Ayer emitieron un interesante reportaje en TV3 sobre la caída del Muro de Berlín. Otro buen trabajo de 30 minutos, aunque a los que siguen la reunificación alemana desde hace 20 años les siga sonando a la misma canción de siempre: más de lo de mismo. A mí, sin embargo, este aniversario, como viene cargado […]
Ayer emitieron un interesante reportaje en TV3 sobre la caída del Muro de Berlín. Otro buen trabajo de 30 minutos, aunque a los que siguen la reunificación alemana desde hace 20 años les siga sonando a la misma canción de siempre: más de lo de mismo. A mí, sin embargo, este aniversario, como viene cargado de fuegos artificiales, me dio con una bengala justo en un ojo y todavía estoy tratando de mirar más allá del resplandor de la fiesta.
El reportaje nos volvía a mostrar los otros muros que todavía permanecen entre la población originaria del Este y del Oeste; esa distancia que la ausencia del Telón de Acero no ha conseguido eliminar, porque forma parte de la experiencia vital de dos colectivos humanos que, a pesar de compartir el mismo país, vivieron distintas historias y procesos sociales en el tiempo.
Como diría El Principito, las diferencias que se miden en términos cuantitativos son muy importantes para los adultos -cada vez más en esta sociedad neoliberal y de alto consumo. Pero más allá de las diferencias salariales o del desarrollo económico entre ambos territorios, de la crisis que obligó a muchos orientales a emigrar al oeste haciéndoles sentir ciudadanos de segunda? lo que más me llamó la atención fue la distancia en lo cualitativo.
Hoy, valores como la democracia, la libertad o el progreso siguen sin entenderse de la misma manera y separan mentalmente a muchas personas. Donde unos ven decadencia y decrecimiento, otros ven oportunidades y alternativas de vida más sostenibles. Lo explicaban los testimonios del reportaje que han apostado por quedarse en el Este y poner en marcha nuevos proyectos culturales, sociales? y también económicos, sí, pero con una referencia cualitativa.
Me quedé con la reflexión de Gerhard Schlegel, un ingeniero de minas del Este, que después de perder su trabajo y emigrar al Oeste en 1993 descubrió que le faltaba autoestima; que la sociedad jerarquizada en la que había vivido le había impedido afirmar su individualidad. ¡Tan necesaria para la libertad!, aunque sea con minúsculas.
Y en eso coincidía con la pianista Crhistina Löffler, originaria también del Este, a la que le habría gustado otra clase de RDA, muy lejos de las desafortunadas experiencias comunistas soviéticas, porque cree en la base y en la idea del socialismo, porque le gustaría que hubiera una manera de ponerlo en práctica y realizarlo. La artista criticaba que hoy en día el dinero tenga un papel tan importante en nuestras vidas, que sea la causa de esa brecha tan inhumana entre las personas; fuente de tantas injusticias.
Así que esa fue la bengala que más luz emitió para mí, a lo largo del reportaje. Con ésa me quedo, en este aniversario: muros de Berlín a parte, nos siguen quedando muchos otros muros indignos que hacer caer.
http://lamardecuento.lacoctelera.net/post/2009/11/09/los-otros-muros
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.