Benoît Hamon es fundador del nuevo movimiento Génération·s y socio europeo de Varoufakis. TERESA SUÁREZ ZAPATER Benoît Hamon (Saint-Renan, 1967) lideró el Partido Socialista francés (PS) en su debacle electoral en las presidenciales del año pasado. Lastrado por la herencia de François Hollande, este dirigente izquierdista sólo obtuvo el 6% de los votos. A […]
Benoît Hamon es fundador del nuevo movimiento Génération·s y socio europeo de Varoufakis. TERESA SUÁREZ ZAPATER
Benoît Hamon (Saint-Renan, 1967) lideró el Partido Socialista francés (PS) en su debacle electoral en las presidenciales del año pasado. Lastrado por la herencia de François Hollande, este dirigente izquierdista sólo obtuvo el 6% de los votos. A pesar de su fracaso electoral, Hamon abandonó el PS en julio del año pasado e impulsa ahora el movimiento Génération·s (ecologista y progresista). Con esta nueva formación, que cuenta con 40.000 inscritos, confía con hacer progresar medidas claramente de izquierdas, como las que defendió en las presidenciales francesas, por ejemplo, una Renta Básica Universal (RBU) o un impuesto sobre los robots. Junto con el exministro griego Yanis Varoufakis, lidera el movimiento Primavera Europea para las europeas del año que viene.
«Nuestro objetivo es encarnar una tercera fuerza ecológica, democrática y humanista», asegura Hamon en declaraciones a El Salto. Durante una extensa entrevista en un café en Issy-les-Moulineaux, en el sur de París, Hamon analiza la situación de la izquierda en Francia y Europa y las medidas neoliberales del presidente francés, Emmanuel Macron, al que tacha como «un presidente antipobres».
Acusa al presidente Macron de racismo social. ¿Por qué?
No veo otras palabras mejores para caracterizar sus políticas. Hemos hablado de Macron como el presidente de los ricos, pero es sobre todo un presidente antipobres. Para él, los ciudadanos no tienen el mismo valor en función del dinero que tienen en el bolsillo. Macron es un extremista, ya que es indiferente ante las consecuencias de sus medidas de austeridad. Sólo hay que ver la manera como habla sobre los más modestos. Por ejemplo, cuando acusa a los pobres de costar «una pasta loca para el Estado». En el fondo, esto nos muestra que Macron representa el gobierno de la burguesía. Ha sabido unir en un mismo bloque político la burguesía económica y la burguesía cultural.
Un triunfo de la burguesía que refleja la pérdida de la influencia de las clases trabajadoras en Francia…
Tras la Revolución Francesa, la batalla de las ideas políticas estuvo dominada por los liberales y los demócratas. Ambos se confrontaron primero en torno a la cuestión del sufragio universal. Durante mucho tiempo, los liberales defendieron el sufragio censitario, que el derecho al voto sólo debía pertenecer a aquellos que tuvieran el tiempo suficiente para reflexionar y no se dedicaran a trabajar, es decir, los propietarios, los burgueses. Aunque obviamente Macron no restablecerá el sufragio censitario, sí que tiene una gran desconfianza respecto al pueblo. Considera que hace falta elegir a expertos en el gobierno porque sólo ellos saben cómo gobernar. En cambio, desconfía del voto del pueblo, porque los más modestos no están suficientemente ilustrados para saber lo que es bueno para ellos y la nación.
Pero los comentarios clasistas de Macron («los vagos», «los que no son nada», «la mejor manera de pagarse un traje es trabajar») son un hecho característico de su trayectoria política. ¿Su victoria refleja el triunfo del neoliberalismo en la batalla cultural en Francia?
Sí, sin duda. Pero no creo que los franceses hayan dejado de desear la solidaridad y la igualdad, sino que piensan que estas ya no son posibles. El gran triunfo de la derecha liberal y de su gran heredero Macron ha sido la naturalización de la economía. Es decir, han conseguido que la gente crea que las reglas de la economía, inspiradas en las ideas de la escuela de Chicago (padres del neoliberalismo), tengan el mismo valor que el principio de Arquímedes o la teoría de la gravedad. Por este motivo, muchos ciudadanos consideran que en el campo de la economía la intervención del pueblo y de la política no tienen ningún sentido.
Pero esta naturalización de la economía hace que nos encerremos en un debate todavía más peligroso: el de la identidad. Mientras que antes las cuestiones sociales y económicas dominaban el debate político en Francia, ahora el tema central es el islam. Pero esto favorece a la extrema derecha. El mismo Steve Bannon, antiguo consejero de Donald Trump, se felicitaba de que el Partido Demócrata se concentrara en las cuestiones identitarias y en combatir el racismo porque esto facilitaba la victoria de los Republicanos.
