La meteórica ascensión del Socialistische Partij (SP) en Holanda contrasta con el estancamiento de los rojiverdes GroenLinks. Su consistente posición de independencia contraria al consenso neoliberal que abarca en el espectro político holandés desde la derecha del VVD hasta los sectores liberales de GroenLinks ha dado sus frutos. En las elecciones legislativas de noviembre de […]
La meteórica ascensión del Socialistische Partij (SP) en Holanda contrasta con el estancamiento de los rojiverdes GroenLinks. Su consistente posición de independencia contraria al consenso neoliberal que abarca en el espectro político holandés desde la derecha del VVD hasta los sectores liberales de GroenLinks ha dado sus frutos. En las elecciones legislativas de noviembre de 2006 el SP ha triplicado su representación. Ha pasado del 6.3% de los votos al 16.6% y de 9 a 26 de los 150 diputados de cámara baja holandesa. Desplaza, como la tercera fuerza política del país, a los liberales de derecha del VVD (que pierden 6 escaños y se sitúan en 22), tras el social-liberal Partido Laborista (PvdA), que baja de 42 a 32 escaños, y los cristianodemócratas (CDA), que pierden 3 escaños y obtienen 41. El SP ha conseguido hasta el 23% de los votos en zonas industriales como Eindhoven, el 18.4% en Ámsterdam y el 17.6% en Rótterdam. Por contra, la izquierda ecologista de GroenLinks ha obtenido siete diputados, uno menos que en las anteriores elecciones.
El SP, fundado en 1972, ha realizado un largo camino desde el maoísmo a la socialdemocracia con tintes radicales. En 1991 abandonó el marxismo-leninismo, declarándose simplemente socialista, y en 1993 efectuó un importante cambio en su mensaje político. Olvidó las apelaciones a una sociedad mejor y paso a presentarse como un partido de oposición radical con el slogan «Vota en contra, vota SP». El objetivo era trasmitir el mensaje al electorado holandés de que no es necesario contar con una mayoría para poder disentir en el Parlamento, basta con una persona. La estrategia tuvo éxito y en 1994 el SP consiguió dos escaños en la cámara baja. En 1998 el partido eliminó de su programa la necesidad de nacionalización de las grandes empresas, la retirada de la OTAN y la abolición de la monarquía. Logró cinco escaños. En las elecciones europeas de 1999 consiguió su primer eurodiputado y un 5.1% de los sufragios. Desde los atentados de Nueva York de septiembre de 2001, el SP se ha opuesto frontalmente a la participación holandesa en las acciones bélicas estadounidenses. En las elecciones generales de 2002 el SP alcanzó 9 escaños con un mensaje más positivo: «Vota para, vota SP». En 2003 se situó como cuarta fuerza política parlamentaria. Las elecciones europeas de 2004 otorgaron al SP un 7% de los votos y 2 eurodiputados. El grupo parlamentario del SP ha votado a favor las leyes que impiden la incorporación al mercado de trabajo holandés de los trabajadores provenientes de los nuevos países miembros de la Unión Europea (recordemos que en el estado español las direcciones UGT y CCOO han apoyado la vergonzosa y miserable moratoria laboral para los trabajadores -no para los empresarios- rumanos y búlgaros). En la campaña de las elecciones de 2006 el SP consigue romper la tendencia del electorado a votar al partido laborista para evitar un gobierno de derecha con un impecable argumento: sólo el triunfo del SP puede expulsar a la socialdemocracia del gobierno, mientras que el voto a los laboristas podría terminar en una nueva coalición púrpura (roja y azul) de laboristas y cristianodemócratas encabezada por el líder de la CDA. El éxito electoral es enorme. Por primera vez la hegemonía del partido laborista se ve amenazada por otro partido que reclama la tradición socialdemócrata y ocupa al mismo tiempo el espacio dejado por el partido comunista holandés y otras formaciones al crear GroenLinks.
Los resultados para GroenLinks (Izquierda Verde) no han sido tan satisfactorios. Esta formación nace en 1989 de la fusión de cuatro partidos: el ecologista Partido Político de los Radicales (PPR), el Partido Comunista Holandés (CPN), el Partido Socialista Pacifista (PSP) y el cristiano progresista Partido Evangélico Popular (EPV). Como ICV en Cataluña, GroenLinks se define como un partido rojo y verde y se diferencia de los partidos verdes de extracción no comunista que consideran obsoleto y superado el eje izquierda-derecha (y, lógicamente, adoptan una política de derecha). En 1989 GroenLinks recibió un 4.1% de los votos y seis escaños. En 1993 la formación perdió un escaño y varios miles de militantes. Volvió a recuperarse en 1998, con 11 escaños y el 7.5% de los sufragios. Este sería su punto más alto en el Parlamento. Desde entonces, el goteo no ha cesado: 10 escaños en 2002, 8 en 2003 y 7 en 2006. La disensión interna entre sus alas socialista y liberal ha sido constante. En 1990 fue el único partido en el Parlamento (el SP no había entrado todavía) que se opuso a la guerra del golfo. En 1999 su grupo parlamentario en la cámara baja apoyó la intervención de la OTAN en Kosovo y su grupo en la cámara alta votó en contra. En 2001 ambos grupos parlamentarios respaldaron la invasión norteamericana de Afganistán, para retractarse poco después a causa de la fuerte contestación interna en el partido. La principal dirigente de GroenLinks define a su partido como liberal y señala la libertad como el valor más importante. La libertad individual, el mantenimiento del estado del bienestar y el equilibrio ecológico son los principales pilares del programa de GroenLinks.
