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La deriva de la izquierda italiana

Legislatura de tiro corto

Fuentes: Brecha

El miércoles 6 el presidente de la república italiana, Giorgio Napolitano (en la foto en un momento feliz), un ex comunista, disolvió las cámaras y llamó a nuevas elecciones a realizarse en abril. Para la izquierda italiana se perfila un largo miércoles de ceniza sin ni siquiera la resurrección de la Pascua. La que terminó […]

El miércoles 6 el presidente de la república italiana, Giorgio Napolitano (en la foto en un momento feliz), un ex comunista, disolvió las cámaras y llamó a nuevas elecciones a realizarse en abril. Para la izquierda italiana se perfila un largo miércoles de ceniza sin ni siquiera la resurrección de la Pascua.

La que terminó el miércoles fue la más corta, apenas 20 meses, de las 15 legislaturas de los 60 años de república en Italia, todo un símbolo de la crisis que atraviesa la democracia parlamentaria en ese país.

El intento del presidente del Senado, Franco Marini, de formar un gobierno que hiciera por lo menos una reforma electoral, fracasó frente a la codicia de Silvio Berlusconi y los suyos de ir a votar lo más pronto posible sin perder el ímpetu de un país aparentemente muy decepcionado por el gobierno de centroizquierda presidido por Romano Prodi.

Así Berlusconi se ejercitará en lo que le sale mejor: estar frente a las cámaras y formar una coalición que se prevé que juntará entre 17 y 22 agrupaciones distintas, desde los neonazis hasta democristianos. Entre estos últimos ya prometió seis escaños «seguros» a Clemente Mastella, el ministro de Justicia que traicionó al gobierno de Prodi provocando la crisis. Uno de estos escaños será para la esposa de Mastella, Sandra Lonardo, la misma que, arrestada por tráfico de influencia en la salud pública, desencadenó la crisis y ahora podrá beneficiarse de la inmunidad parlamentaria. Mientras tanto, votando con la vieja ley que Berlusconi quiso para frenar el camino a la izquierda, conocida como «la porquería», ya se fundó el partido número 40 que competirá en las elecciones. Se llamará Rosa Blanca. Aunque el nombre recuerde a los luchadores contra Hitler en Alemania, es simplemente un partido democristiano más.

EL PD Y SU FLANCO IZQUIERDO. En realidad la izquierda italiana no está en peores condiciones que el Berlusconi de un par de meses antes de las elecciones de 2006. Más bien, hacia la Navidad 2007 la que estaba en problemas era la centroderecha, la llamada «Casa de las libertades», que cuestionaba el liderazgo de Berlusconi, quien a los 71 años se postulaba por quinta vez consecutiva a transformarse en el guía del país. En cambio, en el lejano tiempo de las recientes navidades el que aparecía consolidado era Walter Veltroni, flamante líder del Partido Democrático (ex comunistas), quien había recibido millones de votos en las internas de la coalición de centroizquierda. Dos meses después y caída de Prodi mediante, todo ha cambiado. El llamado a las armas (y al poder) de Berlusconi a los suyos ha cancelado mágicamente todas las diferencias en el seno de la centroderecha y, en sentido contrario, han resurgido, y de manera violenta, en la centroizquierda.
Además, debe tenerse en cuenta que en 2006 Berlusconi nunca se dio por vencido. Luchó como un león, manipuló, compró y logró reducir día a día una desventaja de una decena de puntos hasta el virtual empate en los comicios. La izquierda hoy está a años luz de saber (y querer) jugar con los medios como sabe hacerlo Berlusconi. Por eso es que sopla en sus filas un viento de derrotismo.

El Partido Democrático (pd) será, seguramente, la mayor novedad de estas elecciones. Según lo que afirman los sondeos, sumará a su carácter de novedad el premio que parecen estar dispuestos a darle los electores, en especial si logra desmarcarse de sus aliados de centro y de izquierda. Presentándose solo el pd podría alcanzar hasta un 35 por ciento de los votos, cinco puntos más que aliándose con otras agrupaciones. El 35 por ciento sería un excelente inicio si no conllevara entregar el país a un Berlusconi capaz de aprovechar la suma de los múltiples premios que la ley electoral ofrece a las mayorías. En este sentido, se hace indispensable por lo menos un acuerdo técnico del pd con la llamada izquierda radical, por lo que los próximos días serán decisivos para evitar entregar a Berlusconi hasta las tradicionales «regiones rojas» del centro del país.

A la izquierda del pd se mueven cuatro fuerzas políticas: el Partido de la Refundación Comunista, los Verdes, otro partido comunista y los que no entraron en el pd. Juntos podrían sumar más del 10 por ciento, si no fuera que las cúpulas de los cuatro sectores no tienen ningunas ganas de encauzar un proceso constituyente que lograra unificarlos de algún modo.

Celosos de sus caudales electorales (lo que es un decir), y de sus irreductibles diferencias y rencores, a lo máximo que aspiran es a formar un agrupamiento electoral que disminuya los daños de la derrota. De no lograr esa «reducción de daños», se especula que la representación parlamentaria de las cuatro fuerza caería desde 150 hasta apenas 50 diputados y senadores.

Más allá de estos juegos debe tenerse en cuenta que los militantes de las cuatro agrupaciones, especialmente de la mayor, Refundación Comunista, son celosos de su identidad. Los demás temen que cualquier proceso de agregación signifique, en la actualidad, una suerte de cooptación de los tres partidos menores por Rifondazione, que con toda probabilidad llevará como estandarte a Fausto Bertinotti, líder histórico del partido y actual presidente de la Cámara de Diputados, relativamente popular y muy conocido en el país, pero que tampoco es una figura nueva en el cuadro político italiano.

Sin embargo, lo que podría ser visto como la izquierda «de base», esa que marchó por la paz y bajo las consignas de los foros sociales, ha llamado a construir una unidad real de una izquierda laica y antiliberal que busque alianzas con el pd, siempre y cuando éste admita que no es autosuficiente y que entienda que entregar otra vez el país a Berlusconi sería un desastre. Un desastre anunciado.

Periodismo participativo