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Naturaleza y sociedad; terremotos y clases

Fuentes: Naiz

La peor cara la pusieron las autoridades estatales. Se apropiaron de las donaciones en los centros de acopio y las repartieron con sellos del gobierno y del PRI, a la vez que utilizaron a los militares para expulsar a los voluntarios de cada edificio colapsado Los llamados «eventos naturales», como los huracanes, los sismos, las […]

La peor cara la pusieron las autoridades estatales. Se apropiaron de las donaciones en los centros de acopio y las repartieron con sellos del gobierno y del PRI, a la vez que utilizaron a los militares para expulsar a los voluntarios de cada edificio colapsado

Los llamados «eventos naturales», como los huracanes, los sismos, las erupciones volcánicas, las tormentas y las inundaciones, rompen por un lado la normalidad social al rasgar la continuidad de la vida cotidiana y, por otro, tienen la enorme virtud de dejar al descubierto las características profundas de una sociedad, al enseñar sus grietas, pero también sus fortalezas.

Las últimas semanas han sido, en ese sentido, prodigiosas en la región del Caribe y en México: tres huracanes devastadores y una serie de sismos en el sur y centro de México. Una rápida mirada sobre estos fenómenos que vaya más allá de la enumeración de daños, nos muestra el tipo de sociedades que existen, pero también cómo reaccionan los diferentes estados y dentro de ellos las diversas actitudes de las clases sociales.

En el Caribe, por ejemplo, los huracanes dejan similares daños materiales pero los costos humanos son muy diferentes en cada país. El huracán Flora en 1963 dejó en la isla de Cuba nada menos de 1.200 muertos. A partir de ese año, la Defensa Civil juega un papel importante en la prevención de daños humanos y materiales ente los huracanes, al punto que desde el año 2000, los 17 huracanes dejaron «solo» 52 muertos mientras en Estados Unidos y en otras islas se produjeron miles de víctimas mortales.

La cultura de la solidaridad imperante en Cuba juega un papel muy importante en la prevención y los cuidado ante los posibles daños. Como ejemplo, el 77% de los evacuados se alojan en casas de familias solidarias y solo una minoría acude a albergues estatales, opción que nunca es la mejor para los que deben abandonar sus casas.

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