Traducido por Antoni Jesús Aguiló y revisado por Àlex Tarradellas
New 7 Wonders Portugal, SA está lanzando un concurso para elegir las «7 Maravillas de origen portugués en el mundo». Los resultados se darán a conocer el próximo día 10 de junio. No hay ninguna duda de que estamos en el mundo de los negocios y de los medios de comunicación y los criterios por los que se rige este mundo tienen poco que ver con la búsqueda de la verdad o la justicia. Más bien, en este caso, tienen que ver con los beneficios que pueden obtenerse con la explotación de la historia, de la obtención de los derechos de explotación del concepto de «7 Maravillas», de la publicidad, la promoción del turismo, etcétera.
Ante esto, puede parecer extraño la incomodidad y la protesta que el concurso ha suscitado en el espacio de lengua oficial portuguesa, que implica sobre todo a investigadores que se dedican al estudio del imperio colonial portugués, de los países independientes que emergieron con el fin del imperio y a educadores que, en este espacio, intentan transmitir a las nuevas generaciones una visión compleja de la historia que, lejos de ser un residuo del pasado, continúa afectando sus vidas y sociedades.
Sin embargo, la incomodidad y la protesta tienen razones de peso. La razón principal es que este concurso no sólo implica la historia de Portugal, sino también la historia de los países que estuvieron sujetos al colonialismo portugués. Y lo hace precisamente a modo de ocultar el colonialismo, es decir, el contexto social y político en que estos monumentos fueron erigidos y el uso que tuvieron durante siglos. La mirada está orientada para ver la belleza del arte y de la arquitectura de los monumentos y al mismo tiempo orientada para no ver el sufrimiento inenarrable de los millones de africanos que, entre los siglos XV y XIX, sacrificaron su vida para que muchos de estos monumentos tuvieron vida, ya sean los comprados como «propiedad mueble» o aquellos construidos al otro lado del Atlántico.
Portugal fue un participante activo en el tráfico de esclavos, la mayor deportación de la historia de la humanidad, que sólo en África occidental supuso entre 15 y 18 millones esclavos. Si tenemos en cuenta que, por cada esclavo que llegó a América, cinco murieron en los procesos de captura, en el traslado desde el interior hasta los almacenes -algunos de ellos, los monumentos de hoy-, durante el cautiverio a la espera de ser transportados o durante el viaje, estamos hablando de 90 millones de personas. Y no olvidemos que la esperanza media de vida de los recién llegados a América era de sólo de cinco o seis años más.
Los monumentos deben ser respetados y recuperados para devolvernos la historia, no para ocultárnosla. Es por esta razón que nadie imagina que se promueva la visita a Auschwitz sólo para conocer la arquitectura carcelaria modernista de Alemania. Resulta perturbador que el comisario del concurso diga que «esta visita al patrimonio de origen portugués en el mundo está hecha con un sentimiento de orgullo y satisfacción por el legado histórico de nuestro pasado» y añada que «los flujos de personas y de información a escala global nos aproximan unos a otros en tanto partes constituyentes de una misma humanidad». ¿Tendremos que concluir de ello que, como el tráfico de esclavos fue uno de esos flujos, los monumentos son un monumento al colonialismo portugués?
Todos los que trabajamos en el espacio de lengua oficial portuguesa lo hacemos con la convicción de que Portugal es un país de futuro y que éste pasa por las relaciones fraternas que supimos crear con los países que estuvieron sujetos al colonialismo portugués. Pero para que esto ocurra es necesario asumir la historia en toda su complejidad y no retirar de ella tan sólo aquello que nos conviene. Es en base a este presupuesto que estamos construyendo una vibrante comunidad científica y educativa en el espacio de lengua oficial portuguesa. El patrimonio en causa es tanto de origen portugués como de origen angoleño, mozambiqueño, guineano, caboverdiano, indio o brasileño [1]. Por un criterio mínimo de justicia histórica, las instituciones que patrocinan este concurso deben exigir a la empresa responsable total transparencia de cuentas y que los beneficios obtenidos sean destinados íntegramente a la recuperación de los monumentos.
[1] Sin olvidar otros países de Asia (Timor Oriental, Macao, Goa, Damán, Diu, Dada y Nagar Haveli) y de África (Santo Tomé y Príncipe) que también fueron objeto del colonialismo portugués [N. del traductor].
Artículo original publicado el 6 de mayo de 2009.
Fuente: http://www.cartamaior.com.br/
Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y profesor catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal).
Antoni Jesús Aguiló es miembro de Rebelión y Tlaxcala. Àlex Tarradellas es miembro de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.