Cada época tiene su fascismo, decía Primo Levi. Parafraseándole, podríamos decir que cada elección tiene su fascismo. Si en las elecciones de 2002 el auge del fascismo lo encarnó List Pim Fortuyn (LPF) con un programa centrado en el rechazo de la inmigración que cosechó 26 asientos parlamentarios, en 2006 fue Partido por la Libertad (PVV) el que irrumpió en el Parlamento con 9 escaños y un programa focalizado -¿lo adivinan?- de nuevo en la inmigración y la xenofobia hacia los musulmanes. Numerosos analistas acuden a la teoría de la disolución del centro para explicar la pérdida de votos de los partidos mayoritarios y el aumento de los partidos situados a su izquierda y derecha, pero la metáfora no describe correctamente la dinámica política. El centro no es estático: se desplaza hacia la derecha desde hace años. Por ello el comportamiento de los extremos derecho e izquierdo no es equivalente. Mientras que el extremo derecho es ocupado por partidos cada vez más radicales, el extremo izquierdo sigue la pauta contraria y es integrado por formaciones cada vez menos radicales, que llenan el vacío dejado por la imparable derechización del centro izquierda transformándose en organizaciones de centro izquierda. De este modo, la socialdemocracia actual deriva hacia un social-liberalismo que acepta las premisas básicas del neoliberalismo: acatamiento del mercado y sus reglas, necesidad de privatizaciones, imposibilidad de la expansión del estado del bienestar, globalización como proceso positivo, limitación del gasto público, reducción del tamaño del estado y abandono de cualquier aspiración a un modelo de sociedad que supere el capitalismo. El social-liberalismo abandona las posiciones socialdemócratas clásicas de la segunda mitad del siglo XX: desarrollo del estado de bienestar, nacionalización de las grandes empresas, pleno empleo, no discriminación sexual, extensión de la democracia y regulación del mercado del trabajo. Pero el espacio que deja vacío no es ocupado por un socialismo radical animado por un programa transformador, sino por un partido socialista reconvertido en socialdemócrata. Es el caso del SP.
Las disensiones internas del SP y de GroenLinks revelan las causas subyacentes de sus diferentes trayectorias y resultados políticos. El SP está dividido entre los miembros que aspiran a construir un partido socialdemócrata clásico que reemplace completamente al partido laborista y los que postulan un partido socialista radical orientado a la transformación de la sociedad. En el seno de GroenLinks ecologistas, libertarios y liberales alineados en política económica con los laboristas se enfrentan a los ex-comunistas defensores de una socialdemocracia fordista clásica. GroenLinks, por tanto, se sitúa a la derecha del SP y le cede la hegemonía del espacio socialdemócrata clásico. Su única vía de expansión se encuentra en el ecologismo y el libertarianismo de izquierda o de centro izquierda, posiciones de escaso recorrido en un sistema electoral fragmentado como el holandés. La experiencia holandesa es significativa para la estrategia política de IU, donde tiene lugar una dura lucha entre los defensores del modelo de ICV, los partidarios de una socialdemocracia clásica y los que abogan por un socialismo radical. La clave del éxito electoral para la izquierda continúa siendo la recuperación de los millones de votos que se fueron al PSOE, a los nacionalismos -incluyendo los españolistas, como Ciutadans de Catalunya- y a la enorme abstención. Uno de los factores que refuerzan la posibilidad de lograrlo es la mayor inestabilidad electoral de la socialdemocracia en los países europeos. Además de Holanda, hemos asistido a importantes descensos del voto socialdemócrata en Francia, los países escandinavos o Cataluña, entre otros.
Hay tres razones principales que explican la volatilidad del voto socialdemócrata. La primera es que la socialdemocracia ni quiere ni puede desarrollar políticas económicas de izquierda y se ve obligada a recurrir constantemente a publicitar políticas en otros ámbitos sociales o civiles inofensivos para la estructura de la propiedad; la segunda deriva del envejecimiento de los segmentos de votantes de mayor edad y fidelidad, que son sustituidos por capas más jóvenes y menos proclives a la lealtad incondicional; y la tercera razón es la total integración de la socialdemocracia en la arquitectura del estado liberal. Son parte de la estructura permanente del estado, con independencia de que gobiernen o no (sus miembros en el funcionariado y en los cuerpos de seguridad permanecen). Este hecho genera una fuerte resistencia al cambio en el seno de las formaciones socialdemócratas y un agudo conservadurismo, además de una marcada tendencia a la corrupción y a la carencia de escrúpulos, lo que se traduce en periódicas pérdidas de confianza del electorado y debacles electorales. El escenario holandés confirma una pauta que parece consolidarse a nivel europeo. No hay ejemplo por ahora en Europa de una formación socialista radical o comunista no autoritaria ni dogmática exitosa electoralmente (si entendemos por radical una posición situada a la izquierda de la socialdemocracia clásica que plantea la abolición del capitalismo). Por otra parte, el espacio electoral verde europeo se encuentra estancado o en regresión y, como causa y efecto a un tiempo, los partidos ecologistas muestran una creciente inclinación a confluir con los social-liberales en las políticas económicas, sociales y de seguridad, lo que limita su capacidad de ampliación hacia el espacio socialdemócrata clásico. La estrategia del SP holandés parece actualmente la más eficaz para la conquista de este espacio. No es un escenario terriblemente excitante para los defensores del socialismo radical. Son tiempos reaccionarios.