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Francia

Mélenchon, Francia Insumisa, populismo

Fuentes: Europe Solidaire

Esta contribución ha sido escrita para la Sozialistische Zeitung (SOZ), mensual publicado en Alemania. Está dirigido por tanto a un público lector extranjero, que no se supone que conozca gran cosa sobre la situación francesa. Constituye también, por mi parte, una intrusión en el debate sobre las recientes elecciones y la campaña realizada por Jean-Luc […]

Esta contribución ha sido escrita para la Sozialistische Zeitung (SOZ), mensual publicado en Alemania. Está dirigido por tanto a un público lector extranjero, que no se supone que conozca gran cosa sobre la situación francesa. Constituye también, por mi parte, una intrusión en el debate sobre las recientes elecciones y la campaña realizada por Jean-Luc Mélenchon en nombre de Francia Insumisa -un debate que afecta a cuestiones bastante fundamentales sobre, en particular, el «populismo» y que esta intrusión invita a proseguir. Algunas referencias suplementarias han sido añadidas a la versión inicial y algunos pasajes han sido precisados (el 27 de junio de 2017) como consecuencia de las críticas y comentarios que se me han hecho.

La campaña presidencial o legislativa que Jean-Luc Mélenchon ha realizado este año es muy diferente de las precedentes. Ha habido una modificación profunda de sus relaciones con los partidos políticos en general y con los que eran sus aliados en el Frente de Izquierdas en particular. Es importante comprender las razones de esta evolución, cuáles son sus implicaciones y en qué marco se ha producido, en Francia.

Volvamos primero sobre quién es Mélenchon. Ha llamado a «echar» al personal político tradicional logrando hacer olvidar que él mismo es un representante de dicho personal bastante caricaturesco. Miembro de la corriente «lambertista» (de referencia trotskysta, que vive en simbiosis con los aparatos socialdemócrata, francmasón y sindical en el seno de FO-Fuerza Obrera) fue enviado en 1976 al Partido Socialista en el que hizo carrera. En 1983 fue elegido consejero municipal, luego departamental. Político profesional, no se enraizó en una circunscripción, convirtiéndose en senador -los senadores en Francia no son elegidos por la población, sino por los grandes electores-, y luego en diputado europeo, un escrutinio por lista. Fue miembro del gobierno con el Primer Ministro Jospin (él también de origen lambertista). Solo ahora ha entrado en el Parlamento, pero tras haberse presentado como «paracaidista» en una circunscripción de Marsella, la gran ciudad portuaria del sur. Político «sin suelo fijo», animaba sin embargo una corriente de izquierdas en el seno del PS -Izquierda Socialista-, una corriente efectivamente militante -lo que le permitió abandonarlo en 2008 y fundar el Partido de Izquierdas (Parti de Gauche PG).

¿Cuáles son sus referencias políticas? Originalmente, como he dicho, viene de la corriente lambertista que no es la más democrática de la movida trotskysta francesa. No rompió los puentes en relación a ese pasado, pero se integró completamente en el seno del Partido Socialista. De hecho, una de sus principales referencias contemporáneas (¿la principal?) es François Mitterrand, Presidente de la República en 1981-1995, con el que tenía una relación estrecha. Mitterrand es para él un maestro en política. Individuo relativamente aislado, logró capturar el PS, subordinar el PCF aliándose con él (Unión de la Izquierda), conquistar la presidencia de la República y mantenerla durante dos mandatos de siete años cada uno (un récord de longevidad, ¡pero no de radicalidad!).

No se identifica en absoluto con las revoluciones del siglo XX. Parece como si para él no hubieran jamás existido. Hay un antes -la Comuna de París, Jean Jaurès -y un después- Hugo Chávez… Manifiesta muy poca empatía (y es un eufemismo 1/) hacia los revolucionarios de mi generación.

Pertenece a un sector muy fuerte en Francia, de izquierdas sobre cuestiones sociales (servicios públicos, etc.) y a la vez nacionalista. Volveré sobre este tema.

