Los países del sur de Europa sufren amenazas similares y enfrentan desafíos comunes, pero los contextos en los que tendrán que lidiar con unas y otros son diferentes en cada caso. La mayor amenaza es la austeridad sin fin, el bienestar convertido en lujo de pocos, la indignidad y la precariedad impuestas a mayorías cada […]
Los países del sur de Europa sufren amenazas similares y enfrentan desafíos comunes, pero los contextos en los que tendrán que lidiar con unas y otros son diferentes en cada caso.
La mayor amenaza es la austeridad sin fin, el bienestar convertido en lujo de pocos, la indignidad y la precariedad impuestas a mayorías cada vez más grandes, la corrupción como modo normal de hacer política, la financiarización de la vida, la democracia transformada en un espantajo vacío agitado por las cotizaciones de la Bolsa para intimidar a los ciudadanos que todavía no se resignaron.
El mayor desafío es encontrar una salida que no sea un precipicio. Este es el mayor desafío que las izquierdas enfrentan desde 1919. La gran dificultad es ésta : hace un siglo, las izquierdas se dividieron entre la opción socialista/comunista y la opción socialdemócrata. Hoy continúan divididas, pese a que no hay condiciones para ninguna de esas opciones. Lo que siempre las unió fue la lucha por una sociedad más justa y una vida digna para las grandes mayorías. Hoy que es más urgente que nunca el objetivo que las une, ¿será posible atenuar lo que las divide?
Me voy a ocupar ahora de la opción que en Europa resistió más: la socialdemocracia propuesta por los partidos socialistas. Dado que los partidos socialistas participan en cerca de la mitad de los gobiernos de la Unión Europea, ¿cómo se explica que la ortodoxia neoliberal, ferozmente contraria a la socialdemocracia, domine tan ampliamente ? Sin dar demasiado peso al pantano de mediocridad y corrupción en que se ha convertido la política corriente, la razón reside en que hay partidos socialdemócratas pero no hay condiciones socialdemocráticas. Si el capitalismo es en general antisocial, el capital financiero es lo más antisocial y es el que domina hoy, el pilar fundamental del neoliberalismo. Además, su naturaleza es antidemocrática, procura neutralizar o impedir todos los procesos de inclusión social por vía de la redistribución social y de políticas públicas, emergentes de conquistas democráticas.
El drama es que la ausencia de condiciones socialdemocráticas afecta tanto a los partidos socialistas como a los partidos que, ubicados a su izquierda, aspiran a ser gobierno. O sea, todos estos partidos incluyen en su agenda el ideario socialdemócrata: derechos sociales basados en políticas públicas bien financiadas, salud, educación y seguridad social; justicia fiscal; un Estado democráticamente fuerte; un sistema judicial accesible, independiente y eficaz. Así, lo que une a las izquierdas a corto plazo es la lucha por la refundación de las condiciones socialdemócratas. Para eso, es urgente incorporar a lo social y lo popular dentro de lo político, como forma de defenderlo del asalto a mano armada de los mercados, por parte del capital financiero. Y es aquí donde los contextos divergen.
En Grecia, el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) está herido de muerte. Syriza y el pueblo griego tienen un crédito moral impresionante sobre los europeos del sur: un país periférico osó negociar en condiciones chocantemente desiguales, en nombre de un pueblo que no quiere morir de austeridad. Y se prepara para hacerlo en soledad durante meses, incluso sirviendo de vacuna para Podemos en España y Sinn Fein en Irlanda, los países en los que la hidra financiera está concentrada. En España, Podemos pone en cuestión la propia distinción convencional entre izquierda y derecha, como forma de hacer emerger una izquierda digna de ese nombre. Y probablemente tenga éxito.
En Portugal, el Partido Socialista (PS) puede ganar las próximas elecciones. A diferencia de lo que sucede en Grecia y en España, ni la izquierda puede prescindir del PS ni el PS puede prescindir de la izquierda. El secretario general del PS, Antonio Costa, presentó -en un reciente foro organizado por The Economist- un importante documento sobre la creación de las condiciones socialdemócratas. No sorprende que no haya tenido eco. La derecha, que domina los medios de comunicación, ya presintió el peligro y apuesta a neutralizar al PS en todo lo que se aleje de ella. La estrategia es clara: convertir la devastación social de los últimos años en un acontecimiento digno de los alemanes; sólo dar visibilidad a Costa en todo lo que haga del PS una no alternativa. Y lo más grave es que la derecha está bien instalada dentro del PS, lista para boicotear a su secretario general. Si él se da cuenta a tiempo, deberá incorporar dentro de lo político a lo social (el desempleo, la precariedad laboral, los bajos salarios, la deficiente salud pública, los servicios de urgencias hospitalarias convertidos en cementerios, el aumento de la pobreza y los suicidios); decir inequívocamente que no quiere hombres de los mismos negocios de siempre en la presidencia de la República, no tener miedo de las palabras patria y soberanía cuando el país es ya un protectorado, dar espacio a las izquierdas para que todos luchen por los votos de los portugueses ofendidos y maltratados por este gobierno, en lugar de enfrentarse unos a otros y mostrar con vehemencia que, a diferencia de muchos que ocupan altos cargos, es un político honesto.
Boaventura de Sousa Santos es portugués y Doctor en Sociología del Derecho, profesor de las universidades de Coimbra (Portugal) y de Wisconsin (USA). Coordinador Científico del Observatório Permanente da Justiça Portuguesa. Dirige actualmente un proyecto de investigación ALICE – Estraños Espejos, insospechadas Lecciones: Europa necesita una nueva forma de compartir las experiencias del mundo, que es un proyecto financiado por el Concejo Europeo de Investigación (ERC),
Traducción del portugués para Página 12 de Javier Lorca.