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Rusia: ola de ataques xenófobos

Los radicales se hacen fuertes

Fuentes: Gara

El autor analiza los hechos que derivaron de la muerte violenta de un hincha del Spartak de Moscú y las consecuencias que ha tenido, al provocar una nueva ola de violencia con tintes xenófonos que deja al descubierto algunos de los principales problemas del país Si la Policía hubiera hecho su trabajo, este trágico suceso sería uno más de la crónica negra de la capital rusa, pero debido a su incompetencia, o lo que sería peor aún, a un soborno, intentó solucionar el caso de una manera claramente irregular.

En los últimos días, Rusia se ha visto inmersa en una ola de violencia callejera. Miles de personas, lideradas por grupos radicales vinculados al fútbol, han salido a las calles de Moscú, y en menor medida de San Petersburgo, Nizhnii Novgorod, Rostov, Novosibirsk, Vladimir o Belgorod. Las protestas tienen su origen en la muerte violenta en uno de los barrios de la capital rusa de Egor Sviridov, un seguidor del Spartak de Moscú. Los supuestos autores del crimen son originarios de Daguestán, con mayoría musulmana, en el Cáucaso Norte.

Esta muerte, sucedida la madrugada del 6 de diciembre, no provocó ninguna gran reacción hasta que por incompetencia, o quizás corrupción, los policías rusos que investigaban el caso dejaron en libertad a cinco de los seis sospechosos del asesinato, mientras que al único detenido acusado formalmente se le imputó asalto con violencia en vez de «asesinato». La noticia se extendió con gran rapidez mediante mensajes de móvil y, sobre todo, a través de las redes sociales.

Grupos ultras de aficionados de fútbol de los principales equipos de la ciudad convocaron a la gente a salir a la calle para protestar contra la Policía y sobre todo contra los emigrantes procedentes del Cáucaso. El llamamiento tuvo éxito y ya el 7 de diciembre cerca de mil jóvenes salieron a la calle. En los días sucesivos se fueron repitiendo las convocatorias, aumen- tando tanto el número de asistentes como su agresividad.

Finalmente el 11 de diciembre la situación se elevó a otro nivel cuando 5.000 jovenes se enfrentaron a la Policía y a toda persona que pareciese extranjera en una plaza cercana al Kremlin, en el centro de Moscú. El mismo día 11 una demostración violenta, aunque con menos participantes tuvo lugar en San Petersburgo. Sucesivamente, en otras ciudades se han producido protes- tas similares que han derivado en altercados y se han saldado con decenas de detenidos.

Reacción policial. Tras los hechos del 11 de diciembre la Policía se ha movilizado en las grandes ciudades para detener cualquier movilización previamente no autorizada. Eso no ha impedido que se sucedan las convocatorias, aunque de momento se han evitado otros brotes de violencia, ya que al menor signo de ella se detiene a todo sospechoso. Tanto es así que desde el 7 de diciembre se ha detenido ya a cerca de dos mil personas por todo el país, a los que se les ha requisado 16 pistolas con balas de goma, más de 200 cuchillos y 260 otros objetos sensibles de ser utilizados en una pelea como bates de béisbol o destornilladores, según informa el ministerio del interior ruso.

A pesar de la reacción, que para muchos es lenta y tardía, las fuerzas del orden no se han librado de las críticas. No son pocas las voces que señalan que de haber actuado correctamente la Policía en la investigación del asesinato no se hubiera llegado a este estado. La Fiscalía rusa acusa directamente a la Policía, mientras que los responsables policiales señalan al juez.

Víctimas. La muerte del joven seguidor del Spartak se produjo por una simple discusión que nada tenía que ver con la raza o la religión. Dos grupos de jóvenes discutieron sobre quien debía coger un taxi. Era pasada la medianoche y hacía varios grados bajo cero; unos y otros entendieron que el taxi era para ellos, discutieron, llegaron a las manos y, finalmente, uno de ellos sacó una pistola con balas de goma y disparó a bocajarro a la cabeza de Egor.

Si la Policía hubiera hecho su trabajo, este trágico suceso sería uno más de la crónica negra de la capital rusa, pero debido a su incompetencia, o lo que sería peor aún, a un soborno, intentó solucionar el caso de una manera claramente irregular. Si la víctima hubiera sido un ciudadano de a pie quizás esta actuación policial hubiera tenido éxito, pero resultó que se trataba de un aficionado bastante activo del equipo de fútbol más popular del país, cuyos seguidores ultras tienen una merecida fama de violentos y organizados.

Ninguno de los supuestos se cumplió y la situación se les ha ido de las manos.

Los grupos ultras aseguran que esto no ha hecho más que empezar, mientras que la Policía rusa, a su vez, promete mano dura contra los violentos.

Mientras tanto, los ciudadanos rusos de etnias no eslavas o religión musulmana están sufriendo las consecuencias en sus propias carnes al no poder ni salir a la calle con tranquilidad sin temer una agresión.

Corrupción. Las autoridades rusas presentan casos como éste como algo aislado. Tanto en lo referente a los errores policiales como en la reacción de grupos violentos se busca siempre una explicación local y concreta, condenando a individuos específicos, pero casos similares se van repitiendo cada vez con mayor frecuencia por todo el país.

Las agresiones racistas y la corrupción de las fuerzas de seguridad y de las estructuras del Estado son numerosas. La insatis- facción por el nivel de vida, las injusticias sociales y la corrupción son una mezcla que está creando numerosos problemas a los dirigentes de un país multiétnico y multireligioso como es la Federación Rusa actual.

Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20101219/238801/es/Los-radicales-hacen-fuertes