2012-2017: de la ambición presidencial al escaño de diputado

Desde su salida del PS, en 2008, ¿en qué cree Mélenchon? En sí mismo. Decirlo así no es una ocurrencia, sino un hilo conductor. Se ha identificado con los individuos que encarnan un cambio de poder (comenzando por Chávez -pero también Mitterrand en 1981, tras 25 años de reino de la derecha en Francia). He necesitado tiempo para admitirlo, tan rara era para mí una idea así, tan «extranjera» me resultaba pero Jean-Luc Mélenchon ha tenido por ambición, efectivamente, convertirse en presidente de la República con ocasión de las elecciones de 2012 y de 2017. Si no se comprende esto, no se comprende nada. Las modificaciones de orientación entre 2012 y 2017 tienen que ver ante todo con un sentido de «la oportunidad». Ha elegido el personaje que va a encarnar y la política que va a poner en pie en función de un análisis táctico, y no de un proyecto estratégico. Es lo que señala Jorge Lago, miembro del Consejo ciudadano de Podemos, describiendo cómo cambia su táctica en 2017, tras haberse dado cuenta de que su lectura de las presidenciales era errónea (Fillon candidato de la derecha y no Sarkozy, Hamon candidato del PS y no Valls u Hollande, Bayrou apoyando a Macron…) 2/

La insurrección ciudadana para Mélenchon es la «revolución por las urnas». Se proponía una conquista rápida de la presidencia: en 2012, de un golpe, o al menos imponiéndose como el «tercer hombre» con vistas a 2017. Solo fue el cuarto tras… Marine Le Pen del Frente Nacional. Había sido el candidato del Frente de Izquierdas, un frente electoral que aliaba al Partido de Izquierda, el PCF y diversos grupos y redes que constituyeron Ensemble!. Con el 11,2% de los votos, había captado lo esencial de los votos de «izquierda radical», lo que no estaba mal, pero que era muy insuficiente a sus ojos.

Los debates de entonces seguían siendo los clásicos, versando en particular sobre la política de alianzas electorales con el PS y dividiendo al PG (Mélenchon) y el PCF -este último con numerosos electos cuya reelección depende a menudo de un acuerdo con el Partido Socialista, mientras que el Partido de Izquierdas tenía muy pocos (elegidos cuando eran miembros del PS, ironías de la historia…).

En respuesta a este primer fracaso, Mélenchon decidió liberarse de toda obligación respecto a los partidos constituidos, hacia sus aliados del Frente de Izquierdas, pero también hacia su propio partido, el PG 3/. Se «bonapartiza» imponiendo su candidatura presidencial sin consultas o negociaciones previas y creando, en 2016, su propio movimiento-plataforma de acción electoral, Francia Insumisa (FI). Va muy lejos en este camino. Ya no tiene por tema el reagrupamiento (tras él) sino el del reemplazo. Mélenchon se construye siempre «en contra», eligiendo un objetivo. Éste fue durante varios años el Frente Nacional. Emprendió duelos con Marine Le Pen, en las presidenciales de 2012 y presentándose contra ella en las legislativas siguientes, en Hénin-Beaumont- en el norte. Los perdió todos. En 2016-207, cambia de dirección. «Echadles a todos». En las legislativas, se presenta ahora, en Marsella, no en una circunscripción en la que el FN sea poderoso, sino donde él ha conseguido un excelente resultado en la primera vuelta y en la que el diputado saliente (PS), Mennucci, no tiene ya ninguna oportunidad de mantener su puesto -será efectivamente echado como la mayor parte de los electos de ese partido.

El programa económico no cambia cualitativamente, plantea en grandes rasgos, un keynesianismo radical, sin anticapitalismo, e integra, mucho más que en el pasado, la dimensión ecológica. En cambio, a lo largo de los meses, el discurso, la comunicación y los símbolos se modifican. Mélenchon ha estudiado mucho lo que ha funcionado en otros países, como en los Estados Unidos el uso por Obama de las redes sociales, luego la campaña de Sanders, o la historia de Podemos en España. Toma buena nota de la bajada de la influencia de los medios clásicos. Trabaja su personaje hasta en los detalles (la elección de su vestimenta…). Busca golpes de comunicación -por ejemplo el doblaje de un mitin vía un holograma, un muy costoso gadget ya utilizado en el extranjero (al contrario de lo que ha dado a entender), particularmente por el Primer Ministro Modi en India. Trabaja estrechamente con comunicadores. Más que nunca, es un profesional de la política.

