Ya hace años, Aznar intentó que la ONU suscribiera una declaración en contra del terrorismo, en general. La iniciativa topó con un obstáculo infranqueable: la representación británica se negó a aprobar una definición del terrorismo que pudiera acarrearle problemas con el IRA, con el que Blair ya había entablado conversaciones más o menos indirectas para […]
Ya hace años, Aznar intentó que la ONU suscribiera una declaración en contra del terrorismo, en general. La iniciativa topó con un obstáculo infranqueable: la representación británica se negó a aprobar una definición del terrorismo que pudiera acarrearle problemas con el IRA, con el que Blair ya había entablado conversaciones más o menos indirectas para alcanzar la paz en Irlanda del Norte.
La posición del premier británico no escandalizó a casi nadie.Otros estados estaban en las mismas. Son muchos los que prefieren no verse obligados a concretar cuántos tipos de terrorismo abarca su condena. ¿Se incluye el terrorismo de Estado? ¿La política israelí en tierra palestina debe ser catalogada como terrorista? ¿Y el activismo palestino contra la ocupación israelí? Los mujaidines afganos que se levantaron contra el Gobierno prosoviético de Kabul ¿eran terroristas? Y si lo eran, ¿qué consideración merece el apoyo que les proporcionó EEUU? Y si no lo eran, ¿cuándo empezaron a serlo, y a raíz de qué?
La Cumbre Euromediterránea que se ha celebrado en Barcelona ha ido a tropezar en esa misma piedra. Varios estados árabes querían que el Código de Conducta Antiterrorista que se pretendía aprobar dejara claro que la resistencia armada contra la ocupación extranjera, siempre que se desarrolle conforme a las leyes de la guerra, no puede merecer condena; que es la ocupación manu militari de territorios ajenos la que debe ser reprobada. La UE, fuertemente presionada por Israel, se negó a aceptar esa salvedad. Sostuvieron sus portavoces que «los últimos acontecimientos» desaconsejan introducir «matices» (sic) en la condena del terrorismo y que el reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos, previsto en el proyecto de acuerdo -interesante reconocimiento, dicho sea de paso-, cubría las aspiraciones planteables en ese terreno. Pero no convencieron a casi nadie. En realidad, ni ellos mismos se convencieron.
De modo que la Cumbre Euromediterránea de Barcelona tuvo que conformarse con una declaración genérica formulada por su Presidencia, que sólo a ella compromete, renunciando a elaborar una definición del terrorismo que goce del necesario consenso internacional. Hubo incluso quien reprochó a algunos estados de la Unión Europea, como Francia, Italia y Grecia, y a algunos de sus próximos y aliados, como los balcánicos y la propia Rusia, que, en su afán por pastelear con EEUU y su protegido israelí, acabaran dando la espalda a quienes emulan a aquellos de sus compatriotas que se levantaron en armas contra la invasión extranjera. Como están haciendo hoy los palestinos.
Acabada esta nueva Cumbre, parece lícito preguntarse de nuevo cómo pueden luchar unidos contra el terrorismo quienes ni siquiera se ponen de acuerdo en definirlo.