«La policía francesa emplea gas lacrimógeno y detiene a 26 personas en protestas contra la violación de un joven», propagaron las agencias de información europeas el 23 de febrero. Los disturbios fueron la respuesta a los abusos policiales sufridos por un joven negro, Théo, de 22 años, internado aquellos días en un centro hospitalario con […]
«La policía francesa emplea gas lacrimógeno y detiene a 26 personas en protestas contra la violación de un joven», propagaron las agencias de información europeas el 23 de febrero. Los disturbios fueron la respuesta a los abusos policiales sufridos por un joven negro, Théo, de 22 años, internado aquellos días en un centro hospitalario con graves heridas en el recto. Las vejaciones se produjeron tras la detención del joven el dos de febrero en el suburbio parisino de Aulnay-Sous-Bois. Los cuatro agentes implicados fueron suspendidos y judicialmente imputados. Las protestas, que se extendieron a otros municipios de la periferia y por toda Francia, estuvieron avivadas por las filtraciones de la investigación interna de la policía, que reconocía la violencia de la detención pero negaba que fuera voluntario el desgarro anal; también desmentía que se hubiera producido una violación. Los hechos ocurrieron en una atmósfera política (oficial) marcada por las elecciones presidenciales francesas, cuya primera vuelta se celebrará el 23 de abril.
El 16 de febrero las manifestaciones y revueltas en París y la ciudad de Rouen, en el noroeste francés, no sólo recordaron a Théo. También a otro joven negro de las «banlieue, Adama Traoré, de 24 años, que en julio de 2016 murió bajo custodia policial tras su detención en Beaumont-Sur-Oise, en la periferia norte parisina. El muchacho fue detenido tras intentar la huida durante un control de identificación. Pero el gran antecedente de las protestas contra la violencia policial y el racismo remite al 27 de octubre de 2005. Ese día dos adolescentes Bouna Traore, de 15 años, y Zyed Benna, de 17, murieron electrocutados en una subestación eléctrica, donde se escondían de una persecución policial. Otro joven resultó gravemente herido. Los hechos ocurrieron en Chilchy-Sous-Bois, al este de París.
El profesor de Geografía en la Universidad de Caen, Robert Hérin, señala que entre el 27 de octubre de 2005 y mediados de noviembre estalló el conflicto en suburbios de cerca de 300 ciudades francesas. Considera que durante el otoño de 2005 se produjo uno de los periodos de disturbios más notables desde mayo de 1968. Fuentes citadas por el docente señalan que en el punto álgido de los enfrentamientos el gobierno movilizó a 11.500 policías y gendarmes; además, se produjeron 4.800 detenciones y cerca de 600 personas entraron en prisión. En un artículo publicado en la revista de Geografía y Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona, Robert Hérin sitúa el origen del ciclo «largo» de las protestas en las «banlieue» incluso antes, en 1979. Ese año se produjeron los disturbios de Vaulx-en-Velin, en la periferia de Lyon.
Al calor de las revueltas en la calle y la solidaridad con Théo, la Coordinadora de Grupos Anarquistas denunció desde París la violencia policial contra los manifestantes, lo que incluía «disparos de advertencia con munición real en la noche del seis al siete de febrero». También las detenciones y condenas en los tribunales. La coordinadora afirmaba que el caso de este joven no era un episodio aislado. «Además de los golpes y las heridas, de 10 a 15 personas mueren a manos de la policía cada año (no hay cifras oficiales)».
Recuerdan, entre otros, los casos de Adama Traoré, Zyed y Bouna; o Wissam El Yamni, de 30 años, quien murió en enero de 2012 tras ser asaltado y golpeado por la policía en Clermont-Ferrand; o Rémi Fraisse, fallecido en octubre de 2014 a los 21 años después que los agentes lanzaran una granada durante las protestas contra la presa de Sivens, en la provincia de Tarn, cerca de Toulouse. A finales del pasado mes de marzo la comunidad china salió a la calle en el Distrito XIX de París después que un conciudadano, Shaoyo Liu, de 56 años, perdiera la vida por los disparos policiales. «Sin pudor, el racismo se extiende entre los policías en los barrios en los que los registros por perfil racial y las vejaciones son constantes», concluye la coordinadora anarquista.