¿Pero cómo se puede volver a seducir al electorado popular, cada vez más dividido en Francia por la cuestión migratoria?
Actualmente, hay un nexo común entre el inmigrante que llega en nuestro país, el pobre que vive con el RSA [renta mínima de inserción], el parado, el empleado mal pagado… Es que han perdido su autonomía, ya no gobiernan sobre sus vidas. En la izquierda deberíamos aportar una solución sobre esta cuestión, pero ya no lo conseguimos, lo que refleja la victoria del neoliberalismo en la batalla de las ideas.
Durante un discurso a principios de julio, aseguró que Génération·s debe convertirse en el partido de la batalla cultural. ¿Cómo queréis llevar a cabo esta batalla cultural?
Esta batalla cultural requiere tiempo. Sitúo la acción de mi movimiento y de la izquierda ecologista a largo plazo. Difícilmente modificaremos en pocos años aquello que los liberales han logrado durante décadas. Para ello, debemos marcarnos objetivos a largo plazo. Esto me parece fundamental.
¿Cuáles son estos objetivos?
El primer eje es la ecología. El segundo eje se trata de la cuestión de la inteligencia colectiva. Francia debe salir de su increíble hipocresía que nos hace creer que estamos en una República, aunque sus instituciones funcionen como si fuese una monarquía. Desde hace sesenta años, Francia elige a un rey una vez cada cinco años (antes era cada siete años). Mientras este gobierna, pensamos que el genio de su persona es superior al de toda la nación. Lo peor de todo esto es que Macron lleva este modelo hasta el límite de que vulnera los derechos del Parlamento, menosprecia los cuerpos intermedios, como los sindicatos, sermonea a los ciudadanos franceses… Además, hay numerosos aspectos de la vida cotidiana, como el mundo de la empresa, que se encuentran en un estado pre-democrático.
Aunque baja la popularidad de Macron, de momento no emerge ninguna fuerza de oposición que pueda imponerse en las urnas al «macronismo». ¿Cómo lo explica?
Sólo hace un año que Macron llegó al poder. Tengamos paciencia. Al principio, nos sorprendió la violencia y la intensidad de sus reformas, cómo supo imponer su flexibilización del mercado laboral o medidas en contra del medioambiente. Pero una vez pasó esta sorpresa inicial, vemos como ahora está cayendo en los sondeos.
Pero las posibilidades de la izquierda francesa se ven lastradas por la división entre la Francia Insumisa de Mélenchon, los comunistas, los verdes, Génération·s…
En la izquierda francesa tenemos un problema parecido al de la izquierda española. Algunos defendimos que el eje izquierda-derecha todavía existe. Soy uno de ellos. Pero también están aquellos que consideran que la división principal se encuentra entre el pueblo y las élites. Tanto Jean-Luc Mélenchon como los dirigentes de Podemos son partidarios de esta confrontación vertical. En el caso de Podemos, vemos como evolucionaron respecto a esta cuestión y ahora han propuesto una alianza al gobierno socialista de Pedro Sánchez.
¿En el caso de la izquierda francesa estas diferencias son irreversibles?
No, yo defiendo que una cooperación en la izquierda resultaría mejor que una competición. Pero en el momento en que Mélenchon asegura que todo el mundo debe ponerse detrás suyo o es el caos. Esto hace que la situación sea más difícil. Pero pienso que con las elecciones europeas del año que vienen las cosas cambiarán.
¿Por qué?
Porque estaremos delante. Nuestra candidatura con Générations·s estará entre las primeras. Un movimiento ecologista, humanista y europeísta como el nuestro tiene vocación a estar entre los primeros.
Pero esto no resuelve el problema de la división de la izquierda francesa. De hecho, una de las principales diferencias entre la Francia Insumisa y Génération·s es su posición sobre la Unión Europea…
Lo que me preocupa no es el Plan A de la Francia Insumisa y su ruptura negociada de los tratados europeos, sino su Plan B, que es la salida de Europa (en concreto, consiste en una ruptura unilateral de los tratados, lo que podría comportar un referéndum sobre la salida de Francia de la UE). Para la izquierda internacionalista, esto representaría una gran regresión intelectual. Algunos dirigentes de la Francia Insumisa, como Djordje Kuzmanovic (uno de los principales responsables de la política internacional del partido), tienen un discurso más de derechas que de izquierdas. Siempre he pensado que no existe un nacionalismo de izquierdas. El nacionalismo de izquierdas siempre termina convirtiéndose en nacionalismo de derecha.
Además, no quiero presentarme ante las nuevas generaciones como uno de aquellos que favorecieron la salida de Francia de la UE. ¿Por qué tendríamos que salir? ¿Para recuperar más soberanía? Actualmente, vemos que en numerosas cuestiones la soberanía nacional es insuficiente. Por ejemplo, en la lucha contra el cambio climático. No hacen falta inversiones verdes a nivel estatal, sino continental.
