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Entrevista al historiador Giaime Pala sobre la situación política italiana (II)

«Lamentablemente, los tres principales sindicatos (CGIL, CISL y UIL) no han estado a la altura de la situación»

Fuentes: El Viejo Topo

Giaime Pala es un historiador italiano afincado en Barcelona desde hace más de un década y es miembro de los consejos de redacción de las revistas mientras tanto y Segle XX. Revista catalana d’història. Su tesis doctoral, «Teoría, práctica militante y cultura política del PSUC (1968-1977)», fue dirigida por el profesor y filósofo Francisco Fernández Buey.

Estábamos en el gobierno de Enrico Letta. ¿Representó un paso adelante respecto al gobierno Monti?

Creo que hubo una línea de continuidad evidente entre los dos gobiernos. Recordemos que el candidato del Partido Democrático a las elecciones generales de febrero de 2013 fue Pierluigi Bersani, cuyo programa moderadamente socialdemócrata -y que dejaba claro que jamás volvería a gobernar junto a Berlusconi- fue votado por el 30% de los italianos. El problema es que el PD no tenía mayoría en el Senado y Napolitano le negó a Bersani la posibilidad de presentarse en el parlamento con un programa y buscar apoyos para formar gobierno. De manera que se llegó a abril sin gobierno y teniendo que elegir al nuevo Presidente de la República. Los días de la elección fueron esperpénticos: se instauró, de nuevo, un clima de emergencia en base al cual se había de elegir a toda prisa a un presidente para no caer en otra crisis de la prima de riesgo. El PD se fracturó por dentro sobre la persona a elegir (lo que costó el puesto de secretario general a Bersani) y, al final, casi toda la clase política pidió la reelección de Napolitano, quien dio a entender que aceptaría sólo en caso de tener voz en capítulo en la formación del nuevo gobierno.

Que, en principio, según antes explicabas, no podía tener teniendo en cuenta las atribuciones de la presidencia de la República italiana.

Exacto. Es por eso por lo que, desde esos días de abril hasta la caída de Letta, Napolitano actuó más como el presidente de una República presidencial que como el jefe de Estado de una República parlamentaria. Él decidió, como con Monti, un Ejecutivo formado por el centro-izquierda y el centro-derecha guiado por Enrico Letta, dirigente del PD y sobrino de la mano derecha de Berlusconi, Gianni Letta. Un hombre, pues, de consenso para guiar un gobierno sin fecha de caducidad clara y con un programa que apuntaba a dolorosas «reformas estructurales» no refrendadas por el pueblo. En suma, volvían a aparecer todos los elementos de la crisis de 2011: creación, por parte de los medios de comunicación y de la clase política, de un clima de emergencia nacional que exigía tomar decisiones rápidas y contundentes; el papel de protagonista de Napolitano, que volvió a ignorar los resultados de las urnas; y la formación de un gobierno de concentración nacional considerado como indispensable para dar respuestas a una UE que exigía las «reformas» de siempre para estabilizar a Italia. En el fondo, es una dinámica que el filólogo Luciano Canfora vio con claridad en un capítulo de su La historia falsa (Capitán Swing, 2013): después de veinte años de reformas electorales mayoritarias para consolidar un bipolarismo considerado como necesario para garantizar la «gobernabilidad» del país y reducir el peso de los partidos pequeños, el PD y la derecha volvían a agruparse en nombre de la «estabilidad» de un sistema político que ellos mismos habían contribuido a desestabilizar.

Por cierto, ya que hemos hablado tanto de Napolitano. ¿Quién es Giorgio Napolitano, cuál es básicamente su trayectoria política? Te pido cuatro, cinco líneas, no más.

Fue uno de los cuadros más importantes del ala derecha del PCI, amén de haber sido durante años el «ministro de Exteriores» del partido. En los años noventa ocupó importantes cargos institucionales y de gobierno. Y en 2006 sucedió a Ciampi como presidente de República. Es un hombre que mantiene excelentes relaciones con Washington, Bruselas y las clases dirigentes de los principales países europeos.

¿Y los grandes sindicatos italianos? ¿Qué hacen, qué proyecto están defendiendo? ¿La clase obrera italiana sigue estando en pie de resistencia?

Lamentablemente, los tres principales sindicatos (CGIL, CISL y UIL) no han estado a la altura de la situación. El caso de CGIL, el mayor de los tres e históricamente el más combativo, es paradigmático: su secretaria general, Susanna Camusso, lejos de promover una respuesta potente a las medidas antipopulares de Monti y Letta, intentó buscar un diálogo con ellos que, obviamente, no podía venir, porque esos gobiernos estaban allí para cumplir medidas impuestas por la UE. Pasará lo mismo con Renzi. A mayor abundamiento, la aguerrida federación del metal de CGIL ha entablado un duro conflicto con Camusso sobre la línea sindical a seguir y la gestión interna de la organización, que pinta muy mal. Se entiende ahora por qué la movilización de los trabajadores italianos ha sido hasta la fecha más débil que la que se ha producido en los otros países del sur. Me temo que los grandes sindicatos italianos no han entendido que la línea económica de la CE y el BCE, o sea el famoso «piloto automático» del que habló Draghi en 2013 y que el gobierno de Renzi está decidido a respetar, es marcadamente antisindical y sin margen de corrección.

Es más que lamentable su incapacidad. ¿Nos explicas los últimos acontecimientos? ¿Qué hay detrás de la dimisión de Letta?