Cuando es amenazado por la izquierda por el candidato «rebelde» Benoît Hamon, acentúa el perfil populista de su campaña. Jorge Lago lo subraya aprobándolo, lamentando solo que este giro haya venido tardíamente, por oportunidad táctica más que por convicción estratégica: «La campaña [de Mélenchon] está muy bien trabajada. Por ejemplo, el clip de campaña que muestra cómo será la Francia de 2018, un año después de su elección, es muy inteligente puesto que habla la lengua del Estado […]. Es un discurso del Estado que está integrado por los franceses. Cuando vivía en Francia el hecho de que el discurso del Estado fuera también corriente entre la gente es una de las cosas que más me marcó. Para resumir, la idea de reducir a nada el discurso de la izquierda clásica y la mitología izquierdista, la desaparición de las banderas rojas y de las referencias en los mitines, en muy opinión han sido muy bien hechos pero quizás un poco tarde».

Hablar la lengua del Estado, reducir a nada el discurso de la izquierda clásica y la mitología izquierdista, hacer desaparecer las banderas rojas… Mélenchon «construye» muy sistemáticamente el Insumiso en ruptura con las referencias y símbolos históricos de una identidad de clase (y no simplemente de la llamada «izquierda clásica»). A la vez que defiende la llegada de una VI República, se inscribe plenamente en la tradición de la V según la cual las presidenciales son el encuentro de un hombre (raramente una mujer) y el pueblo francés. Se beneficia del rechazo hacia los partidos en el que Emmanuel Macron ha también surfeado. En un marco así, el «perfil» de una candidatura, su marca mediática, lo que encarna, es más importante que el detalle del programa. Antes de volver sobre este tema, terminemos con la secuencia electoral.

Una vez recuperado de su decepción presidencial y respaldado por su resultado del 19,6% en la primera vuelta, Jean-Luc Mélenchon ha llamado a elegir una mayoría parlamentaria de Francia Insumisa, lo que le habría permitido convertirse en Primer Ministro e imponer una cohabitación conflictiva a Emmanuel Macron. El resultado de la primera vuelta de las legislativas (11%) ha forzado a un poco más de sobriedad, aunque Mélenchon se haya alegrado de estar personalmente en posición ganadora en su circunscripción de Marsella.

Tras haber disputado la presidencia de la República, Jean-Luc Mélenchon se ha contentado finalmente con ser elegido diputado y poder constituir un grupo parlamentario FI con 17 miembros (son precisos un mínimo de 15 para constituir uno). Es mejor que lo que preveían los sondeos. De hecho, todos los partidos de oposición se han beneficiado de una desmovilización relativa del electorado macronista en la segunda vuelta de las legislativas.

El PCF en particular ha obtenido 11 escaños y el FN 8 (Mélenchon no ha tenido el placer de una revancha indirecta sobre Marine Le Pen que, como él, ha entrado por primera vez en la Asamblea Nacional). El PCF ha formado un grupo parlamentario independiente de Francia Insumisa, con el aporte de cinco diputados ultramarinos, lo que le permite alcanzar el umbral fatídico de los quince escaños.

El nuevo grupo FI se posiciona claramente en la izquierda. Hace, como el PCF, de la defensa de un código de trabajo protector su caballo de batalla. Es demasiado pronto para saber cómo Mélenchon va a repensar su perfil, lo que va a hacer de Francia Insumisa (cuya vocación, bajo su forma actual, solo era temporal, durante una campaña electoral). Se puede y debe sin embargo tener en cuenta las constantes de la orientación de Mélenchon y las implicaciones del «momento populista» de 2017.

El simbolismo populista

Jean-Luc Mélenchon es capaz dar pruebas de un sentido agudo del momento político. Así ocurrió, por ejemplo, cuando rompió con el Partido Socialista en 2008 para fundar el Partido de Izquierdas (PG), y luego el Frente de Izquierdas con el PCF. Aquel año nosotros mismos lanzamos el proyecto del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista), que recibió un eco muy favorable, lo que Mélenchon probablemente notó entonces. La construcción del NPA no podía ser sino la conclusión de un proceso; en cambio, la creación del PG fue instantánea, a partir de la base organizativa ya constituida en el seno del PS.

El «proceso NPA» fue iniciado cuando el PG y el Frente de Izquierdas no existían. El NPA fue creado cuando existían y estaban a la ofensiva. Como consecuencia, la dinámica de fundación del NPA resultó desequilibrada.

