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Manifiesto Internacional de las Mujeres de la Vía Campesina

Fuentes: Rebelión

Somos mujeres campesinas del mundo que en el transcurso de estos 20 años de la Vía campesina hemos trabajado tenazmente por construir un movimiento universal, amplio, democrático, comprometido política y socialmente en la defensa de la agricultura campesina, la soberanía alimentaria y la lucha por la tierra, los territorios, la justicia, la igualdad y la […]

Somos mujeres campesinas del mundo que en el transcurso de estos 20 años de la Vía campesina hemos trabajado tenazmente por construir un movimiento universal, amplio, democrático, comprometido política y socialmente en la defensa de la agricultura campesina, la soberanía alimentaria y la lucha por la tierra, los territorios, la justicia, la igualdad y la dignidad de las mujeres y de los hombres del campo.

Somos mujeres de los diversos continentes y culturas, con historias y luchas comunes por la vida, por nuestra emancipación y la de nuestros pueblos, unidas ante el imperativo ético y político de defender el derecho a la alimentación, la agricultura campesina, la defensa de la biodiversidad, de nuestros bienes naturales y la lucha por poner fin a la violencia en todas sus expresiones, agudizada ante este sistema económico capitalista y patriarcal.

«La Vía Campesina es un movimiento que reconoce la completa igualdad y valor tanto de hombres como de mujeres»

Esto queda claramente establecido en las conclusiones de nuestra III Conferencia Internacional en Bangalore. La Vía campesina a través de un cambio estructural, asegura que las mujeres y hombres del campo compartiremos responsabilidades de manera igual en el movimiento. Buscando fortalecer procesos abiertos y democráticos dentro de toda nuestra estructura internacional.

Entregamos este Manifiesto y posicionamiento político, a las mujeres del mundo y a nuestra VI Conferencia Internacional de la Vía Campesina, como un aporte a las deliberaciones, al trabajo, la acción y las luchas que desarrollamos en todo el mundo. Avanzar en la unidad y la acción por la incorporación plena de las mujeres en igualdad de condiciones en todos los ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales, acabar con las discriminaciones que nos afectan en nuestras vidas cotidianas, en las zonas rurales y las comunidades indígenas, es una tarea de todas y de todos.

En estas dos décadas de vida, lucha y esperanza de la Vía campesina, las mujeres hemos sido un factor clave para llevar adelante las estrategias políticas/organizativas hacia el futuro, luchando día a día por la defensa de la madre tierra, de nuestros territorios, contra el saqueo, devastación, muerte y opresión que provoca el capitalismo empresarial y colonial.

En estas dos décadas se han producido profundos cambios en las condiciones de vida de las mujeres rurales de todo el mundo, la invasión del capitalismo hacia el campo y la apropiación de las multinacionales de los sistemas agroalimentarios han llevado a que millones de campesinas y campesinos se hayan incorporado al trabajo remunerado provocando desplazamientos forzados, pérdidas de tierras y fuertes procesos migratorios.

La emigración de las mujeres en el campo está estrechamente relacionada con el empobrecimiento y los niveles de violencia que sufren las mujeres y las niñas, esta situación es de mayor gravedad ante la discriminación que viven en los países receptores, sin embargo a la vez se han constituido en la base importante del mantenimiento de sus familias, constituyéndose las remesas en muchos casos en el principal soporte económico de los hogares campesinos.

Hacer frente a esta realidad constituye uno de los objetivos fundamentales de lucha de las mujeres y del conjunto de la Vía Campesina, nuestra mayor decisión por acabar con la injusticia en el mundo está dada por romper con el círculo de la pobreza y otorgar el lugar relevante que tenemos las campesinas y campesinos para garantizar la alimentación de los pueblos, reconociendo el papel central de las mujeres en la producción de alimentos.

Sin embargo es duro constatar que la pobreza lejos de disminuir, ha aumentado en los últimos años en la mayoría de los países. Algunos estudios de organismos de Naciones Unidas y el Banco Mundial, que no se ha logrado revertir esta situación, su empeoramiento y la brecha de distribución de las riquezas se ha ampliado, presentando los sectores rurales un panorama desalentador ante su aumento y los niveles de indigencia, continuando las mujeres sufriendo los efectos más dramáticos.

Terminar con estas indignas desigualdades de clase, género y de etnia que nos afecta a millones de mujeres en el mundo y con el flagelo del hambre y la violencia, es una lucha permanente que los gobiernos y los parlamentos del mundo deben tomar en cuenta al momento de legislar y aprobar las leyes en la búsqueda de garantizar el desarrollo integral de una vida digna para las mujeres del campo y sus comunidades en el mundo entero.

