Los desastres de la guerra. A finales de 2017 ACNUR informó que 68,5 millones de personas fueron desplazadas a la fuerza en todo el mundo como consecuencia de los conflictos, la violencia y las persecuciones, cifra record de la que 25,4 millones eran personas refugiadas. El próximo once de noviembre se cumplirá un siglo del […]
Los desastres de la guerra. A finales de 2017 ACNUR informó que 68,5 millones de personas fueron desplazadas a la fuerza en todo el mundo como consecuencia de los conflictos, la violencia y las persecuciones, cifra record de la que 25,4 millones eran personas refugiadas. El próximo once de noviembre se cumplirá un siglo del Armisticio de Compiègne, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Salvo en la Unión Soviética, apunta el historiador Eric Hobsbawm en «Historia del Siglo XX» (Crítica, 1995), «el número de bajas de la Primera Guerra Mundial (10 millones de muertos) tuvo un impacto más fuerte que las víctimas mortales de la segunda (54 millones)». En la Gran Guerra no sólo fueron derrotados el imperio ruso, alemán, austrohúngaro y otomano, sino que -recuerda Hobsbawm- se produjeron entre cuatro y cinco millones de refugiados (periodo 1914-1922).
Las repercusiones del conflicto se hicieron visibles, por ejemplo, en la República de Austria, que se estrenó con dos partidos mayoritarios -el socialdemócrata y el socialcristiano- y la nueva constitución de 1920. Pero en marzo de 1919 se había proclamado la República Soviética Húngara, dirigida por el comunista Béla Kun, que duró unos meses; el levantamiento obrero de enero de 1919 en Berlín fue sofocado por el gobierno de la República de Weimar y terminó con el asesinato de los líderes «espartaquistas», Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Durante el periodo 1918-1919 en Austria, escribe el historiador Steven Beller, «las huelgas e incluso los disturbios eran frecuentes, a menudo dirigidos por asambleas de trabajadores y soldados que tenían su paralelo con los ‘soviets’ rusos» («Historia de Austria», Akal, 2009).
Beller explica que la democracia austriaca se iniciaba con una crisis económica singularmente grave, caracterizada por el hambre, las enfermedades -como los efectos de la pandemia de gripe de 1918- y una inflación disparada; muchos menores de Austria se enfrentaban a un panorama de desnutrición, raquitismo y tuberculosis, describe la investigadora Lurdes Cortés Braña en su tesis doctoral «Ayuda humanitaria a los niños europeos víctimas de la Primera y Segunda Guerra Mundial» (2016); además Lurdes Cortés hace referencia a la crisis demográfica: escuelas elementales de Viena se vieron forzadas a cerrar en 1921 debido a la falta de escolares. Por esta razón, a la ayuda alimentaria internacional que llegaba al país se sumaron otras iniciativas. La investigación de Pau Figueras Bartés «Elfi Stadler. Vivències de l’acolliment de les nenes austríaques a Terrassa el 1949» señala, a partir de estadísticas oficiales, que 247.000 niños austriacos realizaron estancias entre 1919 y 1923 en diferentes países europeos; éstas duraron entre un mes y dos años, y tuvieron como destino principal Holanda y Suiza. Por otra parte, el diario ABC informó en la edición del 13 de marzo de 1920 que 2.634 niños austriacos fueron trasladados a otros países, de los que 954 se hallaban en Italia.
Los boletines esperantistas dieron cuenta de la acogida de menores austriacos en España. Informa Bulteno, órgano oficial de la Sociedad Barcelonesa de Esperanto, destacaba en abril de 1922 el valor de la Campaña pro Niños Austriacos, que había proporcionado albergue en el estado español a «algunos centenares de niños víctimas inocentes de la guerra europea», en concreto a 330 en once provincias del estado español; la mayoría fueron distribuidos por Aragón, Cataluña, Madrid, Asturias y el País Valenciano; así, Zaragoza, Vic y Manlleu (Barcelona), Olot (Gerona) y Cheste (Valencia) fueron importantes municipios de acogida. País neutral durante la Primera Guerra Mundial, España tuvo que afrontar -a partir de 1919- el incremento del paro, la reducción de las ventas al exterior (que habían aumentado durante la Gran Guerra) y la caída de los precios.
La iniciativa solidaria con los «niños austriacos hambrientos» (según los definía Informa Bulteno) tuvo como entidad promotora al Grupo Esperantista de Graz y como figura destacada a Karl Bartel, presidente de la sociedad. Los esperantistas de esta ciudad situada al este de Austria, capital del estado de Estiria, pidieron en enero de 1920 apoyo a los grupos de Esperanto del estado español y estos respondieron de manera favorable. Trabajaron en el proyecto el comité esperantista de Zaragoza, ciudad en la que se centralizó la acción y formó un Patronato para impulsarla, y también los subcomités de Barcelona, Valencia, Gerona, Huesca, Valladolid, Asturias, Teruel, Cheste, Manlleu, Olot, Sabadell, Tarrasa o Vich, todos ellos «constituidos por entusiastas esperantistas», informó el periódico de la Sociedad Barcelonesa de Esperanto. Se trataba de encontrar a cerca de 300 familias voluntarias para acoger a infantes de entre 10 y 14 años por un periodo no inferior a un año.