Cuando el agotamiento del Frente de Izquierdas se hizo sentir (simple frente electoral, se esterilizó), Jean-Luc Mélenchon intentó librarse de él de diferentes formas, en particular lanzando un Movimiento por la VI República. Me pareció entonces que era algo fuera de campo, dado que las preocupaciones populares eran ante todo sociales. Este movimiento nació muerto, pero la idea de la VI República ha tenido recorrido, al aparecer a la luz del día en 2017 la crisis institucional de la V República y del régimen correspondiente de los partidos.

Jean-Luc Mélenchon está al acecho de lo nuevo; esa es una de sus cualidades. Es también un hombre del escenario, que utiliza, incluso abusa de él. En un sistema presidencializado como en Francia, eso es una baza. El PCF era incapaz de producir una candidatura capaz de hacerle la competencia en este terreno, lo que le permitió hegemonizar el Frente de Izquierdas y luego abandonarlo.

Volvemos a encontrar esta cuestión de la encarnación individual de un futuro político -de la identificación de su proyecto al de su destino. Hipótesis: es el punto de encuentro entre Jean-Luc Mélenchon y los actores o teóricos del populismo de izquierdas: Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón…

La propia Chantal Mouffe, en la página de Verso Books, defiende a Mélenchon como «reformista radical contra una oligarquía en ascenso» 4/. Diferencia con prudencia el contexto latinoamericano (sociedades ultra oligarquizadas) del contexto europeo (donde no se puede ignorar la división izquierda/derecha); pero ahí también, se trata de poner fin a la dominación del sistema oligárquico mediante una refundación democrática.

Raquelle Garrido, una portavoz de Mélenchon, miembro del círculo de sus íntimos, toma menos precauciones en una entrevista en Jacobin 5/. Las palabras clave de la campaña de 2017 son humanismo, populismo, patriotismo y Constitución. Francia Insumisa es «un movimiento ciudadano de base, nuestra ideología es humanista. De muchas formas, hemos adoptado la estrategia populista de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau. [El populismo] es un programa. Es una línea de demarcación entre «ellos» [la oligarquía] y «nosotros» [el pueblo]. […] Nuestro movimiento tiene por objetivo construir algo más allá de los partidos. Se ha construido en función de un proyecto -verdaderamente de forma deliberada- como algo diferente del cártel de partidos que teníamos en 2012″.

La situación está «madura» para «lo que proponemos -que tenemos necesidad de una solución pacífica» a las múltiples tensiones que atraviesan la sociedad francesa. En 2012, Mélenchon podía aparecer como «demasiado radical, demasiado subversivo». «Ahora aparece como un sabio».

Por su parte, Jean-Luc Mélenchon seguiría siendo un «jauresiano», manteniendo la referencia de clase, pero situándose en el seno de la de la República. Sin embargo, la campaña electoral ha visto el borrado voluntario de sus símbolos. A lo largo de las semanas, las banderas rojas han desaparecido en beneficio de únicamente las banderas tricolores, la Internacional en beneficio únicamente de la Marsellesa. La palabra «humanista» se ha bastado a sí misma. Tras la hoz y el martillo, incluso el puño en alto cede su lugar a la letra griega φ (phi).

«Phi» es en adelante la sigla del movimiento, omnipresente hasta en las papeletas electorales. Hay un juego de palabras (Phi por FI, igual que EM-Emmanuel Macron- en En Marcha), pero bastante más. «Phi»evoca filosofía, harmonía, amor -y no tiene pasado político. Este símbolo no es ni de derechas ni de izquierdas. Cuestión de armonía, Mélenchon la rompe a menudo con sus declaraciones llenas de arrogancia y de desprecio. «Phi» no deja de ser un identificante neutro.

El trabajo ha estado en el corazón de la campaña de Mélenchon (contra la inversión de las normas en el código del trabajo, sobre la nómina o los impuestos, etc.) pero no las clases sociales. El «99%» es el pueblo contra los oligarcas. Mélenchon ha logrado de forma repetida las mayores concentraciones durante la campaña electoral. Para las decenas de miles de personas que han participado en ellas, la identidad de clase resultaba invisible. Esto tendrá consecuencias, al ser Francia uno de los países de Europa occidental en el que, tras haber sido central, esta identidad ha sido eficazmente marginada, fragmentada -mucho más, me parece, que en Bélgica o en Gran Bretaña, por ejemplo. Una victoria de la ofensiva ideológica neoliberal. Ahora bien, aunque ambos sean de tradición socialdemócrata de izquierdas, Jean-Luc Mélenchon es en este terreno la antítesis de Jeremy Corbyn.

