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Ni víctimas, ni vencidos

Fuentes: Rebelión

Las y los indigenistas (sean activistas o académicos), regularmente suelen asumir a las y los indígenas como víctimas y/o vencidos por los poderes hegemónicos. De allí proviene, en buena medida, su filantropismo «étnico». Al asumir y presentar a un indígena como víctima, irremediablemente se le anula su condición de sujeto. Y, al asumirlo como vencido […]

Las y los indigenistas (sean activistas o académicos), regularmente suelen asumir a las y los indígenas como víctimas y/o vencidos por los poderes hegemónicos. De allí proviene, en buena medida, su filantropismo «étnico».

Al asumir y presentar a un indígena como víctima, irremediablemente se le anula su condición de sujeto. Y, al asumirlo como vencido se reifica la condición de «arrodillado» y «anulado políticamente». En estas dos presunciones de: «víctima» y «vencido» se asienta el culturalismo apolítico y estéril que evitó y evita procesos de emancipación de los pueblos.

Las y los indígenas conscientes, y en disputa constante por consolidar proyectos emancipatorios, no somos víctimas, somos sujetos. No estamos vencidos, fuimos derrotados, y las inconclusas historias aún no han terminado. Estos y otros dispositivos fecundos son los que nos mueven y mantienen perseverantes en nuestras apuestas libertarias.

La conciencia de ser sujetos (no víctimas) y derrotados circunstanciales (no vencidos) nos previene de la «resignación apolítica», y es nuestro antídoto al culturalismo oportunista que convirtió a muchos de los nuestros en plañideros folclóricos.

¿Por qué indígenas optamos por el indigenismo y/o victimismo?

El indigenismo entre los indígenas surgió en simetría con el acceso indígena a la academia occidental. La academia hegemónica, en buena medida, hizo de los pocos indígenas con títulos, «profesionales fashion bien portados». Y, para mantenerse en su nuevo estatus el indígena «ilustrado», «intelectual», necesariamente tenía que ser un «actor» apolítico.

Es decir, no desafiar al sistema. Debía y debe distraerse y distraer a los suyos con discursos sobre trajes, «lenguas», folclor, rituales, etc., ¡Jamás meterse en política para acompañar postergados proyectos de liberación de los pueblos».

Otro factor para el florecimiento del indigenismo y el victimismo folclórico fue y es el financiamiento y becas de la cooperación internacional. Indígenas que ascendieron social y académicamente, en varios casos, fueron cooptados por los Estados criollos, y en la mayoría de los casos fueron empleados por la cooperación internacional y las ONG. Y estas entidades, por sus fuentes de financiamiento, y los intereses que representan, promueven una «ciudadanía» apolítica. Ni Evo Morales (caso Bolivia), ni Thelma Cabrera (caso Guatemala) provienen de las constelaciones de la cooperación internacional.

El victimismo es tan letal como el racismo

El racismo es una construcción sociopolítica con la finalidad de anular la capacidad de acción emancipatoria a los y las subalternas. De la misma manera, el victimismo indígena anula la capacidad de resiliencia y acción política emancipatoria a los vencidos. En ese sentido, el racismo es al victimismo como el monoculturalismo es al muticulturalismo. Letales ambos.

Urge no distraernos con la victimización. El sistema racista y patriarcal no cambiará jamás si acaso nuestro horizonte de acción se reduce únicamente a la «incidencia política». Debemos constituirnos en sujetos políticos para promover procesos de cambios estructurales a nivel de los estados y de las sociedades, incluso cuando esta apuesta ponga en peligro el confort que nos reditúa el culturalismo apolítico.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.