Excepto España, por mucho que disimule, nadie parece sentirse presionado en la Unión Europea. El último borrador elaborado por la «factoría Van Rompuy», consensuado (rebajado) el miércoles con los embajadores permanentes de los 27 ante la UE, anunciaba ya un Consejo Europeo de trámite tras el acuerdo del Ecofin sobre el supervisor bancario único. Los líderes de la UE no sienten la presión que sufren sus ciudadanos, así que para qué hacer más.
El presidente del Consejo Europeo agitó las mentes más calenturientas el día 5 al firmar, junto a Jose Manuel Durao Barroso (Comisión Europea), Jean Claude Juncker (Eurogrupo) y Mario Draghi (BCE), el famoso documento de 18 páginas «Hacia una genuina Unión Económica y Monetaria» que parecía anticipar un salto adelante hacia una mayor integración económica, financiera e incluso política. Exploraba (a veces concretaba y otras solo esbozaba) una posible hoja de ruta para llegar a una unión económica y monetaria (UEM) con unión bancaria, unión presupuestaria, unión de políticas económicas y, para legitimar todo el proceso, una cierta unión política. Más potencia de fuego para todo lo federalizable en este ámbito y más cesión de soberanía a la UE (o euroUE). Incluso ponía sobre la mesa, aunque de forma más ambigua y con menor convicción, algún instrumento de solidaridad novedoso («contratos») para que los malos alumnos no perdieran demasiado terreno y la fractura no fuera tan obvia, como está sucediendo. La UE parecía decidida a pasar a la cuarta fase de la UEM esquivando hasta el último momento la inevitable reforma de los tratados. Al final, ni dibujo federal ni refundación europea.
Ayer comenzaron a clarificarse algunas cuestiones, todas a la baja en relación a lo redactado por Herman Van Rompuy y compañía. El Ecofin, tras una agonía de reuniones bilaterales, acordaba a las 4.30 crear el supervisor bancario único, y los jefes de Estado y de Gobierno suspiraban aliviados porque ya no estaban obligados a nada más. El BCE añadía, sin mezclarlas, la función de control sobre los bancos (no todos) de la eurozona a su competencia en política monetaria. Un primer paso hacia la unión bancaria, pero mucho menor de lo anunciado en el borrador del día 5 por Van Rompuy, Barroso, Juncker y Draghi. Entre otras cosas, porque no le acompaña nada más: ni recapitalización directa de los bancos (su marrón sigue computando como deuda pública, con lo que España no puede disimular sus agujeros); ni fondo de garantía común; ni «liquidador» único de bancos fallidos. Es decir, nada de mutualizar la deuda.
Ya lo dijo Angela Merkel por la mañana: «No sobreestimemos la importancia del acuerdo del Ecofin».
Además, ni tan siquiera está claro cómo llegarán los tentáculos del BCE más allá de los bancos «asignados» bajo su tutela. Ni tampoco, de hecho, cuán efectivo será su control sobre esos 150 o 200 bancos a los que podrá meter mano a partir de marzo de 2014 (Berlín intentó atrasar más esa fecha). Hasta ese momento, nada de recapitalización directa de la banca con problemas por el Mecanismo Europeo de Estabilidad, y después ya veremos. En cualquier caso, jamás será retroactivo. Hay mucho por negociar todavía (por ejemplo, ¿cómo se conformará el órgano o la estructura de gobierno de ese supervisor bancario único dentro del BCE?) y el Parlamento Europeo debe dar su veredicto, aunque esto seguramente será solo un trámite.
Control y rebaja
Berlín accede en todo caso a rebajar unos grados la presión sobre España y otros socios aceptando una recapitalización más o menos encubierta a través del MEDE y previo acuerdo con el BCE. A Alemania tampoco le interesa que todo el mundo se ahogue. Pero está decidida a controlar ese proceso.
El Ecofin tomó una decisión y eso es ya toda una novedad. Pero recordemos las palabras de Merkel y echemos un vistazo al último borrador de Van Rompuy, que retira de la mesa cualquier concreción, incluida la hoja de ruta de tres pasos o fases con plazos concretos. La rebaja es total en cualquier aspecto o mención que implique cesión de soberanía económica y presupuestaria (más allá de los estados ya intervenidos) o mayor integración. La idea del marco presupuestario integrado, incluyendo potencia fiscal para la EMU, se aplaza al menos hasta después de las elecciones al Parlamento Europeo y la consiguiente configuración de una nueva Comisión Europea (Barroso ya es historia, o casi). Y la idea de los contratos (temporales y coyunturales, pero que convertirían en obligatorias las actuales recomendaciones de la Comisión Europea) entre los estados y las instituciones de la UE (la Comisión, básicamente) para financiar reformas estructurales, idea de Berlín, se aparca al menos hasta la cumbre de marzo, nunca antes de que haya acuerdo en torno al marco presupuestario plurianual de la Unión, una negociación pendiente que también ha condicionado, y mucho, este Consejo Europeo.
Quedan demasiadas cuestiones sin resolver; todo es demasiado difuso. Todo típicamente comunitario. Merkel ha echado el freno y no levantará el pie hasta que no concluyan las negociaciones sobre el marco presupuestario 2014-2020 y hayan pasado los comicios en Alemania. Para entonces, en otoño de 2013, las ya cercanas elecciones al Parlamento Europeo (junio 2014) y la posterior designación de una nueva Comisión Europea según las reglas de Lisboa marcarán la agenda, así que hasta otoño de 2014, al menos, no habrá otro calentón ni orientación política en torno a la Unión Económica y Monetaria. De repente, la urgencia parece haber desaparecido, así que si más UEM era igual a más Europa, de esta cumbre no saldrá más Europa y, según el espíritu y la letra de Van Rompuy, la Unión Europea seguirá sin proteger a sus ciudadanos y sin garantizar crecimiento ni bienestar social.