El populismo, de izquierdas, ¿es una táctica temporal? Para Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos, no debe ser utilizado más que temporalmente, en lo que llama la fase «destituyente» del movimiento, pero debe ser superado en la fase «constituyente» 6/. Monedero critica específicamente las concepciones de Íñigo Errejón:

«Los defensores de la «hipótesis populista», y ante todo Íñigo Errejón, pensaban que había que movilizar solo elementos que pudieran hacernos ganar y que no debíamos hablar de temas que podían hacernos perder votos, es decir que había que hablar únicamente de cosas abstractas para tener el apoyo más amplio posible: la patria, la casta, la corrupción. Preconiza vaciar los significantes, acaba por vaciar las verdaderas posibilidades de cambio. […] Cuando Laclau dice que la política y la economía son lo mismo, pone de lado las condiciones materiales de la lucha de clases. Pienso que es un error».

Jean-Luc Mélenchon puede muy bien, desde el Parlamento decidir rehabilitar un discurso «de clase» y no dejárselo solo al PCF. Sin embargo -y la pregunta vale para Monedero- ¿es tan sencillo reconstruir lo que en un primer momento se ha eficazmente deconstruido?

El «reemplazo» y la Francia Insumisa

El «reemplazo» se ha convertido en el tema central del discurso de Mélenchon y de sus opciones políticas. No vamos a echar de menos al PS (que había dejado desde hacía mucho de ser un «partido obrero») ni desear que encuentre una nueva vida. Si solo se tratara de esto, ¡viva el reemplazo!

Sin embargo, para Mélenchon, la era de los partidos ha pasado, ¡vivan los movimientos! No se contenta con tomar nota del declive de los mencionados partidos, sino que contribuye activamente a su marginación. Esto entra en resonancia con la situación francesa, pues es también lo que ha logrado Macron y su movimiento En Marcha (luego La República en Marcha-LREM).

Es una opción cuyas consecuencias pueden ser particularmente graves, si se tiene en cuenta la coyuntura. ¿Junto con quién oponer a Macron un frente de resistencia social y democrática, si se tiene por ambición «reemplazar» a todos los posibles aliados partidarios? Tras haber cuidadosamente separado el campo electoral (asunto de los políticos) del campo social (asunto de los sindicatos), Mélenchon parece ahora presentarse, y presentar a su grupo parlamentario, como el correspondiente parlamentario natural de las luchas que el movimiento sindical emprenda.

De forma urgente hay que reagrupar a todas las fuerzas de resistencia, so pena de ser rápidamente derrotados por la ofensiva que prepara Macron en un abanico de cuestiones que va desde los poderes dados a la patronal en cada empresa hasta la introducción en la ley corriente del régimen de excepción que es el estado de urgencia.

Problema: el reemplazo es una antítesis del reagrupamiento.

Pregunta: ¿en qué va a convertirse Francia Insumisa? ¿Qué quiere decir que se ha acabado con los partidos (tradicionales)?

Mélenchon juega con la idea de que se puede eludir a los partidos, marginarlos completamente, desintegrarlos -pero no ha explicado aún con qué reemplazarlos 7/. En efecto, Francia Insumisa no ha sido concebida como una formación hecha para durar, sino como un instrumento temporal, durante el tiempo de unas elecciones. Fue creada en febrero de 2016. No podías afiliarte a ella, era imposible cotizar en ella, solopodías efectuar donaciones para la campaña electoral. Cotización significa miembro, con derechos y deberes. Inscribirse en el planteamiento de la FI se hacía sin derechos ni deberes. No se exige nada de ti, no tienes ningún poder formal.

Ha habido quizás 500 000 clics en Internet para inscribirse en Francia Insumisa. Es considerable. Los y las internatutas han presentado ideas en la red. Una «síntesis», un programa, El Futuro en Común 8/, ha sido sometido a aprobación y ha recibido alrededor del 97% de clics positivos. Se han decretado reglas restrictivas: los grupos de apoyo a Francia Insumisa no debían superar los quince miembros ni cubrir más de una circunscripción ni coordinarse en un territorio. Nada de congreso o de asamblea general. Este tipo muy inhabitual de funcionamiento (que no ha sido siempre respetado localmente) refuerza evidentemente la autoridad de la cúspide, sin eliminar necesariamente las negociaciones electorales con diversas componentes partidarias en competencia. Globalmente, la estructura horizontal era muy informal, el control vertical por el núcleo dirigente muy firme.