El primer contingente de menores austriacos arribó al puerto de Barcelona el 10 de octubre de 1920, «después de innumerables gestiones y sacrificios de todo tipo del Patronato a lo largo de seis meses, no sólo ante nuestras autoridades sino también ante las extranjeras», recuerda el escritor esperantista Antonio Marco Botella, autor de «Un siglo de Esperanto en Aragón» (2000); diez días después llegó a España el segundo grupo de niños. Lurdes Cortés menciona estas dificultades en la investigación «Els nens austríacs acollits a Osona (1920-1923)» (Patronat d’Estudis Osonencs, 2011); el Gobierno de Austria tenía un plan propio y por esta razón no ayudó a los esperantistas; además el proyecto oficial era el respaldado por la iglesia católica y los diferentes estados. La investigadora añade que organizaciones humanitarias como Cruz Roja o Save The Children también se implicaron en acciones solidarias con los niños centroeuropeos, de manera que se produjo una «concurrencia por la caridad».
¿Qué ocurrió con los niños austriacos que llegaron a España por el tesón de los esperantistas? En las familias acogedoras «han hallado el alimento, vestido y cuidados que en su nación les faltaban», resumía Informa Bulteno en el número de mayo de 1922, un mes después que regresara a Austria la tercera expedición de menores en el vapor Re Vittorio; algunos de los niños permanecieron el resto de su vida en el estado español. En la jornada de despedida estuvo presente el abogado esperantista Emilio Gastón Ugarte, organizador del acogimiento en España, presidente del Patronato para los Niños Austriacos y uno de los fundadores en 1908 de la sociedad aragonesa de esperanto Frateco; Marco Botella lo caracteriza, además, como «político federalista republicano» y difusor de las aspiraciones autonomistas de Aragón.
En el Fórum de Debats de la Universitat de Valencia, el historiador José Vicente Castillo ha explicado que la organización del viaje en Austria contó con mecanismos de selección y un programa de preparación a los menores, que incluía la enseñanza del esperanto. Dos tercios de los elegidos procedían de la ciudad de Graz, y un tercio de otros lugares de Estiria. Entre los criterios de clasificación figuraba si los niños eran o no católicos, si eran huérfanos, la «buena conducta», el estrato social y profesión de la familia (para que los hogares de acogida fueran de condición similar) y el conocimiento del esperanto.
Tras superar unas negociaciones complicadas -Italia y el Imperio Austro-Húngaro fueron adversarios durante la Primera Guerra Mundial-, los niños austriacos se embarcaron en buques desde Génova y Trieste con dirección a Barcelona; desde la capital catalana fueron distribuidos por las ciudades españolas, apunta José Vicente Castillo. En el País Valenciano destaca el caso de Cheste, municipio del interior de la provincia de Valencia actualmente con 8.000 habitantes. A Cheste llegaron siete niñas y siete niños de Estiria, que permanecieron en acogimiento familiar durante 17 meses. La obra solidaria fue posible gracias a Franciso Máñez, fundador del centro esperantista chestano. Una muestra de la relación entre la lengua internacional y la localidad valenciana es el artículo del periodista José Rico de Estasen en la revista Estampa, en 1932, titulado «Un pueblo español cuyos ocho mil vecinos hablan Esperanto»; el texto califica a Francisco Máñez como «infatigable propagandista» del idioma, que aprendió de manera autodidacta. En Cheste desarrolla su actividad hoy un grupo esperantista, Llum Radio.
La Federación Española de Esperanto difunde en su página Web una cronología con los hitos del idioma internacional. Los orígenes datan de 1887, cuando el médico Ludwik Lejzer Zamenhof (1857-1917) editó en Varsovia el primer libro sobre esta lengua con el pseudónimo de «Doktoro Esperanto»; un año después el periodista Leopold Einstein fundó en Alemania el primer grupo esperantista; en 1914 se suspendió el X Congreso de Esperanto debido al inicio de la Primera Guerra Mundial; un acontecimiento relevante se produjo en 1922, cuando la Tercera Asamblea de la Sociedad de las Naciones -institución constituida tras «la guerra del 14» y precedente de la ONU- aceptó un informe que reconocía el Esperanto como «lengua viva de fácil aprendizaje». En el artículo «El internacionalismo práctico del esperanto» (Instituto Catalán Internacional para la Paz, 2015), Xavier Alcalde sostiene que, si se hubiera celebrado, «el congreso mundial de Esperanto de París de 1914 habría sido la mayor concentración de pacifistas de toda la historia»; y señala ejemplos como los del escritor y médico eslovaco Albert Skarvan, amigo de Tolstoy y objetor de conciencia arrestado en diferentes ocasiones, la última en 1915 hasta el fin de la Gran Guerra; o Priscilla Peckover, cuáquera y miembro de la Internacional Peace Bureau (IPB).
Fuente de las imágenes: Páginas contra el olvido.
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