Hay elementos para pensar que la acción de gobierno de Letta ya no satisfacía a determinados poderes fácticos del país. La patronal italiana, por ejemplo, estaba siendo muy crítica con su tibieza a la hora de sacar adelante las tan cacareadas «reformas estructurales». Señales parecidas venían de firmas importantes del Corriere della Sera y del influyente editor de La Repubblica, Carlo De Benedetti. Claro está que defenestrar a Letta implicaba mermar la autoridad de su principal valedor, Giorgio Napolitano, sobre quien se dice que podría dimitir antes de final de año. El resto lo hizo Renzi, el cual, desde que ganó las primarias en noviembre de 2013, fue presionando al gobierno hasta postularse como sucesor de Letta (incumpliendo su promesa de asumir la presidencia del gobierno sólo después de haber ganado unas elecciones). Huelga decir que los críticos de Letta están ahora encantados con el nuevo presidente del gobierno.

Te pregunto por Renzi. ¿Quién es Matteo Renzi, el que hasta febrero ha sido alcalde de Florencia y ahora es el nuevo presidente del gobierno italiano?

Es un hombre que se formó en los años noventa en el partido heredero de la Democracia Cristiana, el Partido Popular Italiano, pero que no tiene casi nada de la cultura democristiana. Su estilo político y su forma de comunicar recuerdan al secretario del viejo Partido Socialista Italiano, Bettino Craxi, y al mismo Berlusconi.

¡Dios mío, Craxi de nuevo!

De Craxi tiene lo que los italianos llamamos «decisionismo», es decir, una manera de hacer política que tiende a superar situaciones de inmovilismo con actos de voluntad (aunque estos actos puedan ser calificados de no respetuosos con las normas prefijadas). Y Renzi se presenta precisamente como el hombre seguro de sí mismo, «que hace», toma decisiones arriesgadas y al que no le tiembla el pulso para acometer reformas dirigidas a «modernizar» el país.

De Berlusconi tiene la capacidad comunicativa: sabe lanzar consignas simplonas pero eficaces y atractivas para un electorado transversal y escasamente politizado. Y su visión de la economía es, como él mismo reconoce, parecida a la de Tony Blair: mimar a las clases altas mediante la reducción de impuestos y la «desburocratización» de la economía italiana para favorecer la creación de puestos de trabajo, adelgazar el sector público, resaltar conceptos como «competitividad», «meritocracia», etc. Por eso es un político que gusta tanto también al electorado de derecha. El problema está en que son soluciones viejas para problemas nuevos: Renzi quiere afrontar la que es una descomunal crisis de demanda mejorando la oferta. Pero es inútil crear un clima propicio para los negocios cuando no hay quien compre los productos de tus empresas. La demanda interna está hundida por la austeridad y sólo una parte de las empresas italianas está en condiciones de vivir de las exportaciones con un euro tan fuerte como el actual. En fin, todos los problemas que ha padecido la economía italiana en los últimos años, seguirán.

Luego, por tanto, si no cambia de política, crees que el gobierno de Renzi también está condenado al fracaso.

Sí, exacto.

Vuelvo un poco atrás. ¿Berlusconi es realmente un cadáver político? ¿Sigue jugando algún papel en la política italiano?

Sí, considero que es una cadáver político en la medida en que le es imposible volver a gobernar: por de pronto porque, según la ley italiana, un condenado en vía definitiva no puede volver a presentarse a unas elecciones; y en segundo lugar, porque las instituciones comunitarias harían todo lo posible para impedir que volviera al poder. Su capital político, que sigue siendo notable gracias a la influencia de su imperio mediático, le sirve para reforzar su posición ante la magistratura, con la que aún tiene asuntos pendientes. De manera que seguir enarbolando la bandera del «antiberlusconismo» es un anacronismo que nos impide descifrar la actualidad política italiana, bien diferente respecto a la de hace unos años.

En cuanto al movimiento de Beppe Grillo, ¿dónde está situado en estos momentos? ¿Qué opinión te merece este movimiento que algunos tachan de populista?

La mía es una opinión negativa. Considero que es un movimiento dentro del cual la democracia, a pesar de los grandes discursos de sus activistas, es muy limitada, y en el que la toma de decisiones sobre las cuestiones políticas fundamentales es prerrogativa de Grillo y del «gurú» del movimiento, el empresario Gianroberto Casaleggio. Desde que el movimiento entró en el parlamento, no han sido pocas las excomulgaciones de aquellos activistas y diputados que no se alineaban con ellos. Por no hablar del ideario de este movimiento: un popurrí en el que conviven interesantes propuestas sobre ecología con posiciones ambiguas sobre la inmigración clandestina y un populismo «anticasta» presentado ingenuamente como la causa del declive económico del país. Tal vez la mejor explicación del Movimiento Cinco Estrellas la dieron los escritores del colectivo «Wu Ming»: un movimiento que ha ocupado un espacio vacío dejado por la izquierda transformadora… para mantenerlo políticamente vacío.

Brillante, muy brillante. Letta, Renzi, son dirigentes del Partido Demócrata, una organización que remite en última instancia al PCI. ¿Qué ha pasado? ¿Qué queda de aquel gran partido de la izquierda europea? Te pregunto a continuación.

El tema no es fácil. Cuando quieras.

[*] La primera parte de esta entrevista puede leerese en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184335

Salvador López Arnal es nieto del obrero cenetista asesinado en el Camp de Bota de Barcelona en mayo de 1939 -delito: «rebelión»- José Arnal Cerezuela

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