El acceso a la tierra, parte central de nuestros derechos

 

«Para nosotras las campesinas y las indígenas, la tierra además de ser un medio de producción, es un espacio y un ambiente de vida, de culturas y emotividad, de identidad y espiritualidad. Por lo mismo, no es una mercancía, sino un componente fundamental de la vida misma, al cual se accede por derecho, de manera inalienable e imprescriptible, mediante sistemas de propiedad, acceso y goce definidos por cada pueblo o nación».

La igualdad de hombres y mujeres en el acceso a la tierra es un objetivo fundamental para superar la pobreza y la discriminación, suponer que el acceso a la tierra se debe lograr a través del mercado y como propiedad individual está muy lejos de representar las visiones y aspiraciones de las mujeres indígenas y campesinas.

Las mujeres demandamos de una Reforma Agraria Integral que redistribuya la tierra con nuestra plena participación e integración en todo su proceso, garantizando no sólo acceso a la tierra, sino a todos los instrumentos y mecanismos en condiciones de igualdad, con una justa valorización de nuestro trabajo productivo y reproductivo, donde el espacio rural nos garantice una vida digna y justa.

· Que proteja y proyecte nuestras formas de hacer y perfeccionar la agricultura, nuestras semillas, mercados, comidas, como así también nuestros saberes, nuestra ciencia y nuestra tecnología.

· Que impulse y genere programas y políticas públicas adecuadas a nuestras culturas y modos de vidas, con recursos que hagan viables la producción campesina, garantizando la soberanía alimentaria. y los derechos de las campesinas y campesinos con justicia social.

De este modo el acceso a la tierra para nosotras pasa por una Reforma Agraria Integral que impulse el desarrollo de un modelo de gestión que coloque al centro la función social de la tierra y las practicas campesinas e indígenas de uso y producción garantizando las necesidades humanas a la alimentación como un derecho fundamental para la vida.

Soberanía Alimentaria con Justicia de Género

«Para mantener la dignidad y la tierra, para mantener viva y fortificada la producción propia de alimentos, para recuperar el autoabastecimiento alimentario en el mayor grado posible, para defender el agua, para ejercer en la práctica la Soberanía Alimentaria es hora que valoricemos en todas sus dimensiones el rol de las mujeres en el desarrollo de nuestras agro-culturas.»

Nuestra lucha y acción por la Soberanía Alimentaria nos ha brindado a las mujeres la oportunidad de hacer visible nuestra participación histórica en el desarrollo de los sistema alimentarios en el mundo y el papel que hemos jugado desde la invención de la agricultura, en la recolección y propagación de las semillas, en la protección y resguardo de la biodiversidad y de los recursos genéticos, situándonos a la vez como uno de los principales pilares afectivo, ético y social.

Al frente, «está la industria procesadora de alimentos y las grandes cadenas de supermercado que estandarizan la producción y concentran buena parte de las riquezas creadas por el sector. La resistencia y la alternativa a esta estandarización del consumo está en la diversificación alimenticia y a otras formas de relación y consumo donde las productoras y productores tengan su trabajo valorizado, los y las consumidoras con salarios dignos para adquirir los alimentos de su elección. (Nieliny Mirian Nobre)

Bajo la consigna «el alimento no es una cuestión de mercado, sino de soberanía», hemos ido definiendo nuestros derechos soberanos a decidir y a organizar la distribución, intercambio y consumo de alimentos en cantidad y calidad de acuerdo a nuestras posibilidades y necesidades, primeando factores solidarios, culturales, sociales, de salud y bienestar en pos de nuestras familias y nuestras comunidades campesinas e indígenas.

Podemos afirmar que hemos asumido con fuerza la lucha y el ejercicio de la Soberanía Alimentaria. En esta dirección u no de los objetivos planteados y en el que hemos trabajado arduamente, fue el de «hacer acopio de todo nuestro saber, para recuperar nuestras semillas, multiplicarlas, cuidarlas, intercambiarlas y dejar que vuelvan a caminar, crecer y multiplicarse por nuestros campos sin trabas ni agresiones». Esto nos ha puesto en una oposición frontal contra la propiedad intelectual, las reglas de certificación, los organismos transgénicos y los agrotóxicos.

