«Pido perdón al pueblo griego porque yo también participé en esta ilusión. Ahora, antes que sea demasiado tarde, debemos reaccionar los militantes y simpatizantes de Syriza. A todo nivel organizativo debemos movilizarnos para decidir si aceptamos lo que está ocurriendo» . (Manolis Glezos) Con una vergonzante intervención del Ministro Luis de Guindos en las pasadas […]
Con una vergonzante intervención del Ministro Luis de Guindos en las pasadas reuniones del EuroGrupo, incluso más dura que la del ministro alemán, la derecha política y mediática está difundiendo, a bombo y platillo, su alegría al comprobar, según ellos, cómo las promesas de Syriza no se han podido, al menos de momento, materializar, y aprovechan para proclamar, alto y claro, en alusiones a nuestro país, que «han prometido lo que sabían que no podrían cumplir». Deberían quizá pararse a pensar que quizá no son ellos los más indicados para hablar de promesas incumplidas, pero les da igual, se empeñan en hacer leña del árbol caído. Todo con tal de destruir y humillar la credibilidad de una fuerza política que ha intentado gobernar contra la austeridad que aniquilaba a su pueblo.
Pero más allá de las posibilidades reales de Syriza de poder cumplir las medidas de su programa electoral, lo cierto es que se ha podido comprobar lo que muchos, desde la izquierda transformadora, llevamos advirtiendo desde hace mucho tiempo, y que es algo tan fácil (pero contundente a la vez) como que, dentro del contexto de la moneda única, no existe posibilidad alguna de ejercer un mínimo de soberanía política, y por tanto, económica. Ni soberanía, ni siquiera pequeñas migajas sociales, pues los dirigentes europeos carecen de la más mínima sensibilidad social. La Unión Europea representa, hoy día, el club político más fanáticamente neoliberal que existe, y por tanto, la capacidad de maniobra de un gobierno decente es prácticamente nula. Es cierto que lo que se ha acordado es una prórroga del rescate para los próximos cuatro meses, y que entonces habrá que negociar de nuevo, pero mucho nos tememos que la única salida que le quede a Grecia sea incumplir los acuerdos, por lo cual sea expulsada del euro.
Tan sólo algunas medidas cosméticas han podido ser adoptadas, y el llamado Plan de Salvación Nacional, que reunía una serie de medidas de emergencia humanitaria para los colectivos más vulnerables, ha quedado también bastante rebajado. Como afirman desde Red Roja: «…la profunda crisis estructural capitalista se solapa con el imperial objetivo de Alemania y su núcleo duro de someter criminalmente a la periferia de la UE«. Porque lo cierto es que el Acuerdo firmado con el EuroGrupo, ni da marcha atrás en ninguna de las medidas inicialmente pactadas en el Memorando, ni permite que las necesidades sociales de los grupos más vulnerables de la población alteren un milímetro el cumplimiento de los compromisos adquiridos. No se acepta ni condonación parcial de la deuda pública, ni períodos de carencia, ni condicionalidad del pago al crecimiento económico, y además, se impide a Syriza la adopción de cualquier medida que ponga en riesgo los objetivos adquiridos. Con todo ello, por tanto, la inmensa mayoría de las medidas anunciadas por la formación política griega quedan, al menos de momento, en agua de borrajas.
La Troika ha pisoteado, una vez más, la dignidad del pueblo griego, de un pueblo que va a continuar desangrándose a marchas forzadas, mientras el cumplimiento de las «reglas del club» europeo sea lo que prime en el contexto de las negociaciones. La ciudadanía continuará siendo atropellada, y la soberanía griega permanecerá intervenida. Y la verdad es que, para este viaje, no se necesitaban tantas alforjas. Syriza va a quedar relegada, al menos hasta una siguiente negociación, a un papel parecido al que ha desempeñado Izquierda Unida en Andalucía en su coalición de gobierno con el PSOE andaluz, esto es, gestionar de la forma «menos traumática» posible los recortes impuestos desde Bruselas. La austeridad, por tanto, continuará. Se han tenido que posponer medidas como la subida del salario mínimo, la tan anunciada reforma fiscal, o la paralización de las privatizaciones previstas y ya parcialmente implementadas.
Luego, por tanto, creemos que las conclusiones son tan claras como duras: si no somos claros, tajantes y radicales en nuestros planteamientos, y no desarrollamos la conciencia social mayoritaria en torno a que la única solución para acabar con la austeridad implacable de la Troika es abandonar el Euro, no será posible acabar, sin presiones ni chantajes de ningún tipo, con el pago de la deuda odiosa que pesa como una losa encima de los pueblos y naciones del sur de Europa. No caben ambigüedades en un asunto tan clave como éste, y todo lo que sea continuar dándole vueltas a los atajos y las terceras vías, no hará más que desgastar a las fuerzas políticas que intenten (aún presuponiéndoles la buena fe) llevarlo a cabo, y provocar en la ciudadanía un sentimiento de decepción, tal y como le está ocurriendo ahora al pueblo griego. Y no digamos ya las crecientes posibilidades de alentar a las fuerzas políticas y sociales de corte neofascista, porque, como asegura Héctor Illueca: «Las auténticas culpables del resurgimiento del fascismo en Europa son las élites polítcas y financieras que han impuesto políticas neoliberales orientadas hacia la mercantilización plena del trabajo humano, liberando fuerzas sociales de enorme poder destructivo que creíamos erradicadas para siempre«.
Y por supuesto, la lectura en clave interna es inevitable. En nuestro país, para la oligarquía dominante, los mensajes van a insistir en la poca credibilidad de las fuerzas políticas que prometen «lo imposible», jugando la fuerte baza de la capitulación, al menos transitoria, de Syriza. Nosotros seguiremos apoyando a PODEMOS, porque nos parece, hoy día, la opción política más limpia, sensata, coherente y valiente, pero advertimos igualmente de los posibles riesgos de que sus medidas y propuestas, llegado el momento, no puedan llevarse a la práctica por la imposición y el control implacable de la Troika, lo cual lleve indefectiblemente a la decepción ciudadana masiva, que asista impotente a la constatación de lo que llevamos mucho tiempo afirmando: no vivimos en democracia. Las terceras vías no son posibles, las instituciones europeas no van a flaquear, sólo cabe un enfrentamiento radical con ellas, y la consecuente salida del Euro, si es que queremos recuperar nuestra soberanía.
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