Las espectaculares escenas de violencia en los suburbios parisinos, que el pasado noviembre dieron la vuelta al mundo, reaparecieron la noche del lunes en la localidad de Montfermeil (Seine-Saint- Denis), al este de la capital, con enfrentamientos entre la policía y bandas de jóvenes encapuchados. Estos jóvenes, armados con todo tipo de objetos y con […]
Las espectaculares escenas de violencia en los suburbios parisinos, que el pasado noviembre dieron la vuelta al mundo, reaparecieron la noche del lunes en la localidad de Montfermeil (Seine-Saint- Denis), al este de la capital, con enfrentamientos entre la policía y bandas de jóvenes encapuchados. Estos jóvenes, armados con todo tipo de objetos y con bates de béisbol, atacaron el domicilio del alcalde, Xavier Lemoine, y varios edificios públicos, para protestar por la condiciones de detención de uno de los chavales. Los asaltantes atacaron también la sede del ayuntamiento, y rompieron los cristales de la entrada y lanzaron artefactos incendiarios.
Las fuerzas del orden intervinieron tras detectar una concentración de «más de un centenar de jóvenes» en el barrio del Bosquet, en Montfermeil, cerca del domicilio del alcalde conservador, Xavier Lemoine. El edil no sólo había prohibido por decreto la concentración de más de tres jóvenes en la vía pública, tanto de día como de noche, sino que, además, había intervenido en la detención de un adolescente pillado in fraganti hace unos días, agrediendo a un conductor de autobús.
TRES HORAS DE DISTURBIOS
Los incidentes comenzaron a las 22.30 horas y acabaron tres horas después, ya de madrugada. Siete agentes policiales resultaron heridos y tres jóvenes fueron detenidos durante los enfrentamientos en los que los jóvenes vándalos lanzaron piedras y cócteles molotov. Los manifestantes también prendieron fuego a cuatro vehículos. Todo ello porque el edil de Montfermeil había sido testigo de una agresión, lo que permitió identificar a uno de los jóvenes maleantes. El propio Lemoine explicó que considera que su vida y la de su familia «están amenazadas».
Disturbios parecidos, aunque de menor intensidad, se registraron también en la localidad de Clichy- sous-Bois (también al este de la capital), donde había comenzado en otoño la ola de violencia que sacudió la periferia de París y de otras ciudades con gran densidad de población de origen inmigrante.
La revuelta duró entonces tres semanas y se saldó con 200 edificios públicos y 9.000 vehículos incendiados, lo que condujo a las autoridades a decretar el estado de excepción. Los violentos volvieron a casa tras el anuncio de medidas para rehabilitar los barrios depauperados y luchar contra la discriminación.
MEDIDAS INSUFICIENTES
Pero diversas entidades y asociaciones denunciaron la insuficiencia de estas medidas y alertaron del riesgo de un nuevo estallido en cualquier momento. «Los incendios de noviembre están mal apagados» declaró el diputado verde Noël Mamère.
Fuentes policiales alertaron igualmente de la subida de la tensión cuando faltan sólo dos días para que, en el marco de la investigación, se proceda a la reconstrucción de los hechos que provocaron la electrocución de dos adolescentes que estaban siendo perseguidos por la policía. Aquel incidente fue el punto de partida de la revuelta de otoño..