Después de las elecciones regionales de Baviera ha llegado la hora de los estrategas, porque el 33% de los electores no decide su voto hasta poco antes de acudir a las urnas y el 27% lo hace por razones tácticas. Otro factor imponderable es el voto de protesta.
El resultado de las elecciones regionales de Baviera, que el domingo dieron la mayoría absoluta a la Unión Social Cristiana (CSU) de Horst Seehofer, ha impactado a lo grande en lo que queda de campaña electoral a nivel nacional. El detonador ha sido la eliminación del socio de la canciller Angela Merkel, el Partido Liberal Demócrata (FDP), del hemiciclo bávaro. Este dato le causa más problemas que la ventaja que le supone el triunfo de la hermana bávara de su Unión Demócrata Cristiana (CDU).
De cara a los comicios generales, que tendrán lugar el 22 de setiembre, la CDU ha dado la contraseña de que «cada partido vota por sí solo», tal y como ha declarado su secretario general, Hermann Gröhe. Con ello no solo repite una orden de Merkel, sino también responde a un profundo temor que reina dentro de su formación desde que perdió el poder en Baja Sajonia porque muchos simpatizantes suyos dieron su segundo voto, el del partido, a los liberales pensando que así podrían reanimar al agonizante FDP. Esta actitud, que se escapaba del control de los estrategas, permitió a los liberales obtener más del 9% de los votos y, para sorpresa de los institutos de sondeos, que siguieran en el Parlamento de Hannover. El precio lo pagó la CDU, partido mayoritario sí, pero debilitado de tal manera que los números ya no le daban para seguir gobernando con el FDP.
Ahora la CDU no quiere que se repita ese escenario. El FDP, por el contrario, recurre al mismo método. Su candidato a canciller, el exministro de Economía, Rainer Brüderle, decretó: «Quien quiera a Merkel, tiene que votar al FDP». Sus estrategas hacen lo posible para que votantes cristianodemócratas les den su segundo voto, que determina la fuerza de un partido, mientras que el primero es para el candidato directo del respectivo distrito electoral. Sin embargo, no hay garantía de que esta jugada le salga bien al FDP, porque en Baviera la CSU logró, por un lado, reactivar a 320.000 «abstencionistas» y, por otro, atrajo a 100.000 votantes de los liberales, según los análisis de los comicios bávaros.
Actualmente, no es seguro que el FDP vaya a poder superar el 5% de los votos necesarios para estar en el Bundestag. Si fracasa, se habrá acabado el bipartito con la CDU, que opta por ser de nuevo el partido más votado con el 38% de los votos. Igual de dudoso parece que el partido de Merkel pueda copiar a la CSU, haciéndose con el 47% de los sufragios. La «socialdemocratización» de la CDU, llevada a cabo por la propia canciller, le ha hecho perder mucha simpatías de su ala más derechista.
Algunos de estos votantes podrían decidir salir de la abstención y optar por la Alternativa para Alemania (AfD). Aunque las encuestas siguen dando a este partido euroescéptico de índole burguesa una intención de voto de tres puntos, los politólogos advierten de que a este porcentaje de electores fijos podrían juntarse otros provenientes de votantes que toman su decisión por razones tácticas (27%) y/o en el último momento (33%). Debido a esta tendencia, las encuestadoras han sacrificado su tradicional regla de no publicar ningún sondeo en la semana previa a las elecciones. La segunda cadena pública, ZDF, emitirá su último sondeo el jueves.
Otra cuestión a tener en cuenta es la abstención que en 2009 marcó un nuevo récord negativo al acudir a las urnas solo 72 de cada 100 ciudadanos. «Con el 75% de participación ganaremos», dijo el presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Sigmar Gabriel, que prevé la victoria de Merkel si ésta no supera el 70%. El SPD tiene dificultades para movilizar a quienes se alejaron del partido. Eso explica también por qué en Baviera solo subió dos puntos, hasta alcanzar el 20%. En el ámbito nacional tiene ahora el 27% del apoyo y su socio preferente, los Verdes, el 11%.
Pero en Baviera los ecologistas bajaron un punto, quedándose en 8, y ahora se enfrentan a otro problema mayor, ya que ha quedado patente que su candidato a canciller, Jürgen Trittin, es legalmente responsable del programa electoral de 1981 en el que se incluyeron posiciones pedofilas. Entonces, una corriente consiguió que los Verdes se inclinaran hacia la despenalización del sexo entre adultos y menores de edad siempre que no hubiera violencia. La CDU y el FDP están aprovechando las crónicas que se vienen publicando desde hace meses sin una reacción adecuada de la formación ecologista.
Aunque los porcentajes indican un empate entre la CDU y la oposición rojiverde, esta última tiene el problema de que necesitaría al partido socialista Die Linke (La Izquierda) para superar a Merkel. Die Linke ha vuelto a sufrir una debacle a regional, ahora en Baviera, donde ha perdido la mitad de sus votantes, quedándose en solo dos puntos. Su implantación como partido político en el oeste alemán ha fracasado. Le ocurre como a la CSU, pero desde posiciones de izquierda, es una formación regional, arraigada en el este. El 22-S podría obtener entre el 8% y el 10% de los votos, pero el clima político no está aún para un tripartito con el SPD y los Verdes ni para que la CDU se una con la AfD.
Al final se decidirá por el número de los escaños. El futuro Bundestag contará con más diputados gracias a una nueva Ley Electoral que beneficiará a los partidos minoritarios.