Se han formado equipos militantes, a menudo iniciados desde la cúspide, que han asumido diferentes tareas y, en particular, han asegurado brillantemente la difusión en las redes sociales. Hay analogías con Podemos pero no es un copiar y pegar. No hemos tenido movimientos de masas de una misma amplitud en Francia y no había lugar en el proceso de FI para una organización fundadora como Anticapitalistas en España.

El núcleo de dirección proviene del Partido de Izquierdas. Es de alguna forma una especie de equipo familiar, con una larga historia común. Una parte son ahora diputadas y diputados de FI, donde se encuentra también a ex-LCR/NPA, pasados por Ensemble!.

La identificación con el jefe ha alimentado comportamientos muy sectarios del fan-club que actúa en manada para denunciar toda crítica vía Internet, hasta el punto de llegar a veces a bloquear el funcionamiento de las cuentas de sus objetivos. Al propio Mélenchon le gustan poco los desacuerdos. Insisto en ello, porque esto se inscribe en una evolución muy negativa a la izquierda de la izquierda, donde los debates de fondo son muy pobres, pero donde las «demonizaciones» se han vuelto muy frecuentes. El desacuerdo está considerado como ilegítimo en cuanto toca una cuestión «sensible».

Esto por lo que se refiere a de dónde se viene; pero ¿a dónde se va? Mélenchon y sus allegados deben ahora precisar a qué movimiento duradero quieren dar nacimiento -y, ¿cómo va a expresarse el pluralismo de la sociedad, si no es en particular por la pluralidad de partidos?

Hay buenas razones para el descrédito de los partidos. Ni Macron ni Mélenchon son responsables de ello. El PS, en particular, se ha destruido él mismo bajo el quinquenio de Hollande. El PCF y la extrema izquierda no deben buscar chivos expiatorios para sus propios fracasos. Idem a la derecha. Pero, ¿qué reconstruir?

El enraizamiento social de Francia Insumisa es muy superficial. Sería bastante irónico que se presente hoy con la misma pretensión hegemónica que el PCF de la época estalinista. Es la cuestión que plantea, en términos muy mesurados, Roger Martelli, que estuvo mucho tiempo en el Partido Comunista y que ha apoyado con constancia a Mélenchon 9/:

«Francia Insumisa, en el fondo, podría muy bien, como el PCF de la gran época, explicar que no hay ningún lugar, fuera de ella, para una práctica que sea a la vez realista y revolucionaria. Ahora bien, en un momento de crisis y de recomposición, cuando se trata de reagrupar ampliamente y de inventar conjuntamente, una lógica que aparecería de alguna forma como una llamamiento a la adhesión no sería la más adecuada».

El pueblo y el patriotismo

Jean-Luc Mélenchon canta a Francia y esto no es algo nuevo. Canta la Francia-potencia, la que está presente en todos los océanos. Quiere que Francia abandone la OTAN, pero «a la gaullista», para que pueda defendermejor sus intereses y su aura en el mundo. Todo esto no tiene nada que ver con las correlaciones reales de fuerzas; pero ha irrigado la campaña de Francia Insumisa. Postulante a Presidente, a Mélenchon le gustaba hablar como (futuro) jefe de los ejércitos, cuyas capacidades hay que reforzar (y preservar su armamento nuclear).

El pueblo es un pueblo-nación, fundamento del patriotismo. ¡El patriotismo en un país imperialista no es un valor asegurado de izquierdas! Sin embargo, para Mélenchon, Francia no es imperialista. FI no combate el imperialismo francés, pues ese combate no tiene lugar de ser. La visión de la política exterior no procede de un punto de vista internacionalista, sino geoestratégico 10/. Así, su lectura de la situación en Medio Oriente se queda en las relaciones entre potencias, de ahí sus llamamientos a colaborar con Rusia y tanto peor si hay que apañarse con Assad.

Puede aplicar incluso en Europa esta lógica de potencias rivales -el blanco es entonces la Alemania de Angela Merkel (y las palabrasbordeando a veces la germanofobia).

Mélenchon sacraliza también la unidad de la República, el carácter «uno e indivisible» de Francia, «despotrica contra la Carta de las lenguas regionales», denuncia a Hollande cuando propone reforzar los poderes regionales en Córcega, y muchos temas más -lo que le ha valido, en particular, una interpelación por parte de Philippe Pierre-Charles, del GRS martiniqués 11/, que concluye 12/:

«La moral de la historia es que los progresistas de los dos lados del océano Atlántico no pueden exonerarse de un debate serio y fraternal sobre las vías y medios de una erradicación total del colonialismo».