Y, si esto era un paquete, como ha sostenido Van Rompuy en todo momento, habrá que concluir que la UE se queda sin paquete; de momento, seguirá sin un marco financiero integrado con potencia fiscal y económica y legitimidad democrática.
Nos cuentan, claro, que el Mecanismo de Supervisión Único es el primer paso hacia la unión bancaria, pero es un pasito con demasiadas incógnitas. Lo que publica la factoría de Van Rompuy revela, de hecho, las carencias de la UE: sigue sin un marco presupuestario integrado (el presidente del Consejo Europeo no se atrevía a decir «común»), sin una mayor gobernanza económica ni potencia fiscal, ni capacidad para absorber muchos más shocks, ni…
Entre otras cosas, porque no se ponen de acuerdo en cómo financiar todo eso: quién lo paga y quién lo controla es, como siempre, la madre del cordero. Y mientras Berlín (escoltado por Holanda, Finlandia y otros ricos norteños) no ate como quiere cuánto y cómo gastará la UE de aquí a 2020, todo lo demás son castillos en el aire y puro entretenimiento. Una vez atado eso podrán hablar de cómo financiar todo lo que no quisieron abordar ayer. Pero una cosa está clara: los «ricos» rechazarán cualquier paso que implique un costo extra para el bolsillo de sus contribuyentes.
Después de tres cumbres en tres meses, la UE parece estar más o menos en el mismo sitio. No hay acción rápida contra la crisis (solo reformas para recortar y dilapidar de paso lo que queda de modelo social en los estados con mayores apuros) y no hay un dibujo de respuesta sistémica a los problemas de la zona euro y del resto. Eso sí, dedican un montón de horas a pensar en los bancos.
Como verá el lector, poco se menciona en este artículo de lo que ha dado de sí la primera jornada de la cumbre; y es que hubo poco, y ya estaba todo vendido.
Anoche se dedicaron a perfilar las próximas citas, encargar más trabajo a la «factoría VR», hacer mimos a Monti, subrayar que aún es pronto para hacer lo que todavía no han hecho, que hay que seguir trabajando para acercar las economías de la UE (otro brindis al sol, uno más) y a otra cosa. Hablaron más a la entrada -sobre todo el locuaz Hollande- que dentro. Van Rompuy les había concedido solo cuatro minutos a cada uno. El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, había anticipado una cumbre rápida tras reunirse con los 27. Así fue. Rápida, indolora y seguramente innecesaria.
Fuerte apoyo de los socios europeos a Monti frente a Berlusconi para que continúen los ajustes
Ansiosos porque Italia continúe por la senda de los ajustes que ha iniciado Mario Monti, sus socios comunitarios ofrecieron ayer su apoyo al primer ministro italiano frente a su predecesor, Silvio Berlusconi, y sus intenciones de volver al cargo. La Comisión Europea y los dirigentes del Partido Popular Europeo recibieron a Monti unas horas antes de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno. El presidente de la Comisión, Joses Manuel Durao Barroso, pidió a Berlusconi que «piense en la estabilidad y las reformas» para Italia. «Berlusconi ha confirmado que busca un amplio movimiento de centro-derecha que lidere Monti», dijo el primer ministro finlandés, Jykri Katainen, una propuesta que fue bien acogida. Los jefes de gobierno de los partidos derechistas alabaron «el buen trabajo» de Monti, «que querríamos que continuara». Incluso el presidente francés, François Hollande, volvió sobre sus pasos para saludar efusivamente a Monti. A.G.
Grecia empezará a recibir en días la asistencia financiera de 34.400 millones
El Eurogrupo puso ayer fin a meses de incertidumbre sobre Grecia al dar luz verde sus diecisiete integrantes para que el país mediterráneo reciba la asistencia financiera de 34.400 millones de euros. «Hemos pasado por una odisea desde la pasada primavera», señaló aliviado el vicepresidente de la Comisión Europea y su también responsable de Finanzas, Olli Rehn, al término de la reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro.
Rehn se refería a los meses de «situación política impredecible» por los que atravesó ese país y toda la zona euro, pero señaló: «Ahora que nos acercamos al final de este turbulento año, todos esos se han equivocado», en referencia a los que pensaban que no habría solución para Grecia.
«La solidaridad en la Unión está viva», afirmó por su parte el primer ministro de Grecia, Andonis Samarás, quien añadió que «‘Grexit’ esta muerta. Grecia se ha puesto de pié. Los sacrificios de los griegos no han sido en vano. Hoy no es solo un nuevo día para Grecia, sino también para Europa».
Inicialmente se desembolsarán 10.600 millones de euros para financiar el presupuesto griego y otros 23.800 millones en bonos del fondo europeo de rescate para la recapitalización de la banca helena. Los cantidades restantes se abonarán en tres tramos durante el primer trimestre de 2013 y estarán sujetas a la implementación de ciertas medidas acordadas con la troika (Bruselas, FMI y BCE), incluida la aplicación de la reforma fiscal hasta enero.