Uno de los participantes en el movimiento de solidaridad con Thèo, T.L., ha compartido su experiencia en el Centre Social Okupat i Anarquista L’Horta de Benimaclet (Valencia). Forma parte de un grupo de afinidad anarquista del departamento de Seine-Saint-Denis, en las afueras de París. En conversación previa al acto, explica que han sido dos meses de lucha en la calle, hasta finales de marzo. «Las dos primeras semanas con manifestaciones casi todos los días y disturbios en las afueras de París, y también con protestas en otras ciudades de Francia». Después se mantuvo la llama, aunque con menor intensidad, hasta finales de febrero. En una segunda fase, el activista destaca el «bloqueo» de liceos en apoyo a Thèo y contra la violencia policial. Los «bloqueos» se convirtieron en foco de nuevas concentraciones y marchas «ilegales». ¿Cuál fue la respuesta policial? «La de siempre», responde. «Gases lacrimógenos, arrestos y los procedimientos habituales». Da cuenta de lo que ocurrió una noche en los primeros días de disturbios en Beaumont-Sur-Oise, el barrio de Thèo: «La policía disparó con balas reales al cielo, que después se encontraron en el suelo».
Tampoco piensa que lo ocurrido con el joven negro sea excepcional. Sin embargo, raramente se hacen públicos estos casos, pues según T.L., la gente que sufre violaciones de la policía siente vergüenza de decirlo públicamente. «Suelen conocerse más los casos de asesinatos policiales, ya que entonces las familias sí que denuncian». Otro eje del conflicto es el tratamiento mediático. «Primero dieron la versión policial, después es cierto que escucharon la voz de Thèo y su familia, y al final hablaron de los disturbios; pero en general se reproduce la palabra de la policía». El grupo de afinidad de T.L. da la batalla en distintos frentes, lo que incluye tanto la solidaridad con los migrantes como la lucha contra la legislación laboral impulsada en 2016 por el ejecutivo socialista.
Del movimiento de apoyo a Thèo resalta el encuentro entre diferentes sectores de población que pocas veces coinciden. «La sociedad nos ha separado en muchas categorías», sentencia el activista. Jóvenes de los arrabales deprimidos, gente de la periferia que se desplazaba a las manifestaciones -tranquilas o ilegales- de París, estudiantes de los liceos, grupos anarquistas… En la contestación a la reforma laboral se veía, por el contrario, a sindicalistas, militantes, activistas «y personas ya muy politizadas». Según T.L., «hubo una diversidad muy bella en la mezcla», en la capital y en municipios como Clichy-Sous-Boys, Le Blanc-Mesnil, Sevran, Bobigny o Villepinte. «De las concentraciones de varios miles de personas frente al tribunal de Bobigny surgieron manifestaciones enormes con la presencia de anarquistas y grupos autónomos; y también hubo disturbios», recuerda el activista. Un panfleto libertario de primera hora describía las «manifestaciones salvajes» de París: «Causaron daños (bancos y promotores tenían sus ventanas rotas), escenas de revuelta más que justificadas: necesarias». La octavilla daba la explicación final a la acción directa: «Cada unx encuentra su manera de expresar la ira y la solidaridad».
La represión se inserta en un contexto de serias amenazas contra las libertades civiles. El 15 de diciembre de 2016 el parlamento francés aprobó una nueva legislación que prorrogaba el Estado de Excepción en el país durante otros siete meses. «Al finalizar esta última ampliación, Francia habrá estado durante 20 meses en un Estado de Excepción que va convirtiéndose poco a poco en la nueva norma», lamentaron Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
Las dos organizaciones se hicieron eco del balance realizado por la comisión parlamentaria que vigila este régimen excepcional, declarado por el presidente Hollande horas después de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París. En un año se habían practicado 4.292 registros sin orden judicial, 612 arrestos domiciliarios y 1.657 operaciones de control de vehículos e identidad. Las medidas de excepción dieron lugar a 61 investigaciones criminales por presuntos delitos de «terrorismo». Amnistía Internacional recuerda que la legislación de emergencia fue promovida en 1955 durante la guerra de Argelia. Se caracteriza, entre otras atribuciones, por reforzar el poder del Ministerio del Interior para el registro de viviendas y restringir la libertad de circulación sin orden judicial.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.