La foto del patriarca Fujimori con sus cuatro hijos (y los dos políticos flanqueándolo), son una expresión de que al menos, para la pose, el jefe, ha impuesto la unidad política-familiar respecto al indulto. Pero como señalamos anteriormente, esta «unidad familiar» será muy compleja y dialéctica. Y es que la forma en que PPK dio […]
La foto del patriarca Fujimori con sus cuatro hijos (y los dos políticos flanqueándolo), son una expresión de que al menos, para la pose, el jefe, ha impuesto la unidad política-familiar respecto al indulto. Pero como señalamos anteriormente, esta «unidad familiar» será muy compleja y dialéctica.
Y es que la forma en que PPK dio el indulto a Fujimori (de connotación ilegal según las organizaciones de DD.HH.) ha sido criticada por tirios y troyanos, generándole más volatilidad y aislamiento al gobierno (que dicho sea de paso estuvo suspendido en el aire dos semanas sin nombrar nuevo gabinete), con la toma de las calles por el movimiento antifujimorista, que tiene como principal componente la participación de decenas miles de jóvenes universitarios (que demandan «que se vayan todos los corruptos», «Fuera, fuera PPK» y «nueva constitución»), pero que también tiende a agudizar las contradicciones al interior del movimiento fujimorista.
Por ahora, al ex dictador no le conviene que la administración PPK caiga sino todo lo contrario, darle estabilidad. Por eso les ha exigido a sus hijos Keiko y kenyi cerrar filas para enfrentar el enemigo externo.
No obstante, a su hija Keiko, no le conviene la estabilidad de PPK y la consolidación de su alianza con Alberto Fujimori (AF), porque por un lado, le puede traer más problemas ya que se habla de, aproximadamente, 10 congresistas más, que estarían dispuestos a seguir los pasos de los 9 disidentes que articuló su hermano Kenyi para evitar la vacancia del presidente de la República. Y por otro, porque mientras más tiempo pase, más tiempo hay para que sigan los destapes de Odebrecht, sus congresistas sean acusados de corrupción, y de esa forma, se desgaste más su magullado liderazgo (y la facción Alberto-kenyista socave desde adentro su prestigio).
El propio en reo de la DIROES anunció desde la clínica que «colaboraran con el gobierno de PPK». Y varios congresistas keikistas, que despotricaron del líder histórico, ahora, o están en silencio o declaran que ya no van a participar de la moción de vacancia que presentó de nuevo el izquierdista Frente Amplio. Pero a la misma vez cuestionan «la forma y el momento inadecuado en que se dio el indulto» (el vídeo de la pelea de Miki Torres con Kenyi puede expresar que la estrategia de Keiko era lograr el indulto de su padre vacando a PPK y ganando ella la presidencia a través del adelanto de elecciones como plebiscito del indulto).
Pero ahí no queda la cosa. El ex reo, dando luces de querer hacer política, ha mandado tuits diciendo que, «Seremos un país en el que se recupere la seguridad y se elimine la violencia. Estas metas se podrán cumplir si los intereses particulares y oportunismos se dejan de lado. ¡Unidos podemos lograrlo!», (El Comercio, 08/01/18), lo cual perjudica políticamente a su hija Keiko. Es por esta razón que un consejero del fujimorismo como Pedro Tenorio escribió, «… ¿Qué es lo que más conviene aquí: separación o entendimiento?… Desde un punto de vista elemental, la unión familiar haría la fuerza: divididos solo disputan un espacio común en beneficio de sus adversarios de turno (ayer PPK. ¿Y mañana?)… Al parecer, Fuerza Popular va camino a la división, dejando fuera a Kenji y a Alberto…» ,(» Keiko y la nave del olvido», El Comercio, 09/01/17).
No cabe duda de que de la vacancia a PPK hemos pasado a una agenda donde todos los analistas tratan de desentrañar las contradicciones del fujimorismoy se preguntan ¿en que desembocará esta «juego de tronos»?Por su lado, otro analista como Enrique Bernales, tratando de caracterizar al fujimorismo, redactó, » Estimo que fue allí, en el «Chino, chino» de calles y plazas, que nació el fujimorismo, con toda su carga de populismo asistencialista y también de autoritarismo. Porque a Fujimori le perdonaron el ‘fujishock’, el olvido de su promesa de cambio social, la apertura hacia el neoliberalismo y el golpe de Estado de 1992, carente de toda justificación pero que fue respaldado por el 80% de la población… Aquí estamos con un Alberto Fujimori que, al cabo de 30 años, libre, en prisión o indultado, sigue siendo un referente protagónico de poder político en el Perú», (Los Fujimori, El Comercio, 08/01/18).
