerdo trae a la memoria un hecho que no debe olvidarse nunca: la contradicción social no se presenta entre «jóvenes y viejos», sino entre explotadores y explotados. No son las generaciones, las que confrontan, sino las clases. Y la experiencia nos ha mostrado que hay viejos que tienen la fortaleza espiritual y la vitalidad mental de un muchacho, y jóvenes sepultados en un pasado inquisidor y derrotista.
Curiosamente, en el caso que comentamos, esta contradicción se ha buscado para intentar explicar por qué ahora «no se da» la unidad de las fuerzas progresistas. Y se ha dicho que ello ocurre porque la «Nueva Guardia» viene cometiendo «los mismos errores» que la «Vieja Guardia».
Quien sustenta la falaz aseveración omite, impúdicamente que fue esa «Vieja Guardia» la que fue capaz -no obstante sus errores y limitaciones- de unir a los sectores progresistas de la sociedad peruana, y colocar a la Izquierda en la real condición de fuerza de Gobierno y de Poder.
Si los «jóvenes» que hoy tienen -o debieran tener- en sus manos la conducción de los partidos o movimientos sociales, imitaran ese ejemplo y transitaran por el mismo derrotero; esa unidad que tanto se pregona, sería realidad.
¿Qué es lo que se «critica» a esa «Vieja Guardia»?. El interesado en cuestionarla dice que se trata de «una visión mesiánica de la política». También claro, su «dogmatismo» y hasta un cierto aire «religioso», vale decir místico. Ninguno de esos «cargos» tiene sustento. Se trata simplemente de frases, que no dicen nada
¿Qué es tener una visión mesiánica de la política? ¿Acaso es creer que la política es muy importante y que por eso hay que darle prioridad en las tareas sociales? ¿O tal vez suponer que sólo a través de la lucha política será posible transformar radicalmente la sociedad peruana? ¿Eso es tener una visión mesiánica de la política? Y si así lo fuera, ¿eso constituiría un error descomunal, que explicaría la ruptura de la unidad en nuestro tiempo? ¿A quién se le podría ocurrir tamaño despropósito?
Y es que el tema, no es ese. Lo que ocurre es que quien asegura esto, dice a continuación que «La Joven Guardia» debe construir -lo asegura textualmente- «una izquierda electoralmente competitiva». Y ahí está el detalle.
Más allá de aciertos y errores, lo que «la Vieja Guardia» quiso fue construir una izquierda políticamente competitiva. Y por eso forjó una Izquierda que luche. Y no que se solace en campañas electorales. Cuando asomaron quienes fueron particularmente sensibles a esa deformación, la izquierda se dividió.
En los años 90, en efecto, ganó cuerpo la idea de «vender» un producto electoral, «modernizando» los eslabones de la cadena política de la izquierda. Eso, fue consecuencia de la inmadurez del movimiento. Hubo quienes se dejaron ganar por prédicas de corte electoral, y cayeron en el oportunismo.
El oportunismo, en unos casos, fue «de izquierda» y en otros «de derecha», pero en ambos, se expresó en la renuncia a los objetivos históricos del movimiento cambiándolos por pequeñas prebendas que engolosinaron a algunos.
Fue la «lucha electoral» del 90 lo que estuvo en la base de la división de Izquierda Unida. Ella, lamentablemente, pesó más que la visión política que la circunstancia requería. Y en el tema, ninguno de los actores principales de la IU -Partidos o personas- pueden tirar la primera piedra.
¿Y cual, entonces, es la esencia del mensaje que hoy se «vende» a la «Nueva Guardia»?. Necesitamos -se dice- una «izquierda» que «rompa con las taras del pasado», que «entierre viejas ideas», -¿el socialismo?- porque ellas no le permitirán ser «electoralmente competitiva».
¿Qué le pide? Veamos: la admisión del Mercado y sus lineamientos de economía; el reconocimiento al derecho ciudadano de «acumulación económica«; y el apoyo a la «inversión privada». Las tres perlas de «la modernidad». Los pilares básicos en los que debe afirmarse «La Guardia Joven» para demostrar que dejó atrás «las viejas ideas».
El Mercado es una realidad que no necesita ser «admitida». Existe el Mercado en el capitalismo y en el socialismo. Nadie lo niega. Simplemente lo maneja quien gobierne, según la orientación que derive de la clase que detenta al Poder. Lo que ocurre es que en nuestros países -y gracias al «modelo» Neo Liberal- es considerado el Patrón de la Sociedad Regula todo ¿es eso lo que se debe admitir?
Cuando se habla del «derecho del ciudadano a la acumulación económica», lo que se está sustentando es el escrupuloso respeto al que se enriquece; sin saber cómo, y de qué manera. «Acumular» explotando a otros, no importa. Es «un» derecho. ¿Eso debe asumir la «Guardia Joven»
La alusión a la indispensable necesidad de aceptar la «inversión privada», no es casual. ¿Se referirá «Conga», quizá, o tal vez a «Tía María»? Porque ambas son expresiones meridianas de la «inversión Privada». En todo caso, se omite calladamente distinguir una inversión de otra. Basta que sea «privada», para que se le deba «respetar».
No es el «mesianismo», entonces lo que se cuestiona. Lo que se quiere echar por la borda -por ser «taras del pasado»- es la ideología, la lucha política, la conciencia de clase, los principios y valores que sustentaron a la «Vieja Guardia» de la Izquierda Peruana, y la impulsaron a combatir desde la base social por la transformación revolucionaria de la sociedad.
De sostener puntos de vista de este tipo a asegurar que «la Revolución Social es un a utopía»; que la clase obrera «ha desaparecido», que el marxismo-leninismo «ha caducado», que la lucha de clases «ya no existe», que los valores de la izquierda son «obsoletos»; no hay mayor distancia.
Fue eso lo que aseguraron quienes vieron «esa luz» cuando cayó la URSS e hizo crisis el socialismo en Europa del Este. Hablaron de la necesidad de «renunciar al pasado», «modernizar las ideas», «abandonar las viejas tesis clasistas». Y claro, afirmaron -como todos los editoriales de la prensa burguesa- que el socialismo «había fracasado». Francis Fukuyama lo dijo de una manera más directa: «Es el fin de la historia», Para estos, no fue el fin de la historia, sino el inicio de otra: la del oportunismo, que -de imponerse- asegurará todas las derrotas al movimiento popular.
Contra todos los pronósticos, el Socialismo no ha muerto. Ni sus valores tampoco. Lo dice la experiencia de lucha de los pueblos en América Latina y en otros continentes. Afirmarlo, no pasa por repetir esquemas ni aferrarse a lo que se derrumbó. Pasa por construir, a partir de la realidad concreta, el modelo social que corresponda a cada país. Y si del socialismo se trata, Tomas Borge lo dice: «no se puede ser revolucionario si se cree en el fin de las ideologías».
Nadie piensa que el programa de hoy, sea el socialismo. Se trata de una ruta nacional liberadora, de corte democrático y progresista y en torno al cual las nuevas generaciones tienen que hacer su experiencia de lucha. Hay que dar paso a ellas -claro que sí- pero ayudarlas a triunfar, y no a acaramelarlas con la prédica oportunista de gonfaloneros a sueldo. El ascenso al escenario social de jóvenes aguerridos, como Sergio Tejada o Verónica Mendoza, de por sí constituye un augurio digno de ser tomado en cuenta.
(*) Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.