También nuestras lineamientos han sido direccionadas a la revalorización de las relaciones de trabajo y poder en las familias y en los propios movimientos; valorar al carácter económico-productivo de la reproducción y producción de la alimentación por parte de las mujeres, requiere de procesos personales y colectivos, de nosotras y de nuestros compañeros para una valorización del aporte económico que representan nuestras labores para la agricultura, la economía familiar y los indicadores macro económicos de las naciones.

Estamos ciertas, que la propuesta más significativa y revolucionaria de la Vía Campesina, ha sido contraponer Soberanía Alimentaria a los propósitos de la FAO y los Gobiernos de pretender buscar solución al hambre mediante la Seguridad Alimentaria, entendida ésta como la posibilidad de disponer de alimentos y capacidad económica para adquirirlos, dejando en manos del mercado la solución al mayor flagelo mundial que sufren y viven más de mil millones de seres humanos en el mundo.

Luchamos contra el Neoliberalismo, el patriarcado y por nuestros derechos

«Las mujeres, creadoras históricas de conocimientos en agricultura y en alimentación, continúan produciendo el 80% de los alimentos en los países más pobres, actualmente son las principales guardianas de la biodiversidad y de las semillas de cultivo, siendo las más afectadas por las políticas neoliberales y sexistas» .(declaración de las mujeres Nyeleni)

Las políticas de ajustes neoliberales han profundizado las condiciones de opresión, discriminación y aumentado las situaciones de violencia contra las mujeres y las niñas en las zonas rurales, la precariedad e inestabilidad en el trabajo de las mujeres, así como la falta de protección social, donde explotadas al máximo con jornadas cada vez más extendidas, se desarrollan en medio de un clima de violencia que socava nuestra dignidad.

Al reafirmar que la lucha anticapitalista y antipatriarcal debe de ir a la par de la lucha por la igualdad entre los sexos y contra la opresión de las sociedades tradicionales y las sociedades modernas sexistas, individualistas y consumista basadas en el dominio del mercado. Nuestro proyecto político es avanzar hacia una nueva visión del mundo, construida sobre los principios de respeto, igualdad, justicia, solidaridad, paz y de libertad, librando batallas por llevar adelante la lucha conjuntamente por:

· Por impulsar acciones y medidas inmediatas para erradicar las prácticas violentas y sexistas, las agresiones física, verbal y psicológica, en nuestras organizaciones, la familia y en toda la sociedad.

· Por la igualdad de género y la no discriminación.

· Por el combate inclaudicable contra todas las formas de violencia en el campo, contra la creciente militarización y criminalización de los movimientos y luchas sociales en la mayoría de los países del mundo, sumada a las implantaciones de leyes antiterrorista, usada contra las y los campesinos e indígenas, principales víctimas de los peores ataques y abusos en nombre de la ley.

· Expresamos nuestra firme decisión de luchar y movilizarnos por la justicia, la igualdad y la paz en nuestros territorios y en el mundo.

· Construir propuestas y líneas de acciones necesarias en nuestro movimiento para avanzar en los procesos de formación socio política y técnica con métodos pedagógicos dirigidos a la toma de conciencia en las comunidades frente a las visiones políticas y culturales que impiden avanzar en la igualdad de género.

· Fortalecer los mecanismos de participación de las mujeres del campo en la formulación de propuestas de políticas públicas y programas tanto internos como externos, que garanticen los recursos para su desarrollo, tanto a nivel local y global como a la gestión de las mismas ampliando los acceso a la educación y a la tecnología.

Enfrentar el patriarcado, implica reconocer privilegios y mitos de superioridad masculina, re-socializar y concientizar a dirigentes/as estudiando la historia de las mujeres, para poder valorarla. Hasta ahora las mujeres han asumido el liderazgo, pero se requiere un involucramiento por igual, lograr pasar de declaraciones a prácticas concretas. Las campesinas organizadas estamos convencidas de que el futuro es promisorio, pues no hay posibilidad de retroceder en los avances y triunfos, menos en las conciencias de las mujeres. Luchar por la «soberanía de la tierra, del territorio y del cuerpo «, diciendo no a la violencia contra las mujeres en todas sus expresiones.

Es por eso que estimuladas por los debates de las mujeres de América Latina y su proceso de construcción de una propuesta política para construir las bases del «Feminismo Campesino y Popular» nuestra Asamblea ha tomado como un reto también expandir este debate en las organizaciones de La Vía Campesina a nivel internacional.

SEMBRAD ORAS DE LUCHAS Y ESPERANZAS,

POR EL FEMINISMO Y LA SOBERANIA ALIMENTARIA