Es preciso constatar que el posicionamiento de Mélenchon en este terreno ha provocado muy pocas reacciones en el seno de la izquierda «radical» francesa. Es un síntoma inquietante y, a decir verdad, bastante desmoralizador.

Un impacto contradictorio

Es natural, en particular en el extranjero, no ver en el éxito de Francia Insumisa más que una esperanza de renovación para la izquierda radical -y en una gran medida, el voto por FI ha sido de izquierdas. La otra cara de la moneda, es que este éxito está también construido sobre una política de desintegración de las identificaciones, de los símbolos, de las referencias históricas de izquierda (en el sentido verdadero de la palabra izquierda).

Una interpretación tradicional no permite tomar en cuenta esta aparente paradoja. Es sin embargo esencial hacerlo. El riesgo, en efecto, es que a fin de cuentas el saldo se demuestre más negativo que positivo, las consecuencias destructoras sobre las conciencias más profundas que los puntos de apoyo de una reconstrucción. El caso de Francia Insumisa reclama una interpretación específica que restituya su alcance contradictorio.

Francia Insumisa es evidentemente un mundo heterogéneo. Muchos cuadros militantes dela izquierda radical se han implicado en ella con un argumento de peso: hay que estar donde ocurren las cosas. Desgraciadamente esto se hace sin debate de fondo (con raras excepciones, como Sammy Johsua). En cualquier caso, un capítulo está ahora cerrado. La larga secuencia electoral 2016-2017 está terminada. Las decisiones que van a contar en adelante son las que van a tomarse los días y semanas que vienen.

No es posible ahorrarse un debate de fondo sobre la noción misma de «populismo de izquierdas», de sus ambigüedades y de los peligros que contienen. Como señalan Samy Johsua y Roger Martelli, «popular» no es «populista» 13/:

«La tentación de un populismo de izquierdas no es ciertamente una abominación, tiene sólidos argumentos, pero puede convertirse en un callejón sin salida. Se pretende combativa, pero corre el riesgo de preparar ya las derrotas futuras. No se disputa la nación a la extrema derecha: se abre la soberanía popular hacia todos los espacios políticos sin distinción. No se le disputa la identidad colectiva, nacional u otra: se aboga por las libres identificaciones, por el libre juego de las pertenencias y por la revalorización masiva de la igualdad, única base duradera del común. No se disputa el populismo a la extrema derecha: se deslegitima su dominio oponiéndole la constitución de un polo popular de emancipación. Y «popular» no es «populista». Es este polo de la dignidad popular el que debe concentrar los esfuerzos».

De nuevo sobre la situación política

Globalmente los resultados de las presidenciales son muy inquietantes. La noche de la primera vuelta, las tres candidaturas en cabeza eran de derechas o de extrema derecha. Emmanuel Macron es un hombre de derechas en todos los terrenos: económico, pero también «filosófico» (su concepción del individuo en la sociedad), simplemente es de una derecha moderna en las cuestiones de sociedad a diferencia de François Fillon, tercero, muy católico conservador. En cuanto a Marine Le Pen, segunda, es el mascarón de proa del Frente Nacional (en cuestión tras haber hundido su fin de campaña de la segunda vuelta y sufrido un fuerte voto de barrera).

Las presidenciales han revelado también la fragilidad de la «gobernanza» burguesa del país, dada la importancia tomada por «accidentes de recorrido». Tras las primarias de la derecha François Fillon era considerado como el ganador seguro de las presidenciales. Sin embargo, ha sido atrapado en una sucesión de escándalos financieros bastante inauditos, hay que decirlo. El hecho que marca, es que su partido ha sido incapaz de reemplazarlo y se ha puesto con ello la cuerda al cuello. Sin ello, Macron no habría ganado en 2017.

Benoît Hamon, un rebelde, ha tenido su oportunidad, siendo designado como candidato por las primarias socialistas. Durante un tiempo ha superado a Mélenchon en las intenciones de voto -pero no ha sabido romper con el PS y el aparato de dicho partido moribundo le ha cortado las alas. Sin ello, no es seguro que Mélenchon hubiera podido logrado su despegue a tiempo para alcanzar el 19,6%.