A lo que habría que agregar que fue un movimiento de características fascistas ya que, con el discurso de «luchar contra el terrorismo», aniquiló a dirigentes sindicales y aprobó leyes antilaborales, como parte de las reformas neoliberales que le permitía la constitución golpista de 1993 y que colocaba al Estado como mero promotor de inversiones (cuando antes era administrador) dejando todo a la ley de la oferta y demanda.
Pero además el fujimorismo logró posicionarse en un sector significativo de la población porque fue un movimiento populista de derecha que, por un lado, construyó infraestructura, colegios, regalaba ropa a los agricultores, «derrotó» el terrorismo individual de los grupos armados, superó la inflación dejada por García, etc. y por otro, porque basaba su poder en la crisis del sistema de partidos políticos (de derecha e izquierda), erigiéndose como el salvador de la «nación», tanto así que los mismos partidos que lo sucedieron cuestionaron las formas autoritarias del gobierno fujimorista, pero no la esencia: La constitución neoliberal como expresión del sistema.
Es por estas razones que Keiko, abandonada por la familia, se convirtió en la lideresa del movimiento fujimorista siendo congresista en el 2006 con 602,869 votos por la circunscripción de Lima, para luego en el 2011, como candidata presidencial, conseguir 7,937,704 votos (48.54 %), y el 2016, obtener 8,555,880 votos ( 49.88 %), perdiendo a las justas contra PPK.
Según la última encuesta de Ipsos para El Comercio, Kenji tiene un 32% de aceptación y Keiko 29%. Si lograran superar las contradicciones internas obtendrían el 61% de votos y ganarían las elecciones. Pero esta unidad es una quimera por ahora. Curiosamente, los únicos que pueden darle una perspectiva unitaria al fujimorismo, es su enemigo (el movimiento antifujimorista), si es que se convierte (en un desborde popular con conatos de guerra civil), en un peligro para sus intereses políticos. Pero mientras tanto, las lanzas y dagas de un bando a otro van a continuar.
Aunque en partidos con un fuerte contenido de caudillismo siempre pesa más el liderazgo del fundador, AF debe estar preocupado en cómo lidiar con una hija (hecha a su imagen y semejanza), que fue su primera dama a temprana edad (y a quien convenció de ser cómplice de las torturas a su mamá), y que abandonó cuando tuvo que fugar a Japón para «salvar su pellejo» de la revuelta popular de los 4 Suyos.
Mientras que, por otro lado, su hijo Kenyi, envalentonado por la victoria del 21/D, por un lado, a pedido la cabeza del círculo de confianza de su hermana (Ana Vega y Pier Figari),y por otro, está movilizando a sus bases para el 12 de enero, para hacer una demostración de fuerza perfilándose como candidato presidencial para el bicentenario. Tal vez es en vista de esta probable perspectiva, que Keiko, no haya cedido las «cabezas» de su círculo de confianza (que nombraron a los coordinadores regionales para las próximas elecciones locales), y más bien apuntale la sanción contra los 9 congresistas disidentes, lo cual hace más complejo la superación del impase interno fujimorista.
Así las cosas, la dinámica de la pugna por el poder dentro del movimiento fujimorista, puede durar un tiempo, antes de llegar a un acuerdo opor el contrario llegar ahora a un acuerdo temporal mientras que se vaya desgastando el nuevo aliado político de AF y Kenyi en palacio de gobierno.
Keiko peleará por mantener su poder (y a su entorno de confianza a su lado) a la misma vez que coqueteará con su Papá y hermano cuando el escándalo Odebrecht la involucre más; mientras que Kenyi amenazará con jalar a más congresistas provincianos que se sienten maltratados por la «Mototaxikeikista» a la misma vez que le lanzará guiños a Keiko si es que se reaviva la investigación de narcotráfico contra él; y AF, con sus propias contradicciones internas de jugar a seguir siendo el candidato y el «salvador de la nación» (para lo cuál debe estar rearticulando sus fuerzas burguesas, políticas y populares), y a la misma vez velar por su libertad sin hacer política.
Estos son los demonios del fujimorismo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.