Y otra cuestión que divide a la izquierda francesa es su visión sobre el trabajo. Usted defiende la creación de una Renta Básica Universal (RBU) como principal medida emancipadora.
Sí, creo que en su visión de la izquierda tanto Hollande como Mélenchon representan dos arcaísmos. Ambos defienden dos visiones sobre el trabajo que están obsoletas. Creo en la renta básica universal porque la revolución digital nos obliga a repensar el tiempo laboral y la posibilidad de vivir sólo con el trabajo. Pero esto nos ofrece un horizonte de emancipación increíble. En cambio, el expresidente Hollande es un socioliberal clásico, cuyo discurso es el mismo que defendía Tony Blair hace treinta años. Y Mélenchon también tiene una visión muy clásica sobre el trabajo. En la actualidad, el capitalismo financiero hace que sea muy difícil reconstruir relaciones laborales en las que haya una repartición capital-trabajo favorable al asalariado, como defiende Mélenchon.
Junto con el exministro de Economía griego Yanis Varoufakis y el alcalde de Nápoles Luigi de Magistris, impulsa el movimiento Primavera Europea para las elecciones europeas del año que viene. ¿Cuál es la esperanza de la izquierda en la política europea dominada actualmente por la confrontación entre los neoliberales y los ultraderechistas?
Nuestro objetivo es encarnar una tercera fuerza ecológica, democrática y humanista. La vocación de Europa no debe ser disolverse en el neoliberalismo. Y la respuesta ante el neoliberalismo tampoco puede ser el nacionalismo. Los socialdemócratas se aliaron con los conservadores europeos. Una parte de la izquierda se decantó por un nacionalismo de izquierdas que le aparta de los grandes ideales internacionalistas y cooperativistas.
Es muy peligroso el juego de Macron que consiste en hacer de las próximas elecciones europeas una batalla a favor o en contra de la UE. Los soberanistas como Mélenchon o la ultraderechista Le Pen son cómplices de ello. Las europeas no deben convertirse en un referéndum a favor o en contra de Europa, sino en un debate sobre cómo se pueden impulsar políticas solidarias, ecologistas y democrática a escala europea.
¿Qué le parece la alianza ¡Ahora el pueblo! entre Podemos, la Francia Insumisa y otras fuerzas de izquierdas?
Me parece una alianza extraña. Me genera dudas que un partido eurófilo como Podemos se alíe con una formación como la Francia Insumisa, que contempla la salida de Francia de la UE. Aunque Podemos mantiene una alianza privilegiada con Mélenchon, nosotros también debatimos con ellos. Nada está estabilizado.
Tras la exitosa moción de censura de Pedro Sánchez, el gobierno del PSOE en España es uno de los pocos ejecutivos supuestamente de izquierdas en Europa. ¿Qué opinión le merece?
Si Sánchez entiende que ser de izquierdas consiste únicamente en gobernar a través de símbolos, como su decisión de acoger el Aquarius, que me pareció elogiable, se equivocará. Si no afronta la realidad de las políticas económicas a nivel europeo, el crecimiento de las desigualdades o la destrucción del medioambiente, será un dirigente igual de inofensivo que los otros gobernantes socioliberales y fracasará. No dejará ningún recuerdo. En cambio, Sánchez tiene la posibilidad de liderar la izquierda en Europa. Pero para ello, tiene que efectuar políticas de ruptura. Aceptar que la socialdemocracia debe dejar de ser una muleta del neoliberalismo. La Península Ibérica puede convertirse en un modelo sobre la reorganización de la izquierda.
Últimamente se habla mucho en España sobre la candidatura a la alcaldía de Barcelona de Manuel Valls, a quien usted venció en las primarias del Partido Socialista. ¿Valls sería un buen alcalde para las clases trabajadoras de la capital catalana?
La cuestión es si Valls prioriza el interés de Barcelona o busca una segunda vida política. Los barceloneses lo decidirán. En Francia, Valls continúa diciendo que es de izquierdas, pero la mayoría de las personas ya no le creen. Si usted coge diez estudiantes de ciencias políticas, uno de Madrid, otro de Barcelona, de París, Burkina Faso… Les enseña el programa de Manuel Valls y les pregunta si sus medidas sobre la economía, la identidad o la seguridad son políticas de derechas o de izquierdas. El 100% de los estudiantes le responderá que son de derechas.
Benoît Hamon ganó a Manuel Valls en las primarias del Partido Socialista. TERESA SUÁREZ ZAPATER
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/francia/entrevista-benoit-hamon-macron-es-un-presidente-antipobres