El umbral de credibilidad de Mélenchon se ha ganado en poco tiempo y algunas etapas: la transferencia de intenciones de voto de decepcionados de Hamon, una intervención televisada en la que ha dominado a los otros cuatro candidatos, la impresión de que podía llegar a la segunda vuelta de las presidenciales…

La cualidad de Macron y de Mélenchon es haber sabido aprovechar la oportunidad que la parálisis de los dos grandes partidos de gobierno les ha ofrecido. El resultado, es que a derecha (en grande) igual que a la izquierda (en pequeño), la escena institucional está dominada por dos movimientos «en construcción». La composición de la Asamblea Nacional está renovada en un 72%, algo nunca visto. Hemos entrado en un período, digamos, muy aleatorio.

La relación entre las presidenciales y las legislativas me parece, por contra, que muestra los límites del cambio. La mayoría presidencial ha sido asegurada, pero sin triunfo. En la primera vuelta de las legislativas, las listas de oposición han conocido la bajada habitual de los resultados en relación a sus candidatos presidenciales; no han sido repuestas en la segunda vuelta más que gracias a una desafección del electorado macroniano, probablemente desorientado por nuevos «escándalos» que salpicaban a ministros recién nombrados (Richard Ferrand, François Bayrou…). La abstención en cada votación ha batido todos los récords precedentes (hasta más del 57% en la segunda vuelta de las legislativas!).

Mélenchon probablemente ha pagado un cierto precio por haberse negado claramente a plantear una barrera a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales (cuando quería preservar sus votos de todo tipo) y por haber exagerado sus ambiciones en cada etapa. Macron ha pagado un precio por los escándalos que han afectado a miembros de su primer gobierno. Pero en el fondo, no ha habido ni insurrección por las urnas en la izquierda ni plebiscito en la derecha. Incluso en una situación muy agitada, la desafección política ha seguido siendo dominante 14/. La crisis democrática se profundiza.

Emmanuel Macron sabe que no ha sido plebiscitado. Sabe también hasta qué punto sus adversarios están, por el momento, debilitados. Puede pues actuar y va a actuar para lo peor. Nos encontramos de nuevo en una posición muy defensiva. Probablemente, será preciso tiempo para construir un frente de resistencia social y democrática de envergadura (hay ya resistencias, pero aún muy minoritarias). Esto no se hará sin unidad y sin una renovación de las prácticas políticas en la izquierda de la izquierda y en el movimiento social.

Notas

1/ ESSF (article 39537), Nous n’acceptons pas de voir notre passé commun insulté par Jean-Luc Mélenchon : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article39537

2/ Disponible en ESSF (article 41318), L’hypothèse populiste – Du Front de gauche à la France insoumise : quelles influences de Podemos ? : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article41318

3/ Sobre la crisis del PG en 2015, ver ESSF (article 36297), What Happened to the French Left ? – Mélenchon, the rise and crisis of the Parti de Gauche : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article36297

4/ Disponible en ESSF (article 40838), French presidential candidate – Mélenchon : A Radical Reformist Against Mounting Oligarchy : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article40838

5/ Disponible en ESSF (article 40763), France Rebels – Jean-Luc Mélenchon’s campaign, humanist populism, patriotism, Constitution : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article40763

6/ http://lvsl.fr/6278-2

7/ Voir les formules qu’il utilise dans son texte Ver las fórmulas que utiliza en su texto «Le peuple et le «mouvement» y los comentarios de Samy Johsua, ESSF (article 40781), La France insoumise – » L’ère du peuple » et » l’adieu au prolétariat » ? : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article40781

8/ https://avenirencommun.fr

9/ ESSF (article 41359), France insoumise, PCF – Réflexions stratégiques sur l’après législatives : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article41359

10/ Pierre Rousset, ESSF (article25138), Jean-Luc Mélenchon, l’habit présidentiel, l’arme nucléaire et la gauche française : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article25138

11/ ESSF (article 25065), Mélenchon, le PCF et les colonies : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article25065

12/ ESSF (article 25835), La question oubliée : la République, la gauche et les colonies : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article25835

13/ ESSF (article 40365), Considérations sur le populisme de gauche – » Un pôle populaire et non populiste » : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article40365

14/ ESSF (article 41383), Abstention – Jean-Luc Mélenchon : la légitimité à géométrie variable : http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article4138


http://www.europe-solidaire.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

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